IX CONGRESO INTERNACIONAL DE LA LENGUA ESPAÑOLA

Entre tres tierras: la hibridación del español en Andalucía

Los tres focos territoriales donde conviven las hablas fronterizas en Andalucía.

Los tres focos territoriales donde conviven las hablas fronterizas en Andalucía. / Miguel Guillén

En Andalucía caben mil acentos y nacen infinitas posibilidades de expresión. Esta sureña tierra nuestra tutea con soltura desde hace siglos a sus fronteras más próximas, a través de variopintas relaciones que siguen dando mucho que hablar y que generan curiosas hibridaciones entre el español y las lenguas portuguesa, inglesa y árabe merecedoras de ser estudiadas y preservadas. Este reportaje pone el foco en el amplio patrimonio surgido de los encuentros entre nuestro idioma y sus vecinos a través de varias voces profesionales en el ámbito lingüístico.

Una mezcla ‘esquisita’

A finales del pasado año el término portuñol fue incorporado al Diccionario de la Lengua Española con la definición de “habla de base portuguesa que incorpora numerosos elementos léxicos, gramaticales y fonéticos del español”. La historiadora de la lengua y catedrática de la Universidad de Sevilla Lola Pons, sin embargo, prefiere referirse a dicha convivencia geográfica como “hablas de frontera”. Explica que “portuñol no es nombre adecuado para esos fenómenos. Cualquier habla híbrida que mezcle portugués y español puede llamarse así, y normalmente evoca una falta de conocimiento de una de las dos lenguas”.

Para Mercedes Arias, directora del gaditano centro de enseñanza de portugués Conversa, el portuñol sería más bien “un constructo vulgar” que surge “cuando alguien necesita comunicarse pero se acomoda y no evoluciona en el proceso de aprendizaje”. Así, el hablante “consigue hacerse entender, con palabras que se parecen a las de su idioma, pero que la mayoría de las veces no existen”. El resultado de este proceso “perjudica notablemente el aprendizaje”, pues se trata de “un recurso utilizado por aquellos que no dedican suficiente tiempo al aprendizaje del nuevo idioma”.

Marli Barros, profesora de portugués y español como lengua extranjera, considera por su parte al portuñol como “un dialecto, una interlengua, que en las ciudades fronterizas adquiere formas de una lengua”. Como ocurre entre Brasil y Uruguay, o en el municipio portugués de Barrancos –fronterizo con Extremadura y Andalucía–, donde “muchos hablan portuñol en su día a día, y es más que un dialecto, es parte de su idioma”. Hay tantos portuñoles como comunidades y hablantes, “cada frontera tiene sus particularidades, aunque la mayoría de los estudiosos dicen que su base es el portugués”, afirma la docente brasileña.

Puente sobre el río Guadiana que une a España con Portugal, desde la localidad de Ayamonte. Puente sobre el río Guadiana que une a España con Portugal, desde la localidad de Ayamonte.

Puente sobre el río Guadiana que une a España con Portugal, desde la localidad de Ayamonte. / Alberto Domínguez (Huelva)

Un contacto secular

Dicha multiplicidad de definiciones sobre esta realidad lingüística es casi tan extensa como su historia compartida y las formas que adquiere en puntos geográficos concretos. Señala Lola Pons al respecto de la frontera de Huelva con Portugal que “a lo largo de la Raya los fenómenos de hibridismo cultural y también lingüísticos han sido notables, aunque estén en decadencia. Hablas como a fala, el barranqueño, el mirandés o el portugués oliventino dan fe de una convivencia efectiva y prolongada entre los hablantes de cada lado”. Añade la también comisaria de la exposición Nebrija retratado, que forma parte de la programación previa del IX Congreso Internacional de la Lengua Española -celebrado en Cádiz-, que “los trabajos de dialectólogos nos hablan de una comunidad entre el sur de Portugal y el sur de Huelva. Por ejemplo, llamar borrego a la cría del cordero es una palabra de Andalucía, de Extremadura y del centro y sur de Portugal, porque el resto de la Península usa otras voces (año en gallego, xai en catalán o cordeiro en el norte de Portugal como cordero en castellano).

Ese contacto entre lenguas hermanas lleva aparejado, en ocasiones, un desequilibrio entre los hablantes según su procedencia, patente en el fenómeno del portuñol. “Quizás sea más usado por los españoles cuando viajan a Portugal”, cuenta Mercedes Arias, ya que “nuestro país vecino está más habituado al aprendizaje de nuevas lenguas. Por ejemplo, las películas no se doblan al idioma local, con lo que el oído se acostumbra más a otros idiomas y facilita el aprendizaje. También –añade– hay que tener en cuenta que cuando un español llega a un país lusófono y comunica en español, lo entienden perfectamente. Pero si un portugués llega a nuestro país y nos habla en portugués, ¿lo entenderíamos con la misma facilidad?”, reflexiona.La directora de Conversa, no obstante, alaba “el buen momento que atraviesa en nuestro país” el aprendizaje de portugués, con un alumnado “que necesita acreditar una titulación en un idioma a nivel europeo” o bien “siente curiosidad por la cultura de los países lusófonos y su lengua”, una “opción creciente”.

Tan cerca, tan complicado

La relación íntima entre la lenguas portuguesa y española se concreta por último en los aspectos gramaticales. Pons lo ilustra con “los portuguesismos del andaluz: llamar caruzo al hueso del melocotón, zarda a la peca, decir cabra ciega a lo que otros llaman la gallinita ciega, o decir buraco al agujero o abanador al soplillo”. También “en el mar hay muchos lusismos como el nombre de lula para el calamar, e incluso los nombres propios: apellidos como Barbosa o Barroso son portugueses, y hay muchos en Badajoz, Huelva, Cádiz y Orense”.

Al respecto, Marli Barros destaca fenómenos “como la pronunciación (el acento gráfico puede cambiarla, algo que no ocurre en español), la nasalización, o el encuentro vocálico como los más dificultosos a la hora de aprender portugués por parte de los españoles”. Arias añade “la diferenciación entre las letras b y v y el uso de los demostrativos –issa o miño no existen en portugués–, posesivos y verbos que los españoles tienden a reinventar –surgen variantes de posso (‘yo puedo’) como podo o faze (‘él hace’) en lugar del correcto faz–.En el terreno anecdótico, a Mercedes Arias le resulta “gracioso cuando ambas lenguas se mezclan y usamos palabras del portugués con toda normalidad o viceversa, y son ‘falsos amigos’, como exquisito (esquisito) que tiene una connotación negativa y significa justo lo contrario que en español, o rato, que significa ratón”. Así, la expresión coloquial ‘vamos a descansar un rato’, “se parece mucho en portugués a descascar um rato, “despellejar un ratón”.

¿Te doy un ‘lift’?

Si un gibraltareño se ofrece “a darte un lift” hasta la cima del Peñón, es que te vas a ahorrar el dinero del autobús. Y te lo dice en llanito (o yanito), la curiosa mezcla entre el inglés y el español que hace de esos siete kilómetros cuadrados de superficie meridional un espacio único. Pero, ¿qué significa esto en realidad?

Para Francisco Oda, exdirector del Instituto Cervantes de Gibraltar (2011-2015), en el sureño enclave “se habla espanglish, conocido en su variante local como llanito y la situación del español en Gibraltar se podría calificar como un singular ‘español de herencia’, transmitido de forma oral de padres a hijos y, en muchos casos, de abuelos a nietos. El español era la lengua materna de los gibraltareños, pero el decidido cambio en el sistema educativo implantado a partir de la segunda mitad del siglo XX redujo su presencia colectivamente al ámbito informal y familiar”. Concreta el actual director del Instituto Cervantes de Tetuán al respecto que “el llanito es un habla, no es dialecto, ni una lengua. Es la continua alternancia de códigos lingüísticos del inglés y del español en una o en varias frases a lo largo de una conversación. Y, como bien sabemos, el ‘acto de habla’ es diferente en cada momento y en cada hablante”.

Añade sobre el fenómeno el escritor, periodista y filólogo gaditano Jerónimo Andreu que “no hay mucha literatura científica, ni estudios lingüísticos rigurosos. Existe una discusión sobre si el llanito es una variante lingüística del español o si se puede considerar una lengua propia, mixta, una lengua amalgama, criolla. Si es una variante lingüística quiere decir que a partir del español ha derivado a eso. En el caso del llanito –reflexiona– es una lengua propia construida con elementos de los dos idiomas. No está claro si es una derivación del español o un constructo que se da cuando dos lenguas se encuentran y aportan elementos para encontrar un código de comunicación. O es una variante lingüística o es una lengua de amalgama propia o criolla”.

Un hombre camina por delante de las célebres cabinas telefónicas de Gibraltar. Un hombre camina por delante de las célebres cabinas telefónicas de Gibraltar.

Un hombre camina por delante de las célebres cabinas telefónicas de Gibraltar. / Román Ríos/EFE (Gibraltar)

Como literato, Andreu ha ilustrado en sus novelas la expresividad de los habitantes de esta zona del Campo de Gibraltar. Joseph Sánchez, personaje principal de las obras En el vientre de la roca y El sueño del cíclope, es la muestra palpable de la hibridación. “Es un personaje con muchos conflictos personales e internos. Y un ciudadano de un lugar que no termina de pertenecer a ninguna de las dos culturas. Esas personalidades están marcadas también por el uso del lenguaje, que me sirve a mí como elemento cultural y para caracterizar al personaje”, dice.

Al otro lado de la Verja

Como linense, Francisco Oda señala que “existe una simbiosis entre Gibraltar y La Línea de la Concepción por los estrechos lazos laborales, familiares y de amistad entre ambas ciudades”, aunque matiza que “no veo que exista mucha influencia de la forma de hablar de Gibraltar en los andaluces”. En concreto, “en La Línea ocurre un hecho similar al que ocurre en Gibraltar pero con la peculiaridad propia, ya que los trabajadores españoles en el Peñón acabaron adaptando palabras inglesas a la fonética castellana creando expresiones muy coloquiales que con el paso del tiempo se van perdiendo, como focona para referirse a la Verja, palabra que deriva de la expresión four corners que usaban los ingleses”. Detalla que “lo que algunos investigadores consideran como llanito, no son más que préstamos de palabras que el español toma del inglés, pero adaptados morfosintáctica y fonéticamente a nuestro idioma”. Coincide Andreu en la escasa influencia del llanito en su entorno por varios motivos. “Hay préstamos léxicos en la zona de La Línea, pero no tienen mucha penetración porque es una comunidad muy pequeñita de hablantes, con movimiento restringido, y el impacto no es muy grande. Está en retroceso por circunstancias históricas y porque cada vez lo habla menos gente. Y luego por la geografía de esa zona de la provincia de Cádiz, con poca capacidad de irradiación”.

Documental 'People of the Rock: The Llanitos of Gibraltar'

Un camino compartido

No puede entenderse Gibraltar sin los avatares históricos que caracterizan el matrimonio repleto de altibajos entre España y Reino Unido, que también ha influido en su manera de comunicarse. Recuerda Oda que “la presencia británica en Gibraltar ha generado gran influencia en las formas de vida de las poblaciones situadas junto al Peñón, con especial incidencia en La Línea. A comienzos del siglo XX, más de 8.000 trabajadores, casi todos de La Línea, se desplazaban cada día a Gibraltar. Estos trabajadores –añade–, con escaso nivel de instrucción, fueron los encargados de ir adaptando a la fonética castellana palabras procedentes del inglés. Estas palabras no las usa casi nadie hoy”.

En opinión de Oda, “la mayor instrucción de las nuevas generaciones acabará con este tipo de adaptaciones derivadas del desconocimiento inicial de la lengua inglesa”. Son palabras casi extintas como capotí (cup of tea), momento para merendar o tomar una taza de té; cuécaro (la marca comercial Quaker Oats) copos de avena; liquirbá (liquorice bar) regaliz; infleita (to inflate), bomba para inflar las cámaras neumáticas; marchapié (calco semántico del inglés footpath), acera; mebli (marble), canica; doquia (dock-yard), astilleros; jopar (hop), irse de un sitio rápidamente; sospe, sopen, zospe o zospen (sauce pan), cazo; pudinpé (pudding pan), fuente para hornear; o chinga (chewing gum) chicle”.

Términos, en definitiva, que conviven con expresiones aún actuales, calcos lingüísticos, como señala Andreu: “desde don’t give me a tin (no me des la lata), a te llamo p’atrás (en lugar de I call you back). Hay veces que la gente habla un trocito en inglés y otro en español, o que la propia sintaxis de la lengua y el léxico cambian a la mitad, las subordinadas es normal que se construyan en los dos idiomas”, ilustra sobre el asunto.

Puerto de Casablanca (Marruecos). Puerto de Casablanca (Marruecos).

Puerto de Casablanca (Marruecos). / D. C. (Casablanca)

¿Shuna smitek, muchacha?

Le preguntaría alguien a una joven de Algeciras de origen marroquí a la que acaba de conocer para saber su nombre. Los catorce kilómetros que separan la península ibérica de los vecinos norteafricanos llevan entre oleajes y rachas de levante un inmenso legado lingüístico de ida y vuelta que es nada más –y nada menos– que el fruto de siglos de cultura compartida.A pesar de los lazos históricos, José Ángel Cadelo, experto en Cultura y Religión Islámica, admite que “el español va perdiendo influencia por desgracia” en el norte de África, aunque “la mayoría de los jóvenes marroquíes que estudian fuera preferirían hacerlo en España antes que en Francia, por una cuestión de proximidad y porque España es más barato para viajar”. Hay sitios como en Casablanca “donde el español se habla mucho y da prestigio social conocerlo. Sin embargo –continúa el algecireño–, a pesar de los esfuerzos del Instituto Cervantes y el Ministerio de Educación, se está perdiendo en favor del dariya, el árabe dialectal marroquí que se habla en toda la zona norte de Marruecos, y del francés".

Un eterno conflicto con la lengua

La pérdida de influencia del español en el Magreb no es la única desventaja lingüística a la que se enfrentan sus pobladores. Hay un desnivel histórico entre el idioma oficial y el real. “En todos los países árabes se escribe, se lee, se estudia y se emite en una lengua que nadie habla en la calle, el árabe. Sin embargo, cuando uno tiene que expresarse, sobre todo de una manera más personal o íntima, tiene que hacerlo necesariamente en esa lengua porque es la única que posee escritura. Las otras lenguas no lo tienen. Eso frustra mucho”, relata Cadelo.Por otra parte, “los jóvenes se dan cuenta de que con los caracteres árabes se aíslan del mundo. Gente que ha viajado, que compra un móvil en España, que ha estudiado aquí, está escribiendo en dariya o en hassanía (en la zona sur)”. Constituyen así “una lengua aparte, con caracteres nuestros, grecolatinos, se ve mucho en los móviles, en Facebook. Cuando lo ven escrito, entienden el árabe perfectamente. La gente quiere poder expresarse en su lengua”. La traslación escrita de dicha realidad se denomina arabini.

En cuanto a la influencia de las hablas andaluzas en el árabe, el también colaborador del Grupo Joly comenta que “he conocido estudios que intentan demostrar que nuestros fonemas andaluces tienen mucho que ver con los fonemas del árabe: la hache aspirada, nuestras tes rotas … Creo que si hay una influencia del dialecto andaluz en el español que se habla en el norte de Marruecos es porque nuestro idioma está siendo revitalizado por marroquíes que han vivido en Andalucía”, afirma. “Y sobre todo en ciudades como Larache o Tetuán donde tradicionalmente había una masa importante de hispanoparlantes. Es lo que nos salva a pesar de los escasísimos esfuerzos que hace Rabat por preservarlo”, lamenta.

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