liga 1,2,3

La realidad ya asusta (1-1)

  • Incapaz de superar a un equipo en descenso que pasa a ser rival directo, el CCF se despeña y refleja que sus males necesitan cura urgente

  • La apuesta por Carrión queda seriamente tocada

Las imágenes del Córdoba CF-UCAM Murcia

Las imágenes del Córdoba CF-UCAM Murcia / José Martínez

De un tiempo a esta parte, el Córdoba se ha convertido en una empresa que antepone los beneficios económicos a cualquier otro. Ahí está el ejemplo del reparto de dividendos de la pasada temporada. O la falta de inversión en los últimos mercados. Es la política de Carlos González que parece estar dispuesto a seguir a pies juntillas su hijo Alejandro. De momento, tampoco apareció por el palco, y eso que el de ayer era un partido vital para el presente y el futuro a corto plazo de la entidad. Quizás siguió sus pasos hacia el loft de cristales tintados que el máximo accionista mandó remodelar en verano -ya saben, que no se diga que no hay gasto- para ver como un rey las actuaciones del equipo. Un habitáculo que, en el caso de no estar insonorizado, seguro que le permitió volver a oír cánticos en contra de la gestión de su familia. Porque si hay algo que no soporta el cordobesismo es que lo intenten engañar. Ya está harto de mentiras sin respaldo en el verde. Sobre todo cuando el embuste pone en juego la continuidad en el fútbol profesional, acerca demasiado una Segunda B que hoy es una amenaza más real por las pésimas sensaciones que transmite un grupo cuesta abajo y sin frenos.

El CCF hoy está condenado a pelear por la permanencia, y gracias. Es un conjunto moribundo que no termina de asimilar el giro obligado del discurso sobre el objetivo, que se derrumba ante el más mínimo contratiempo y que no encuentra tampoco respaldo desde la banda. Es lo que hay, no más. Un grupo incapaz de superar a un conjunto en descenso que ya es rival directo víctima de su falta de contundencia en las áreas, de su incapacidad para firmar una obra completa, de esa impotencia que le viene persiguiendo casi desde el inicio del curso. Un bloque que afeó tras el descanso un primer acto aseado en parte por un cambio de registro para terminar desquiciado, marcándose un gol en propia puerta y con diez sobre el terreno de juego, con los papeles perdidos. Por suerte, aún quedan unas horas para buscar soluciones en el mercado, porque si algo ha quedado claro en los dos meses que los mandos llevan en poder de Luis Carrión es que el problema no era sólo de entrenador. Pero la cuerda con Oltra se rompió entonces por el lado más débil, el mismo que ahora vuelve a estar señalado tras una serie de 8 puntos de 21 que en lo que va de año se recrudece aún más (2 de 12). Nada puede descartarse porque cuando uno cree que su dinero puede estar en juego...

Si este equipo no puede ganar a un rival tan falto de calidad, hay que dejar un sitio al miedo a la B

Por ahora, lo único claro para terminar enero es que la apuesta para la presente temporada ha sido un fiasco. La planificación encuentra difícil justificación ni en cantidad ni en calidad, al menos en determinados puestos. Pero la ceguera -no olviden que problema de cash no hay- tiene complicada solución, sobre todo cuando no se quiere. Al menos, esta serie negativa ya ha servido para acercar la realidad. Se acabó mirar hacia arriba, ver más allá de la siguiente parada del campeonato. Se enterró el jogo bonito y se dio la bienvenida al pragmatismo más absoluto, ese que no reniega de dar un pelotazo a zona de nadie, de sacar el balón desde la defensa dándole un paseo por el cielo. El toque y las florituras son para otro momento, o al menos para otras zonas con menor índice de riesgo. Era un viraje obligado desde hacía mucho tiempo que la cabezonería había retrasado más de la cuenta y que por fin ayer se vio en la primera gran final anticipada del curso. Eso permitió dibujar un primer acto aseado, controlado sin mayores problemas, aunque con los habituales apuros para pisar el área rival más allá de la estrategia que empieza a tomar cuerpo con Javi Lara en el campo. Pero como otras veces, el paso del crono fue atrincherando en su área a un equipo miedoso, bloqueado y sin fuerzas para salir que fue un caramelo para un limitadísimo UCAM que recogió el guante para empatar primero y luego amenazar con dar un golpe de gracia todavía peor.

Carrión volvió a agitar el once con tres cambios y plantó un doble pivote de contención con la idea de reforzar la zona defensiva minimizando espacios. La poca entidad del rival facilitó el control de salida, con toque, con incorporaciones de los laterales y balones al área porque superar las líneas del 4-4-2 murciano no era inconveniente alguno. Es más, el egoísmo de Hugo Álvarez tras una lesión muscular facilitó el 1-0 en el primer tiro a puerta de los locales, pues Rodri lo burló en el área con facilidad. Antes de sacar de centro, Francisco ya lo había mandado al banco. Y eso redujo ventajas y permitió al UCAM ir poco a poco entrando en el partido. El juego ya era más de ida y vuelta, bajo mayor control blanquiverde, aunque Vicente y Collantes encontraban agujeros por los laterales, y la fiabilidad de la pareja Rodas-Caro tampoco era total. Es más, por ahí apareció Natalio para plantarse ante Pawel y tirar una vaselina que Jona remachó. Tanto legal que el asistente invalidó. No fue el único error en acciones similares con marchamo de gol, y en ambas áreas. Sustos y poco más que se fueron acumulando hasta el descanso, con la sensación de que la renta era escasa y peligrosa para un Córdoba que había controlado, pero sin capacidad para matar el partido en sus llegadas, que no ocasiones de verdad.

Sí se puede considerar así una carrera de Rodri con volea final interceptada por Fran Pérez con la que arrancó la segunda parte. Puro espejismo. Porque sin hacer ruido, apoyado en los cambios y sobre todo en el miedo de los locales, el UCAM fue apoderándose del encuentro. Con el paso de los minutos y lo exiguo de la ventaja, en el ambiente iba flotando la sensación de que nada bueno iba a pasar. Luis Fernández asustó por primera vez a Pawel con un derechazo excesivamente cruzado al que respondió Rodas con un cabezazo franco a un golpe franco de Javi Lara que se cantó como gol en alguna zona del estadio. Era clarísima, y también la única forma del CCF de pisar ya el área enemiga. Porque como otras tantas veces, las piernas empezaron a pesar, la cabeza dejó de manejar los tiempos adecuados y ni los movimientos desde el banquillo ni los gestos continuos de Carrión lograron reactivar a un equipo que empezó a pedir auxilio. Rodas tuvo que estirarse para evitar un testarazo de Luis Fernández antes de que la falta de recursos de corte defensivo obligaran al técnico a relevar a Luso por Caballero cuando más llovía. Acto seguido, el mazazo del empate fue ya letal. Ni siquiera la entrada a la desesperada de Piovaccari pudo variar el signo del choque, que ya tenía a los murcianos más cómodos, jugando entre los pitos y las protestas de la grada a la gestión de una directiva que aún tiene tiempo para tratar de corregir errores en el mercado y unos jugadores como Edu Ramos que se borraron fruto de la crispación. Hay que salvar esto como sea. Inviertan y tiren de dignidad, por favor, que la Segunda B ya es una amenaza real.

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