Tribuna

Rafael Blázquez

Concejal del Ayuntamiento de Córdoba

Faltaba poco … y habló Trump

Faltaba poco … y habló Trump Faltaba poco … y habló Trump

Faltaba poco … y habló Trump

Ea, ya lo ha dicho: que los Estados Unidos pasan del cambio climático y se salen del Acuerdo de París. Es la forma que tiene Trump de celebrar el Día Mundial del Medio Ambiente. Unos días antes del 5 de junio de 2017, el presidente de los EEUU nos recuerda que le importa un bledo la humanidad, el clima, el planeta y todo aquello que no sea su ombligo. La cosa pintaba ya suficientemente mal antes de que Trump cantase; ahora pintan bastos, definitivamente. El Acuerdo de París dice que, para mantener la habitabilidad de ciudades como Córdoba, toca conseguir que la temperatura del planeta no suba más de 2 grados, a ser posible menos de 1,5, y lamentablemente ya nos hemos sobrepasado en 1. O sea, que el margen es estrecho, y para colmo el Acuerdo de París ponía sobre la mesa sólo las intenciones, pero no las reducciones concretas de gases de efecto invernadero que cada país tendría que acometer. Esas concreciones se irán haciendo en los próximos años, pero ahora sabemos que el país más poderoso del planeta, y el mayor responsable de todo lo que se ha calentado este desdichado mundo, pasa de todos y de todas y hará lo que le salga del flequillo a su querido presidente.

El Acuerdo de París no es la panacea, pero es lo que tenemos. Eso sí, una pena que no hubiésemos acordado salvar el clima hace 25 años, en lugar de hace dos, porque las posibilidades hubiesen sido mayores, evidentemente. Ahora, este reto, al menos de boquilla, lo asume el mundo entero, menos el país que podría tener más fuerza para cambiar voluntades y se erige más bien como un imperio arrollador del acuerdo. Afortunadamente la reducción de emisiones no depende sólo de la buena voluntad de los países contaminantes, depende también de la disponibilidad de combustibles para seguir quemando a nuestro antojo. Y ahí el asunto se pone paradójicamente interesante, porque coinciden en el tiempo el punto de inflexión de evitar el cambio climático más catastrófico, con el irremediable declive de la era del petróleo, y el resto de combustibles fósiles. O sea, que reducir las emisiones lo vamos a hacer, porque en 15 ó 25 años probablemente no sacaremos petróleo en el mundo que proporcione más del 15 ó 25% de la energía neta que obtenemos hoy de ese combustible. Y, por cierto, en la mayoría de países, España por ejemplo, no hemos planificado cómo afrontaremos tal reto de funcionar con mucha menos energía sin que colapse todo. Las emisiones de gases de efecto invernadero se van a reducir, "crea o no crea" Trump en eso del cambio climático, el problema es que para no desbocar el calentamiento global del clima necesitamos que esa reducción se produzca cuanto antes, ayer mejor que mañana. Ése es el problema. Todo va a cambiar, pero tenemos muy poco tiempo para conseguir que ese cambio sea "manejable". Si reducimos el consumo energético más rápido de lo que caigan los recursos, entonces podremos seguir construyendo un nuevo mundo, en un ambiente más cálido, sí, pero con un valle del Guadalquivir habitable. No será fácil, pero sí posible. De hecho, es el único camino viable: transitar hacia una economía más ecológica, justa y sostenible, menos dependiente del petróleo y más adaptada a los nuevos escenarios climáticos. Poner al mundo en transición es lo que toca, pero en ciudades especialmente vulnerables, como la nuestra debiera ser nuestro mayor proyecto de ciudad. Conviene recordar que permitir que la temperatura del planeta suba 2 grados, implicaría en Andalucía más del doble, o sea, probablemente ni aceite, ni vino, ni bellotas, ni turismo...

¿Lo estamos haciendo? ¿Estamos a nivel local asumiendo los retos necesarios para iniciar una transición?… aún no. Algunas personas nos estamos empeñando en que se haga, y se están sentando algunas bases, pero la tarea requiere de una implicación global de toda la ciudad, además del liderazgo serio de la institución municipal. Los cambios que se precisan implican rediseñar el sistema agroalimentario y la movilidad en nuestras ciudades, aumentar lo verde y reducir el consumo energético en todos los ámbitos. Pero fundamentalmente necesitamos un cambio de conciencia y erigirnos todas y todos en defensores de las generaciones presentes y futuras. Atender la emergencia que ya tenemos y prepararnos para la que viene, eso es lo que debemos hacer, aunque a Trump le importemos tú, yo y nuestros hijos un comino. El futuro va a ser radicalmente distinto… de que sea para bien o para mal, aún está parcialmente en nuestras manos, pero el tiempo se acaba. Así que a transitar toca, de la burbuja imposible al decrecimiento sostenible. Se puede, aún se puede, ¡sí, se puede!

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