La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El caso real de un bar cerrado en Sevilla... por falta de personal

El cartel sorprendió a los clientes de esa taberna de la muy cotizada calle Canalejas  Cualquiera no puede ser camarero Tres décadas del bar La Fresquita en Mateos Gago

El cartel que explicaba el cierre de un negocio en la noche del pasado lunes

El cartel que explicaba el cierre de un negocio en la noche del pasado lunes / M. G. (Sevilla)

NO es un cuento chino ni un problema exagerado por los medios para despertar el interés del público. No hay camareros no ya para la Feria, sino para los bares en tiempo ordinario. Y no nos referimos a tabernas de los barrios, donde cada vez las hay mejores y con menos turismo invasor, sino a negocios del centro histórico. Ocurrió el lunes por la noche cuando unos cofrades acudieron a rematar la jornada de cuaresma en un bar de la calle Canalejas. El sitio estaba apagado y con las puertas cerradas. El cartel no dejaba lugar a especulaciones: “Cerrado por falta de personal”. En la Andalucía que vive del sector de los servicios nos falta gente para servir en el tiempo extraordinario de las fiestas y en el del día a día. En la ciudad que se mantiene gracias al turismo necesitamos camareros. Y ahí tienen el ejemplo real.

Después llegan las cifras del paro y estamos por encima de la media nacional, siempre con el riesgo de superar el 20%. Y no olvidemos las ocasiones en que hemos llegado al 30% en provincias como la de Cádiz. Con tanto paro que nos lastra y con esos índices de desempleo que forman parte de nuestras dolorosas señas de identidad, algo no cuadra con la importante oferta de empleo en el sector y con tan pocos interesados. La primera gran clave es que las necesidades básicas tienen que estar cubiertas cuando se rechazan los currelos. La segunda es que muchos esperan siempre una oferta más cualificada, quizás acorde a su nivel de formación, y no se lanzan al ruedo de la hostelería hasta que no están necesitados de un refugio. La tercera es que nos hemos tragado el mantra de que todos tenemos derecho a unos falsos conceptos de calidad de vida. A muchos jóvenes no les han contado la verdad. Y cuando alguien osa hacerlo se le tiran encima los buenistas que pregonan un mundo de Disney, celestial, donde todos cobramos lo que nos corresponde y en el que, por supuestísimo, estamos llamados a triunfar.

Todo lo cual sin olvidar que, en efecto, trabajar en el sector servicios es duro desde muchos puntos de vista y, salvo los cocineros, los sueldos no suelen ser los mejores. Pero ignoramos si es el caso del bar de marras de Canalejas. Dios nos libre de emitir juicios sobre negocios concretos. Simplemente nos fijamos en un cartel que nos llamó poderosamente la atención porque era el caso práctico de cuanto venimos contando y leyendo en los últimos meses. Y ocurre en una de las calles más cotizadas y con establecimientos afamados. Tal vez ahora se comience a pagar mejor a los camareros, como ocurre hace tiempo con los muy demandados fontaneros. Seamos optimistas: toda crisis tiene siempre algún efecto positivo.

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