Este país se encuentra inmerso en una encrucijada de difícil solución a cuenta del asunto catalán y de los desvaríos de quienes dirigen la política de esa comunidad autónoma. Esta Córdoba nuestra también tiene sus problemas domésticos por aquello de que hemos visto cómo el proyecto de ordenanzas para 2018 ha hecho aguas por la ruptura del cogobierno de PSOE e IU con Ganemos. Como consecuencia, nuestra alcaldesa ha retado a la agrupación verde a que le presenten una moción de censura junto al resto de la oposición. En fin, dos asuntos que tienen su miga y, cada uno a su nivel, interesan y son importantes.

Pero sin restarle importancia a estas cuestiones, me quedo esta semana con lo ocurrido en el Congreso de la Sociedad Europea de Oncología Médica (SEOM) que se ha celebrado en Madrid y que ha reunido a 23.000 profesionales de 130 países. En esta cita se ha concluido que unos 2.500 pacientes con cáncer no tendrían en España acceso a nuevos tratamientos antitumorales que, pese a estar aprobados por las autoridades europeas, no cuentan todavía con financiación pública. El doctor Miguel Martín, presidente de la SEOM), ha advertido de que el gasto en tratamientos oncológicos "en algún punto será inabordable", por lo que "habrá que llegar a algún tipo de consenso o regulación para ver qué es lo que somos capaces de pagar". También reconoció que en España el acceso no es homogéneo y que más de una negativa a financiar un determinado fármaco, lo que se produce es "el uso de una serie de trampas para retrasar la aprobación en determinadas autonomías", que son las que tienen que hacerse cargo de los costes.

Seguramente, estas afirmaciones habrán pasado inadvertidas para muchos (hagamos autocrítica también los medios), pero a un servidor le parecen preocupantes. Que expertos de este nivel digan que hay comunidades autónomas que ponen en marcha argucias para demorar el pago de medicamentos que pueden significar que una persona supere una enfermedad como el cáncer me parece mezquino y, si me apuran, hasta rastrero. Durante los años duros de la crisis, esa que dicen que se ha ido pero que nadie se atreve a asegurarlo con rotundidad, escuché a más de un político decir que "lo urgente, antes que lo importante", en referencia a la atención básica que necesitaban muchas familias que habían caído a una situación de pobreza. Seguramente, aunque con matices, tenían razón al defender esa posición. Sin embargo, en el caso que nos ocupa sobre la salud coinciden ambos calificativos (urgente e importante) están al mismo nivel y mal vamos - y pero nos irá- si además no levantamos la voz.

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