Andalucía

Andalucismo a mi manera

  • La principal celebración del 28-F es una gala, apta para todo tipo de públicos, como la versión andalucista de Juanma Moreno

Juanma Moreno, este martes, con el grupo Siempre así, galardonado este 28-F-

Juanma Moreno, este martes, con el grupo Siempre así, galardonado este 28-F- / Juan Carlos Muñoz

La entrega de medallas del 28-F se ha convertido en una magnífica gala, a la que le sobra, no obstante, más de media hora y un puñado de galardones. Por más que se agilice el evento, por más que corra una vulgarizada Eva González, 21 premiados son demasiados para un único acto, dos horas y media en el teatro de la Maestranza es una duración apta para los melómanos que admiran a Richard Wagner, pero es un tiempo excesivo para la celebración del acto central del Día de Andalucía. Aun así, el Gobierno de Juanma Moreno ha logrado dejar muy atrás la estética administrativista que inspiraba las aburridas entregas de medallas de décadas pasadas. Ha ganado el espectáculo, aunque la gala se ha comido el sentido reivindicativo, autonomista o memorialista del 28 de febrero. Digamos que todos somos andalucistas.

Horas antes del 28-F, el Centro de Estudios Andaluces (Centra) publicó un sondeo en el que este instituto de la Consejería de Presidencia se retrata más a fondo que los propios encuestados. Los andaluces se identifican tanto con Andalucía -y es mucho- como con España, se sienten muy andaluces y muy españoles, aman la bandera blanca y verde tanto como la roja y gualda, y nunca olvidan como pulsión permanente el sentimiento de pertenencia a una provincia. Y en eso es en lo que Juanma Moreno acierta, cada una se siente andalucista a su manera, lo suyo es un sentimiento, una emocionalidad ajena a cualquier significación política. De hecho, en el mismo sondeo se da cuenta de que la gran mayoría de los encuestados no sabe qué significa la conmemoración del 4 de diciembre, a pesar de que los andalucistas de Alejandro Rojas Marcos y los nacionalistas de izquierdas se refieren a la recuperación de esta fecha como una anhelo común del pueblo andaluz. Nada más lejos de ello. Sólo lo recuerdan quienes lo vivieron.

Cada presidente de la Junta ha sido andalucista a su modo. Plácido Fernández Viagas, el primero de todos, el de la preautonomía, creía en el autogobierno por una cuestión social, Rafael Escuredo lo fue en el sentido clásico, y Manuel Chaves lo hizo institucional. José Antonio Griñán se lo encontró, y Susana Díaz lo era del modo natural de quienes en el colegio celebraban el Día de Andalucía con flauta, pan y aceite de oliva.

Juanma Moreno es un gran organizador de eventos, ya no cabe la menor duda, el tono de su alocución final, muy alejado del discurso político, iba parejo con la naturaleza del acto, fue el de un mitin o el de un entrenador a su equipo de basket a las puertas de una final. Orgullo y emoción. "A esta Andalucía no le empata nadie", enfatizó el presidente de la Junta en una intervención donde sí clavó dos puyas en el lomo del Gobierno. La primera, sobre el supuesto trato de favor que se le da a otras comunidades, a las que "siempre, siempre, siempre" se les pone "alfombra roja". La segunda hizo más daño, al referirse a una herida por la que sangra el Ejecutivo de Pedro Sánchez: la ley del sólo sí es sí. Moreno criticó que la ley aún no se hubiese reformado y aseguró que, en Andalucía, la Junta da cobijo a las mujeres que han sido víctimas de agresores que saldrán antes de prisión.

Juanma Moreno ganó las elecciones de junio pasado, con una mayoría absoluta holgada, porque su gestión no causó damnificados, porque no hizo enemigos y porque aún es pronto para que se eche de menos a los anteriores. El presidente ha abrazado al andalucismo, pero el andalucismo, fuera lo que fuese, se ha esparcido de tal modo que puede ser aceptado por la gran mayoría. Casi unánime. ¿Qué es ser andalucista? Querer Andalucía, no por encima de todas las cosas, sino al mismo nivel que aquello que se estima. Según el sondeo del Centra, un acento, y de ahí el homenaje a Lola Flores en modo de Hija Predilecta de Andalucía a título póstumo.

Porque la estructura del medallero de cada 28 de febrero sigue un guión, el que después debe funcionar en la gala. Funcionó Lola Flores, representada por lo mejor que tuvo la jerezana, sus hijos -en este caso, Rosario- y funcionó David Bisbal, que cantó muy bien lo que todo el mundo deseaba al cabo de dos horas y media: el himno. Funcionaron bien algunos amenizadores, como el arpa flamenca de Ana Crismán, y otros carecieron de sentido, como los dos hijos de Javier Imbroda, pero el conjunto se salvó por el tanguillo de Julio Pardo, la mencionada intervención de Bisbal y la aplaudida versión de My way por Siempre Así. A mi manera. Como el andalucismo donde todos caben.  

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