La opinión invitada

En la boca del lobo

  • El autor advierte de los peligros recolonizar esta especie en zonas ganaderas.

La Edad Media fue pródiga en cuentos y fábulas y muchas se hubieran perdido de no ser por narradores como Charles Perrault, a quien debemos que el inocente personaje de Caperucita Roja y su fiero antagonista, el temible lobo, hayan llegado hasta nuestros días. Ese es el lobo que conocemos hoy en Andalucía, un personaje de cuento. Al menos así ha sido hasta el pasado abril, cuando los ganaderos andaluces se despacharon con la inquietante noticia de que la Consejería de Medio Ambiente plantea declararlo "especie en peligro de extinción" para después "recolonizar" el monte, las dehesas y las fincas ganaderas. Al menos esa fue la propuesta que se presentó en el Consejo Andaluz de Biodiversidad el pasado 26 de abril y que Asaja rechazó.

El único argumento esgrimido por la Dirección General del Medio Natural para sostener tamaña insensatez es que tenemos "la obligación de conservar todas las especies". Argumento curioso para el lobo, en franca expansión en una Península Ibérica donde la especie en retroceso es la especie ganadera, la auténtica damnificada por estas actuaciones.

La experiencia en España demuestra que la convivencia entre el lobo y el ganado es imposible y se traduce en cuantiosas pérdidas. Los daños anuales superan los 5 millones de euros y, en muchas ocasiones, terminan por expulsar al ganadero del monte. Es una utopía insostenible predicar la convivencia pacífica en zonas de ganadería extensiva.

El lobo, sin necesidad de programas de apoyo, ni de declaraciones grandilocuentes, ni de más dinero público mantiene su presencia en algunas zonas serranas de Andalucía con gran cobertura vegetal, núcleos de población distantes, baja densidad de población, poca o nada de ganadería y una escasa red viaria asfaltada, como son las zonas tradicionales de Cardeña, Montoro, Andújar y Despeñaperros. Sin embargo, pretender que este depredador "recolonice" áreas articuladas en torno a la ganadería extensiva en de las que el lobo lleva más de un siglo ausente es una barbaridad.

Desde Asaja, y en particular desde el sector ganadero, hemos demostrado durante muchos años nuestro compromiso con la conservación y la defensa del patrimonio natural, y hemos colaborado con Medio Ambiente en muchos proyectos, pero siempre desde la sostenibilidad y el respeto a los planteamientos de agricultores y ganaderos.

Por ello debemos rechazar la propuesta para "recolonizar" de lobos la sierra de Hornachuelos, la Sierra Norte de Sevilla, el Guadiato-Bembézar, el Guadalmellato y las Cuencas del Rumblar, Guadalén y Guadalmena. Un área que cuenta con más de un centenar de municipios que tienen en la ganadería su principal actividad económica. Sólo en la comarca de la Sierra Norte de Sevilla coexisten 80.000 cabezas de ibérico, más de 220.000 ovejas y cabras, 22.000 vacas y casi 9.000 colmenas, es decir, una ganadería muy activa y a la que acompaña una fuerte presencia de población rural.

Esta insensata propuesta se ha redactado sin contar con las bases, de espaldas a los agricultores, los ganaderos y sus interlocutores representativos, las organizaciones agrarias. Se está tratando de imponer un proyecto desde arriba hacia abajo, todo lo contrario de lo que exigiría el respeto y el buen juicio.

En un intento por silenciar discrepantes se nos dice que el plan será sólo de concienciación y sensibilización. Comenzará en octubre y se desarrollará hasta 2020 con el apoyo de un programa LIFE cofinanciado por la UE que aportará 1,6 millones de euros para "modificar la percepción que tiene la población rural de la especie, intentar cambiar la mentalidad, mejorar la información en sectores claves, conocer la actitud de la población rural frente al lobo y dar a conocer el valor añadido de la presencia del lobo".

Pues bien, para dar respuesta a todos esos objetivos se podían ahorrar el plan y sobre todo el gasto de tanto dinero público, bastaría con preguntar en cualquier pueblo de Andalucía, o mejor aún, en cualquier pueblo de Galicia, Asturias, País Vasco, Cantabria, Castilla y León, La Rioja, Madrid, Castilla-La Mancha y Extremadura, donde los archivos de las consejerías de Medio Ambiente y Agricultura rebosan de quejas y expedientes de ataques, muertes, abortos, ganado huido, daños por baja fertilidad, peticiones de autorizaciones de control de lobos y demandas de indemnizaciones y compensaciones por las muertes de ganado.

Por tanto, este plan de recuperación y "recolonización" supone una amenaza para el mundo rural y para los ganaderos andaluces, que son quienes mantienen los rebaños que garantizan la preservación del medio natural. Si a los ganaderos se les da otro empujón terminarán por abandonar las dehesas. Nos quedaremos sin el ganado y sin su magnífica carne y sus productos derivados y se perderán las propias dehesas, que se convertirán en manchones cerrados de vegetación salvaje, el caldo de cultivo perfecto para los incendios.

La Junta no debe abrir la puerta al lobo, antagonista de la ganadería y del medio rural. No debería gastar energías ni dinero público en este experimento. Sin embargo parece que una vez más se antepone la voracidad en la búsqueda de más fondos europeos a la inteligencia y la cordura necesarias para fijar los objetivos sostenibles en los que emplearlos.

Sería mejor que la Junta focalizase la materia gris de sus estrategas en resolver cuestiones como la sanidad animal (tuberculosis bovina o lengua azul), la simplificación de la burocracia, la "seca" de la encina, la agilización de permisos y autorizaciones para podas y labores forestales, la convocatoria puntual, ágil y diligente de líneas de ayudas forestales dotadas con el presupuesto suficiente o la autorización del control de predadores alóctonos como el meloncillo (mangosta africana). Temas vitales para asegurar el futuro de la cabaña ganadera y por ende de ganaderos y dehesas.

Desde esta publicación apelamos a la sensatez de la Presidenta de Andalucía para que impida que la Junta se meta en la boca del lobo. Aún podemos evitar que este Gobierno pase a la historia como el verdugo de los últimos ganaderos extensivos de las sierras andaluzas.

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