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Es mejor ir de la mano

  • La atronadora pitada a Luis Carrión marcó el arranque del encuentro ante el Alcorcón y empañó en cierto modo el triunfo blanquiverde

  • La situación, enquistada, invita a la reflexión

Vivimos en tiempos de trincheras. Del blanco o negro sin ni siquiera contemplar la posibilidad de que entre medias hay una enorme gama de grises y múltiples posibilidades de entendimiento. El conflicto político entre España y Cataluña lo ha puesto de manifiesto en los últimos tiempos. Pero no se equivoquen, no es algo exclusivo de la política. Esa polarización de la sociedad se observa en prácticamente todos sus ámbitos. Olvidando los principios más básicos de la democracia, cada vez tendemos más a imponer la propia opinión, despreciando la de los demás, en un ejercicio insano para uno mismo e injusto para nuestra entorno. Y el fútbol, como tantas otras cosas de la vida, no escapa a esa sensación. Ni el fútbol ni el Córdoba, en ese microcosmos que forma todo lo que rodea a la entidad blanquiverde.

Hace tiempo que Luis Carrión no es un hombre querido por la mayoría de la afición del Córdoba. Eso es al menos lo que se puede extraer de los insistentes -ayer atronadores- pitos que el técnico catalán tiene que soportar cada vez que su nombre se anuncia por la megafonía del estadio. Claro que la mayoría suele ser silenciosa y, aunque el preparador blanquiverde recibe algunos apoyos de la grada antes tales silbidos, los críticos cobran mayor protagonismo cuando el resto esconde su opinión.

Para encontrar el origen de ese desencuentro entre el actual entrenador del Córdoba y ese sector más o menos numeroso de la grada blanquiverde hay que remontarse a la temporada pasada. Carrión siempre fue un hombre mayormente querido por el cordobesismo, que recuerda con cariño su etapa como jugador honrado y profesional que, sin ser de la casa, terminó sintiendo el escudo y la ciudad como tal, hasta el punto de casarse y formar una familia en Córdoba. Fue en la temporada pasada cuando, fruto de algunas malintencionadas interpretaciones de sus palabras, empezó la fricción con la afición. El propio Carrión repasó ayer, tras la victoria de su equipo ante el Alcorcón, algunos de los pecados que se le achacan. Los resultados, su relación con la propiedad y la presidencia, o su procedencia desde las categorías inferiores parecen ser los males que generan unos pitos que, curiosamente, otros técnicos nunca escucharon pese a hacer muchos más méritos que el catalán para padecerlos.

Suele decirse que el cliente siempre tiene la razón y, si extrapolamos -algo siempre complicado- el fútbol a los términos empresariales que muchas veces ha usado el presidente del Córdoba, Alejandro González, la opinión de los aficionados queda amparada por el simple aporte económico que realizan al club, ya sea por medio de abonos o de entradas. Pero más allá de eso, es evidente que los constantes silbidos contra el entrenador, además siempre antes de que el balón eche a rodar, resultan perjudiciales para el equipo y su cuerpo técnico.

Como quiera que la apuesta de la propiedad por Carrión parece firme, la solución más factible pasa por un acercamiento de las partes para solucionar una tensión que el equipo acusa y que no resulta agradable para nadie. Es evidente que tanto la afición del Córdoba como el entrenador tienen el mismo objetivo: ver a su equipo sumar los máximos triunfos posibles, divertirse con ello y alcanzar los objetivos marcados. Si la empresa es compartida, ¿qué sentido tiene mantener posiciones tan distantes y radicalizadas? Luis Carrión, que a buen seguro ha cometido errores como cualquier mortal, hace tiempo que lo entendió y sus palabras siempre son medidas con el máximo respeto cuando se le cuestiona por esa animadversión que su figura levanta en la grada.

El sector crítico de la afición, por su parte, parece tener firme convencimiento en que el catalán debe abandonar su puesto. Ni ahora que los resultados están siendo decepcionantes ni cuando el equipo acabó la pasada temporada pletórico cesaron esas protestas desde la grada. El Córdoba no es un equipo sobrado de categoría como para ganar los partidos en un ambiente frío y desaliñado. El Córdoba necesita a su afición, como cualquier equipo de la categoría, para hacer de su campo un infierno para el rival, para que sus jugadores vayan en volandas. Y esa sensación no terminará de ser completa mientras el recelo hacia Carrión siga tan presente.

En una situación tan enquistada hace falta una profunda reflexión para reconducir objetivos y enfocar el camino de otra manera. Cuando el interés entre dos partes es común, tiene poco sentido mantener posturas tan alejadas. Si algo debemos aprender del momento político que vive España es que las trincheras nunca son buenas consejeras. Tender puentes e ir de la mano siempre será más positivo. Y tanto la grada como el técnico merecen darse una segunda oportunidad.

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