Acabamos de descubrir, gracias a una concejala cordobesa del Partido Popular, que si las mujeres cobramos menos que nuestros compañeros de puesto y categoría, es porque estudiamos menos. Gracias, señora Botellla, por recordarnos que la derecha, o habría que decir las derechas, de este país, esas que veneran la Carta Magna sobre todo para protegerla de una posible ruptura por el noroeste, obvian las desigualdades que sufren las mujeres. Entérense estas derechas de que no hay nada que atente más gravemente contra la unidad del país que ignorar a más del 50% de la población española.

La brecha salarial entre mujeres y hombres se sitúa en un 22,9%. Casi el 70% del empleo temporal a tiempo parcial es realizado por mujeres. Los hombres cobran, de media anual, 25.993 euros, frente a los 20.052 euros al año de las mujeres. Los hombres, de media, cobran cada mes 613 euros en complementos salariales, mientras que las mujeres perciben 427 euros por estos conceptos. Esos complementos premian tareas o características masculinizadas, como el esfuerzo físico, la penosidad, la nocturnidad o la disponibilidad horaria. Las mujeres sacan mejores notas de media en grados y posgrados, pero son pocas las que consiguen llegar a lo más alto del escalafón de la docencia. Las notas medias en los posgrados son de 8,23 para las mujeres frente los 8,09 de los hombres, pero la media de catedráticas en las universidades públicas española es un 21%.

Es evidente que necesitamos más y mejor democracia, una democracia garantista que no permita discriminaciones estructurales que obliguen a las mujeres a ocupar puestos de menor responsabilidad o que la carrera profesional femenina sea sinónimo de temporal. El PP no tiene a las mujeres en su agenda política, ni tiene la perspectiva de género y la filosofía feminista en su programa político. El Gobierno está fuera de juego, en esto también, porque no tiene una respuesta democrática para las mujeres de este país.

En un debate sobre igualdad, afirmé que las mujeres del PP aparcaban el cerebro en la puerta de la disciplina de partido. Saltaron sobre mí como habas tostadas, acusándome de machista, el entonces portavoz del PP en el Ayuntamiento de Córdoba, el señor Nieto, algún pseudopolítico con más pose que dignidad y unos cuantos periodistas, todos hombres, a los que les faltaban algunas lecturas para entender el feminismo. Este caso, protagonizado por la concejala del PP, creo que no es un problema de aparcamiento sino de no tener nada que aparcar.

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