Lo imposible sólo tarda un poco más. Eso es lo que decía un activista de la Plaza de Mayo argentina. Hace unos días, Argentina dio un ejemplo al mundo. La justicia condenó, por primera vez y con varias cadenas perpetuas, a los responsables de los vuelos de la muerte, el sistema de exterminio que acabó con la vida de unas 4.000 personas, lanzadas al océano desde aviones militares después de haber sido drogadas. La sentencia del mayor juicio de la historia de este país, la llamada megacausa de la ESMA, se saldó con 54 imputados por los delitos cometidos contra 789 víctimas. Hoy, las paredes ensangrentadas de la antigua sede de la ESMA son el centro de recuperación de la memoria del crimen, un ejemplo mundial de cómo convertir un lugar de horror en otro de aprendizaje para inocular anticuerpos en las siguientes generaciones. España aún no ha sabido hacer algo así en casos con tanta gangrena como, por ejemplo, el Valle de los Caídos. Aquí no se ha juzgado a ningún cargo de la dictadura y vamos camino de convertir a Carrero Blanco en un héroe de la democracia, camino asegurado mientras tengamos un presidente del gobierno que desconoce por qué se ha cambiado el nombre de una calle de Pontevedra, dedicada, durante décadas, al militar golpista y ministro de Franco Salvador Moreno. Rajoy asegura que continuará utilizando la nomenclatura franquista y con ello seguirá rindiéndole honores al responsable de las 5.000 muertes en la conocida desbandá de Málaga, entre otras lindezas. El nombre de la calle se cambió hace diez años en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica, a la que el Gobierno no dedica ni una sola partida presupuestaria. Ahora se llama Rosalía de Castro.

Más cerca, en nuestra ciudad, la Comisión Local de la Memoria Histórica ya tiene preparada la lista completa de los nombres del callejero que propone cambiar. Entre las que está la calle Cruz Conde, la Avenida Conde de Vallellano y el barrio de Cañero. Esta Comisión compuesta por profesionales, vecinos, representantes políticos y del gobierno central, sólo conseguirá que sus conclusiones sean tomadas en consideración pero no serán vinculantes. El olvido, calles con nombres de genocidas, dirigentes fascistas dando nombre a la trama urbana de una ciudad moderna, torturadores como Billy El Niño paseando impune por las calles, son parte del paisaje de nuestro país. Podemos hacer que nuestra ciudad sea el centro del encuentro, el diálogo y la reconciliación, aplicar la Ley de la Memoria Histórica es un paso fácil y determinante para conseguirlo. Pensemos que lo imposible sólo es más lento.

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