Si yo tuviera que contar un cuento
28-F
La celebración del referéndum de autonomía tuvo bastante que ver en sus formas con un partido de fútbol entre dos rivales poco reconciliables
A veces me pregunto cómo les contaría yo a los andaluces que hoy tienen 20 años, y a los no tan jóvenes de 40, qué fue lo que pasó realmente aquel 28 de febrero de 1980, o aquel otro 20 de octubre de 1981. Y concluyo que lo mejor sería hacerlo como quien retransmite un partido de fútbol extremadamente peculiar. Imaginaos, les diría, que estamos ante un encuentro de esos que hacen época, un derbi apasionado entre dos equipos de máxima rivalidad. Uno viste de blanco y verde (y no es el Betis), y el otro de azul (y no es el Madrid, con segunda equipación). El primero representa al pueblo andaluz y luce en sus espaldas una A muy grande. El segundo encarna a la derecha centralista de toda la vida, bajo el nombre transitorio de UCD, que son las siglas que lleva en el dorsal.
El andaluz es un equipo joven y de cantera, con mucha ilusión, aunque con poca experiencia. El otro, en cambio, es un conjunto veterano, de viejas glorias y con escasa energía, pero con muchas artimañas y marrullero, a tope. Se sabe todos los trucos para ganar. Los ánimos están bastante caldeados. La expectación es enorme en toda España. El encuentro ha sido clasificado de alto riesgo.
Hablemos un poco de los jugadores. El conjunto andaluz se ha formado con los mejores efectivos de otros equipos, también andaluces, bajo la dirección de un entrenador con ideas nuevas que está dando mucho que hablar: González (PSOE). En las puntas destaca el interior izquierdo Viagas (Independiente y después PSOE), un hombre justo, el mayor del equipo y con una gran visión de la jugada. También destaca el delantero centro, Escuredo (PSOE), un ariete imaginativo y con una cintura capaz de dejar sentado a cualquier defensa. En la media, Rojas Marcos (PSA) (aunque parece que le cuesta encontrar su sitio); Borbolla (PSOE), centrocampista; Pacheco (PSA), que correo muy bien por las bandas, tanto la derecha como la izquierda. En la defensa, Gordillo (Marinaleda) Casero (SOC), y Moreno (PTE), que aguantan lo que sea. El portero es de lujo: Soto (PCE). Coordina el equipo técnico un experto en animar a la afición: Guerra (PSOE), que ha dicho que el nombre del equipo contrario, UCD, no significa lo que ellos dicen: Unión de Centro Democrático, sino Unión de Caciques Disfrazados, Cosas suyas.
La escuadra rival está conducida por un hábil entrenador: Suárez (Exfranquista), y cuenta con figuras importantes: Clavero (PSLA, Partido Social Liberal Andaluz, luego integrado en UCD). Es un delantero centro, experimentado y honrado -no le gusta el juego sucio-; por eso tiene problemas con sus propios colegas, que no le sirven balones y ha de bajar el mismo a recogerlos. Como consecuencia de este sobreesfuerzo caerá lesionado, grave, en la segunda mitad del encuentro. Todo el estadio lo despedirá con aplausos. También en punta, Martorell y Pérez Llorca (UCD), hombres de ideas claras, aunque bastante conservadores en el juego. En el centro del campo, un auténtico demonio: Martín Villa (FR, Franquista Rezagado). En la zaga, dos veteranos correosos: Fraga (FP, Franquista Puro), y Fontán (OD, Opus Dei).
Después de muchas discusiones, y de resistirse al equipo UCD, que quería aplazar el encuentro, este ha sido fijado para una fecha inolvidable: 28 de febrero de 1980.
Lo que se jugaba el equipo andaluz, ni más ni menos, era tener una autonomía de Primera División (la del artículo 151 de la Constitución) o una de segunda (la del 143). Pues las autonomías, como los equipos, eran también de Primera o de Segunda. Andalucía parecía destinada a tener una de la categoría inferior. Pero fue el coraje de la afición y la inteligencia del equipo lo que la llevaron a la de Honor, como Cataluña, el País Vasco, Galicia, que estaban allí por razones históricas anteriores a 1936, a la guerra civil.
Eso significaba tener, desde el primer momento, y si se ganaba el partido, los tres poderes de la democracia en el máximo desarrollo que permite la Constitución: el ejecutivo (Gobierno andaluz), el legislativo (Parlamento andaluz), y el judicial (Tribunal de Justicia de Andalucía).
Pero ese partido -y ahora viene lo peor- había que ganarlo por 8-0. Es decir, el referéndum de su autonomía había que ganarlo en cada una de las ocho provincias. No bastaba que se aprobara en el conjunto de la comunidad. Y el equipo de la UCD, que ocupaba el gobierno de Madrid, utilizó todos los recursos a su alcance para que se perdiera en varias provincias. Así, recomendó a los ciudadanos abstenerse, o sea, no ir a votar ese día. Puso en circulación un censo electoral inflado y erróneo, disparatado, que nadie sabe todavía de dónde sacó Martín Villa (el centrocampista azul).
Como ejemplo sirva lo que le ocurrió al propio Escuredo, el ariete blanquiverde, el mismo día de la votación: que no aparecía inscrito en ninguna mesa y tuvo que conseguir un certificado especial para poder votar, mientras que su hija de cinco años de edad, aparecía inscrita con treinta. Y además: una campaña electoral muy breve (solo de siete días, cuando en otras comunidades había sido de quince). Una cuantía económica completamente ridícula, es decir, para que hubiese poca publicidad. Una serie de instrucciones impartidas desde Madrid a los medios de comunicación del Estado.
Y para colmo de los colmos, el texto de la pregunta que se hacía a los electores, que parecía redactado por un demente. Atención: “¿Da usted su acuerdo a la ratificación de la iniciativa prevista en el artículo 151 de la Constitución, a efectos de su tramitación por el procedimiento establecido en dicho artículo?”. Ninguna referencia a Andalucía, ni al contenido superior del proceso que se ponía en marcha. O sea, para desanimar a cualquiera.
Bronca en el vestuario de UCD
Por suerte, en las filas azules no reinaba la armonía. Algunas viejas glorias todavía acusaban al entrenador, Suárez, de haber sido muy blando en las condiciones impuestas para que se jugara el partido. Al haberse fijado una fecha, toda la estrategia dilatoria del Gobierno de Madrid contra la autonomía andaluza, perdía efectividad. Los halcones de UCD querían que Suárez diera marcha atrás. Pero Suárez se negó, porque ya había dado su palabra a González. A la derecha centralista no le quedó más recurso que tratar de que el referéndum fracasara, boicoteándolo, como ya hemos visto y de qué modo.
Pero su mayor error lo cometió un 25 de noviembre, en Torremolinos, cuando obligaron a la UCD andaluza, capitaneada por Clavero, a aceptar la decisión tomada en la sede central, en Madrid, por la que la UCD, y el Gobierno, aconsejarían la abstención en el Referéndum.
Clavero no resistió la zancadilla puesta por sus propios compañeros de equipo. Cayó al suelo y presentó la dimisión, primero como ministro, después como miembro de UCD. Aquello le granjeó grandes simpatías en el pueblo andaluz, y fue un aliciente más para ganar el partido.
Y llegó el gran día
Amaneció con nubarrones, sobre todo por la parte oriental del territorio, por Almería. En Almería no llueve nunca, pero aquel día llovió. Y no fue el único ingrediente de la tormenta, Televisión Española en Andalucía, la única entonces y en manos del Gobierno, apenas se veía en aquella provincia. Las emisoras del Estado, controladas también por UCD, se habían negado a admitir publicidad de los partidos políticos de izquierda.
Para contrarrestar todo esto, cada cual hacía lo que podía. Paco Casero, el líder de los jornaleros andaluces, impulsó aquel mismo mes de febrero una larga marcha a pie por las carreteras andaluzas, a la que se fueron uniendo cada día más gente y más banderas blanquiverdes. Rafael Escuredo, el presidente, se puso en huelga de hambre entre los días 2 y 5 del aquel turbulento mes. Protestaba así por la actitud intolerable de la UCD y del equipo de Suárez, cuyos jugadores habían dejado de jugar el balón para dedicarse exclusivamente a romper espinillas. González, en el descanso, le espetó a su contrincante “Un Gobierno que propugna la abstención es un Gobierno que no cree en la democracia”.
La intriga
Aquella noche, en el Casino de la Exposición de Sevilla, los nervios se disimulaban muy mal. Los datos parciales eran desastrosos: Se ganaba en Sevilla, Córdoba, Cádiz, Huelva. Había dudas en Granada. Pero se perdía en Jaén Málaga y Almería.
Aquella noche del 28 de febrero, los andaluces, cansados de esperar resultados más definitivos, se fueron a la cama con la triste sensación de haber perdido el partido, por un incuestionable 3-5. Pero aquella noche del 28 de febrero de 1980 se recogieron finalmente los votos de dos millones y medio de andaluces en favor del SÍ. Se había superado el 55% del censo, aquel disparatado censo. En Sevilla se llegó al 65%. Pero no se había ganado provincia a provincia.
Aquella noche del 28 de febrero de 1980, Iñaki Gabilondo, como siempre al micrófono, vaticinó: “España sabe que habéis ganado y ya nunca lo olvidará”.
Se trataba, en efecto, de un triunfo moral, pero técnicamente inútil. La derecha centralista se frotaba las manos. Han perdido, decían, sin disimular su contento.
Por la mañana, sin embargo, tras los recuentos definitivos, solo parecía haberse perdido el Referéndum en Jaén y Almería. Días después, con nuevos recuentos, se ganó también Jaén y sólo quedó descolgada Almería.
Resultado final: 7-1. Pero tenía que haber sido 8-0, obligatoriamente.
La sensación reinante, en realidad era la de victoria y frustración. Había que buscar una solución.
La victoria final
Se intentaron varias soluciones técnicas, de carácter jurídico. De nuevo Martín Villa pretendió marcar un penalti inexistente, que fue buscar un atajo por el artículo 144 de la Constitución. Un atajo que desembocaba inevitablemente en el 143, que el pueblo andaluz había rechazado de manera tajante. Los parlamentarios andaluces de izquierda, especialmente los del PSOE y el PCE, se negaron de manera rotunda. No así Rojas Marcos, que se equivocó en el último momento, entregándole un balón al contrario. Más de un año se tardó en convencer a Suárez, pero este al fin reconoció que el pueblo andaluz había ganado aquel derbi inolvidable.
El 20 de agosto de 1981, el Gobierno aprobaba el Real Decreto por el que se sometía a un nuevo Referéndum el Estatuto de Autonomía para Andalucía (cuyo borrador había sido redactado en Carmona), por el procedimiento previsto en el artículo 151 de la Constitución.
Y el 20 de octubre de 1981, el pueblo andaluz volvió a ser llamado a las urnas para refrendar el Estatuto de Autonomía que había sido ultimado en Las Cortes (Parlamento de la Nación). Y como un pueblo fiel y responsable, con una rara intuición de la trascendencia que de nuevo tenía todo aquello, sin el más mínimo cansancio por tanto votar, volvió a hacerlo y aprobó con holgada mayoría su Estatuto, la ley principal que tenemos en Andalucía, después de la Constitución. El pueblo andaluz había encontrado, por fin, su camino.
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