Investigación histórica

Lebrija, la senda inesperada

  • El investigador jerezano Francisco Jordi Páez da a conocer el nombre más antiguo documentado de la localidad sevillana, Naprisan, y la constatación de que era cabecera de los turdetanos en el XCIEFP de Ibiza (2022)

El investigador Francisco Jordi Páez, junto al Cabildo Viejo, en la plaza de la Asunción, en Jerez.

El investigador Francisco Jordi Páez, junto al Cabildo Viejo, en la plaza de la Asunción, en Jerez. / Miguel Ángel González (Jerez)

Mapa de la Turdetania (por Bartolomé Gutiérrez, siglo XVIII: conservado en el Archivo del Obispado de Asidonia-Jerez). Mapa de la Turdetania (por Bartolomé Gutiérrez, siglo XVIII: conservado en el Archivo del Obispado de Asidonia-Jerez).

Mapa de la Turdetania (por Bartolomé Gutiérrez, siglo XVIII: conservado en el Archivo del Obispado de Asidonia-Jerez).

La intensa labor de investigación sobre los orígenes de su tierra, Jerez, que el joven investigador Francisco Jordi Páez inició hace años, le condujo, finalmente, por una senda más que inesperada. La que le llevó hasta Lebrija, “sin duda, determinante para la propia aparición de nuestra ciudad que acuñó moneda republicana durante la dominación romana”, explica.

El pasado mes de octubre, Jordi presentó un estudio en el X Congreso Internacional de Estudios Fenicios y Púnicos, celebrado en la isla de Ibiza, en el que daba a conocer el nombre más antiguo documentado de Lebrija, ‘Naprisan’.  Un trabajo titulado ‘La ceca turdetana de ‘Naprisan’ (Lebrija, España)’, que además se publicará como artículo científico en las actas del congreso. También fue presentado, a modo de síntesis, en Lebrija, en la Casa de la Cultura, en un acto, con motivo del V Centenario de la Muerte de Elio Antonio de Nebrija, que fue presidido por el alcalde, Pepe Barroso, y presentado por el delegado de Cultura, Patrimonio y Turismo, Pepe Martínez, quienes le dieron un obsequio realizado por un artesano de la localidad.

El autor insiste en que este estudio “no hubiera sido posible sin el interés desde un inicio por los orígenes de Jerez, que es lo que me ha llevado indirectamente a Lebrija y a las monedas que he estudiado, consideradas unas de las más activas, tempranas y abundantes del sur de la Península Ibérica, durante la conquista romana, adscritas a un grupo étnico. Me di cuenta de que todas emanaron de un mismo centro de carácter regional que era Lebrija, completamente inesperado para mí y para todos. Y eso que mi objetivo era Jerez”.

Un trabajo interdisciplinar, en el que han colaborado catedráticos y doctores de diferentes universidades, que habla de la importancia que supone “constatar por primera vez en la historia la existencia de un grupo étnico asentado en los rebordes orientales del paleoestuario del río Guadalquivir durante la Protohistoria (entre el final de la Prehistoria y el principio de la Historia Antigua). Esto ha sido posible a partir de unas monedas clasificadas como ‘inciertas’ y conocidas según la tradición historiográfica como ‘grupo caballo y palma’, en alusión a un ‘grupo étnico’, es decir, “al conjunto de individuos que comparten una cultura, algunos de cuyos rasgos son utilizados como signos diacríticos de pertenencia y adscripción, y cuyos miembros se sienten unidos mediante una consciencia de singularidad históricamente generada”, según la definición de Zamora. Es, por tanto, un ‘colectivo’ de dudosa localización e identificación que, dada su intensa punicización, adoptó la escritura neopúnica. Las hemos podido atribuir a la propia Lebrija, que sería la capital, es decir, la ciudad cabecera de la región turdetana”, apunta el autor.

Unas monedas que tienen unas características que las asocian directamente con este grupo étnico: su parentesco con los celtas, su relación con los celtíberos, su intensa punicización y su agrupación étnica, dentro de la cultura ibérica, tan diversa. En definitiva, queda demostrada su adscripción turdetana, por primera vez en la historia. La novedad radica no sólo en la constatación de este grupo étnico, que acuñó su propia moneda indígena y se vieron fielmente representados por la ciudad de Lebrija; sino en dar a conocer el nombre más antiguo de la propia Lebrija, anterior a ‘Nabrissa’ romana. Algo que ha sido posible también gracias a la doctora en Filología Semítica de la Universidad de Barcelona, Maria Josep Estanyol i Fuentes, que ha apoyado desde el principio la investigación del jerezano, y que ha podido transcribir todas las variantes epigráficas de estas leyendas monetales derivadas del neopúnico y esclarecer el topónimo que subyace detrás de ellas. 

Problemática

Nabrisan, de arte ibérico-levantino, transición hacia Nabrissa. Ibercoin (colección Turiaso). Nabrisan, de arte ibérico-levantino, transición hacia Nabrissa. Ibercoin (colección Turiaso).

Nabrisan, de arte ibérico-levantino, transición hacia Nabrissa. Ibercoin (colección Turiaso).

Estas monedas han sido estudiadas por diversos autores desde el siglo XVIII hasta nuestros días, entre ellos está Rodríguez de Berlanga que lee n’gkyn (nagcin), ’šr (asura) y tnšy (tunisi), lo cual las atribuye al Norte de África y tbrb‘t (tuburbo) en la Zeugitania, pero se contradice al decir que suelen aparecer en abundancia en las cercanías de ‘Gadir’ (Cádiz). Millás las atribuye todas al Norte de África y lee mšb, vocalizada en el semítico masab, equivalente a “fundación” o “edificio”. Solá Solé lee ywrš‘n, yrš‘n, y’ršn y ’rš‘n, por lo que las atribuye a ‘Ursone’ (Osuna, Sevilla). Gil Farrés las atribuye a ‘Sisapo’ (Almadén, Ciudad Real) por la leyenda latina SISAPO que localiza en una moneda de dudosa autenticidad. Guadán lee nseleese. Beltrán lee aus al hablar de unas supuestas leyendas púnicas en monedas de ‘Saitibi’ y ‘Sagunto’ que después rectifica refiriéndose a estas monedas cuyas leyendas transcribe en ausc, auscin o aus. Jenkins lee ’mgsn y ’mgs‘n y Alfaro lee ’mgs‘n, mwšb y b’rd’ atribuida a ‘Bardo’. 

Puesta al día

Ante la inseguridad de las lecturas y no existir una opinión unánime en este sentido, “decidimos rastrear el ‘eslabón perdido’ en una moneda atribuida a ‘Nabrissa’ por motivo tipológico que comporta, casualmente, en su campo superior la misma inscripción que las referidas monedas ‘inciertas’ del ‘grupo caballo y palma’. Entonces, nos dimos cuenta de que se trataba de una ‘transición’ entre una ceca de carácter regional a otra estrictamente local, como bien se ha constatado de ‘Iltirta’, capital de los ilergetes, a ‘Ilerda’ romana, donde la moneda de los ilergetes, caracterizada por su tipología homogénea de carácter regional se alterna por la romanizada y su inscripción ibérica se traslada al campo superior de la tipología alternativa, dando lugar a la pervivencia del topónimo indígena en su transición hacia ‘Ilerda’ romana”, detalla Jordi.

Topónimo

Así, Maria Josep Estanyol i Fuentes, pudo leer las inscripciones y constatar las distintas variantes epigráficas n’psn y n’ps‘n en las monedas más antiguas, por lo que lee ‘Naprisan’, y en las demás, datadas durante la romanización, n’bs‘n, nbrs‘n, n‘brsn, n‘brs‘n y n’srbn en las que lee ‘Nabrisan’ con dos nun, una inicial y otra epentética que le daría el sonido [n] al final del topónimo para reforzar su pronunciación, como ‘Bolskan’ (Huesca) y la confusión de las labiales peh y beth, así como de las guturales ’aleph y ‘ayin es lo más común en neopúnico, además de dejarse alguna letra como resh, siendo samek una africada o ‘grupo fónico complejo’ [ts] la que siempre se mantiene como una constante. Finalmente, con la latinización, a Nabrissa Veneria, citada en las fuentes clásicas, conocida, además, por acuñar sólo tres monedas distintas con caracteres latinos NA nexadas o separadas y NABRISSA con B nexada en vertical a N invertida. En cuanto a su etimología, deriva del semítico nae-pritsa, según el erudito Samuel Bochart en su ‘Geographia Sacra’ (1646) con un contexto de “agua/brotar o romper” por lo que significa, sin duda, “manantial” según la interpretación del catedrático de Filología Latina de la Universidad de Sevilla José Solís de los Santos.

“Las monedas acuñadas por Lebrija, que ya se conocen gracias a esta aportación, constituyen el mayor elenco de monedas ‘inciertas’ en la Península Ibérica, más de un 80%, por tanto, ya sólo queda un 20% prácticamente. Ese 20% está siendo analizado ahora mismo y un 15% corresponde a un ‘grupo minoritario’ situado en el condado onubense, en el cual ya estamos avanzando para esclarecer su topónimo. Es decir, era una moneda muy importante, estudiada a lo largo del tiempo, que nadie ha sabido atribuir hasta ahora. Así que todo mi reconocimiento para Maria Josep, se merece ser recordada”, subraya Jordi. 

Etnicidad

Los turdetanos son citados en las fuentes clásicas y eran un pueblo que pertenecía a la “cultura ibérica” que se extendía desde el área levantina hasta la andaluza, siendo en esencia una cultura mediterránea en la que se encuadran diversos pueblos relevantes como los ilergetes, cessetanos, ausetanos, suessetanos, layetanos, iacetanos, oretanos, etc., siendo los turdetanos, al igual que los otros, un auténtico grupo étnico.

Los turdetanos asentados en el área de los esteros destacan por su prosperidad económica a través del comercio y se muestran como una “cultura superior” que alcanzó unas costumbres, al menos, civilizadas en una zona neutral entre dos culturas sobresalientes, por un lado la púnica en la costa, y por el otro, la celtibérica en la meseta, dando lugar a una realidad dual, híbrida y mestiza, como se aprecia, de manera tan elocuente, en los diseños inspirados en las monedas de estas culturas, además de expresar su distinción y homogénea reafirmación con la repetición de una tipología regional que le da unos rasgos de pertenencia y sentimiento de alteridad frente a los ‘otros’ (grupos étnicos), destacando su etnicidad.

La creación del etnónimo turdetano a partir de la conquista romana supone un constructo teórico por parte de los romanos con un interés claramente propagandístico en aras de su reorganización administrativa. Los turdetanos eran conocidos por ser los más cultos de los iberos y por sus obras escritas sobre sus memorias, poemas y leyes versificadas de seis mil años de antigüedad que, unido a la fertilidad de la tierra, se suma el carácter pacífico y el civismo, su convivencia con bastetanos, oretanos, célticos, túrdulos y púnicos, además de su parentesco con los celtas y su coalición con los celtíberos en sus conflictos bélicos contra los romanos durante la revuelta íbera. 

Diseños

Naprisan, de arte ibérico-meridional. Jesús Vico (colección Cores). Naprisan, de arte ibérico-meridional. Jesús Vico (colección Cores).

Naprisan, de arte ibérico-meridional. Jesús Vico (colección Cores).

Existen otros grupos “caballo y palma” constatados en las monedas de las tribus celtas de los bitúrigos, leucos, veliocases y avernos, esta afinidad tipológica se debe a que los turdetanos vuelven a las tradiciones de la fachada atlántica europea, una hipótesis que ya propuso el catedrático emérito de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla José Luis Escacena Carrasco que ahora se ve corroborada con esta aportación. En los anversos se representa la efigie de una misma deidad femenina en sus distintas advocaciones: frugífera, astral y marina, se trata de una diosa-madre ibérica, punicizada, a la que se rendía culto en el ‘témenos’ o santuario situado al aire libre, en contacto directo con la naturaleza y vinculado al astro que la representaba, en la barra arenosa de La Algaida (Sanlúcar de Barrameda) conocido como Lux Dubia en relación al lucero vespertino o planeta Venus, de ahí que la ciudad romana de ‘Nabrissa’ se conociese con el sobrenombre de ‘Veneria’ en época augústea.

Esta diosa aparece representada en la moneda con un tocado decorado con pétalos en forma de estrella en alusión icónica a un astro que irradia luz, con un penacho y diadema frontal al estilo indígena o con abundantes rizos inspirados en Heracles, pero con rasgos célticos. En ocasiones, aparece ceñida con una ‘tainía’ o cinta con ínfulas, ataviada con un manto, torques, así como flanqueada por uno o dos delfines, unos paralelos que la relacionan con los oretanos, vetones o incluso belos, como  grupo étnico perteneciente a la “cultura celtibérica”, una clara inspiración siracusana de la náyade Aretusa. En definitiva, se trata de una deidad sincrética con las mismas prerrogativas que la diosa púnica Tanit. En los reversos, se representa la fauna endémica de las actuales Marismas del Coto de Doñana, donde tienen cabida el caballo mesteño, acompañado en alguna ocasión de un creciente con astro delante, de clara inspiración gadirita, y la vaca mostrenca,  así como las aves zancudas migratorias que anidan en los humedales y que prefieren, al menos, ambientes mucho más continentalizados con dependencia de agua, como las lagunas del interior. 

Esplendor

Además, en esta ciudad, se da la preponderancia de los linajes, así se contempla en la moneda más antigua del prótomo de caballo unido a un heros equitans que lo guía a través de unas riendas. El interés patriótico de los turdetanos por enaltecer su pasado mítico se ve de manera muy elocuente en la unión del caballo con la palma que dan lugar a la alegoría del pegaso, caballo alado mítico, al que se le atribuye “romper una brecha” con su coz y “hacer brotar” el agua dulce en la cima del Monte Helicón, en Beocia (Grecia), conocida como ‘hipocrene’ o “fuente del caballo”.

El tópico perfecto para explicar el milagro de encontrar agua dulce en un lugar rodeado de agua salada, de ahí su etimología en el semítico nae-pritsa o “manantial”. En cuanto al motivo vegetal identificado como una “palma” es en realidad un árbol de clara inspiración cartaginesa, del “caballo y la palmera datilera”, aunque se trata de un “árbol imaginario” de hojas longitudinales debido a la transmisión de un mito de acuerdo con su idiosincrasia. Un árbol exótico citado en las fuentes clásicas, que nació de la sangre de Gerión, el ser tricorpóreo aldeano y antagonista de Heracles, el héroe civilizador que le dio muerte en su décimo trabajo. Los ‘gerioneos’ son árboles de “múltiples formas” y que crecen sobre el túmulo que se alza sobre Gerión, siendo otra variante en especie del pino y del pino marítimo, con ramas dobladas hasta el suelo cuyas hojas ensiformes miden a menudo un codo de longitud y cuatro dedos de ancho.

En conclusión, el pasado mítico se acepta, tal y como la tradición lo transmite, y la autoridad, en este caso, ‘Naprisan’, la ciudad más floreciente del área de los esteros, lo sostiene, en aras de recuperar un pasado para explicar la realidad del presente, con una perspectiva de progreso futuro, situada a la cabeza de una extensa región con un dominio sobre las vías de comunicación, el comercio y los recursos naturales. Es por esta razón que detentó la supremacía política y económica, así como la coerción ideológica hacia el resto de la población a través del santuario de Lux Dubia citado en las fuentes clásicas. 

Decadencia

La muerte de los turdetanos es la romanización y ‘Nabrissa’ instalada ex novo en las laderas orientales de ‘Naprisan’ supone la aparición de una auténtica dípolis o “ciudad doble”. ‘Naprisan’ pierde su hegemonía y es cuando aparece ‘Nabrissa’ romana citada por Estrabón, al menos, dos veces como polis ubicada a orillas del estero del mismo nombre, así como su carácter indígena; Plinio el Viejo la considera uno de los oppida del conventus Hispalensis, en el estuario del ‘Baetis’ y le da el sobrenombre de ‘Veneria’; Silio Itálico la menciona como ‘Nebrissa’ que, según el catedrático emérito de Filología Latina de la Universidad de Sevilla José Antonio Correa Rodríguez, sería un topónimo ficticio relacionado con la etimología ad hoc de nebris que significa “piel de cervatillo” dando lugar a una ‘fundación mítica’, quedando completamente desacreditada y, por último, Ptolomeo la cita en su lista de ciudades turdetanas.

 

 

 

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