La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

¿Moderación, tibieza o sociedad directamente boba?

El tacticismo de nuestros líderes les lleva al absurdo, a tratarnos como a niños a los que se suaviza la realidad

Concentración en Algeciras en repulsa del asesinato ocurrido la noche anterior.

Concentración en Algeciras en repulsa del asesinato ocurrido la noche anterior. / Efe (Algeciras)

Podríamos preguntarnos como en aquel título de la película, pero en clave de actualidad política. ¿Por qué le llaman moderación cuando quieren decir tibieza? Demasiadas veces la tibieza viene revestida con el papel de regalo de la equidistancia y un hermoso celofán de moderación. Todo mentira. Que no nos engañen los políticos. La verdadera moderación supone alejarse de populismos, soluciones fáciles y proclamas en caliente. Y, por supuesto, teniendo siempre claro aquello que está bien y aquello que está mal. La moderación nunca puede incurrir en una injusticia, como obviar un colectivo agredido para no indisponerse con otro. Hacerlo sería pecar de tacticismo chusco por mucha que se haga con palabras bonitas, tantas veces huecas, vacías, insulsas y sacadas del catálogo de grises tan recurrente para el político medio. La moderación no debe implicar una inacción, ni ser una treta para cultivar el espíritu de Lampedusa, ese que todo siga igual después de un tuit con el que salir del paso y cumplir el expediente. La moderación, tan exaltada en la clase política de hoy, como lo fue el talante en los años nefastos del zapaterismo, suele ser un disfraz que tarda tiempo en desaparecer.

No se puede ser moderado todo el tiempo si realmente no se cree en semejante cualidad. Ser moderado no es otra cosa que ser adulto, tratar al votante como adulto, ser en definitiva una persona seria y que, por lo tanto, no tiene que maquillarnos la realidad, ni cultivar el mundo visto permanentemente como una película de Disney, ni felicitarnos el cumpleaños uno a uno, ni regalarnos un poema por las mañanas, ni mucho menos contarnos su vida cotidiana en un abuso del valor de la proximidad o de la necesaria humanización de la política, porque de la moderación a la manipulación hay un paso. Demasiadas veces ser moderado se convierte en pasar de puntillas por asuntos espinosos, como el respeto a las minorías se convierte en una forma de darle un guantazo a la mayoría. Pero sin acritud, ¿eh? No ha fallecido un cura en Algeciras, como ha sido la expresión empleada por el jefe del Ejecutivo, el líder de la oposición y hasta algún obispo. Referirse a un asesinato como moderación es una soberana estupidez, una falta de respeto a los lectores, una bobada.

Hemos llegado a un punto de majadería que llamar a las cosas por su nombres resulta chocante para algunos, una suerte de extremismo a los ojos de gente pusilánime, casi una provocación para el entendimiento. ¿Preferimos pensar que no hay asesinos? ¿La madre de Bambi murió al pisar un cable pelado? Perdón, la madre de Bambi falleció. La sociedad que perjudica a los niños recortando la infancia se pone pudorosa, mojigata y recatadita de adulta.

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