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El triste paseo hacia la tumba (2-0)

  • El Córdoba ofrece otro recital de impotencia para terminar derrotado ante un Cádiz que tuvo siempre el partido donde quiso y lo mató a la carrera

  • La permanencia se queda a nueve puntos, que el jueves podrían llegar a ser diez

Lamentos entre los jugadores del Córdoba.

Lamentos entre los jugadores del Córdoba. / EFE

Por más que trata de disimular sus males, por más que se empeña en esconder sus miserias, el final parece escrito. Ya sólo queda apelar a lo divino, porque lo humano definitivamente no es suficiente para un Córdoba que cada semana da todo lo que tiene sin encontrar recompensa alguna. En Cádiz, ante un rival al que el sol viene alumbrando desde meses atrás con toda la fuerza que ya empieza a acumular el cordobesismo en forma de rabia y frustración, dio un nuevo recital de impotencia. Con balón fue incapaz de hacer daño, más que el que le permitió hacer un rival comodísimo en el papel de dominado que se agarró a la notable actuación de su portero para volver a dejar la puerta a cero. ¡Ay el cero!, esa asignatura pendiente en un conjunto que pese a los retoques volvió a ser muy blando sin posesión, recibió dos goles a la carrera y terminó abatido, roto. Sobre todo, tras ver acto seguido la victoria de un rival directo que deja la permanencia ya a nueve puntos, que podrían ser diez el jueves si el Nàstic saca algo de su visita a El Sadar. Quedan 60 en juego, pero ya apenas hay fuerzas para coger la calculadora, que sólo puede funcionar sumando victorias. De lo contrario...

Como viene haciendo desde su llegada, Jorge Romero planteó el partido sabiendo bien los puntos fuertes del enemigo. Por eso –según explicó luego–, colocó a Pinillos como central zurdo por su mayor velocidad respecto a Joao, para dibujar una zaga inédita con Loureiro por el ausente Fernández en el carril del 2; la entrada de Markovic por el lesionado Aguza fue la tercera variación en un equipo que pronto se encontró una novedad sobre el guion: la presión alta, en tres cuartos de campo, de un enemigo que acostumbra a esperar unos metros más atrás. Álvaro Cervera demostró así saber también del gusto por sacar el balón jugado desde atrás de los blanquiverdes, a los que el esquema se les resquebrajó ya de salida. Sin posibilidad para conectar con fluidez, el pase largo pasó a ser más habitual que de costumbre, y eso fue un regalo para los zagueros amarillos.

Pero ese recurso, como suele pasar en casos de presión máxima –la del rival y la de la clasificación–, también se vio regado de errores. El primero, en una mala entrega de Caro, ya permitió el disparo de Salvi. El segundo, en un mal achique del sevillano, ya provocó el 1-0 de un Álvaro García que ganó la carrera a Pinillos y definió de dulce ante Pawel. Los ojeadores que vinieron desde Italia para ver en directo al utrerano se frotaban las manos; también el Cádiz, pues la cláusula es de ocho kilos. El cuadro local ya tenía el partido donde quería, donde más le gusta. Pero antes de posicionarse de nuevo tuvo que digerir tres sustos en apenas un minuto: un cabezazo que Markovic no supo dirigir a puerta, un mano a mano del serbio tras genial pase de Guardiola que Cifuentes evitó con una manopla espléndida y un uno para uno del pichichi cordobesista tras túnel a Kecojevic que terminó con un zurdazo desviado por la precipitación del golpeo.

Fue un golpe de rabia, un arreón sin continuidad. El Cádiz pasó de inmediato a controlar la situación, sin balón la mayor parte de las veces, apretando arriba cuando tocaba y unos metros más atrás en las escasas ocasiones en las que el CCF conseguía superar líneas. Porque los visitantes eran tremendamente planos, sin ideas, sin movilidad, sin chispa; previsibles en sus intenciones de llegar al marco rival, carente de peligro salvo por un par de testarazos, centrados y sin fuerza, de Caro y Guardiola, y un intento de Jovanovic que murió también sin remisión en las manos de Cifuentes. Enfrente, el Cádiz necesitaba muy poco para dañar. Una carrera, un balón filtrado... Álvaro García midió a Loureiro un par de veces hasta que camino del descanso puso un balón que Dani Romera empaló solo tras dejar con el molde a Pinillos con un simple movimiento; Pawel repelió como buenamente pudo para dejar algo de emoción al intermedio.

El paso por los vestuarios ya sirvió para mostrar un par de variaciones importantes, y relacionadas, en el bando de Cervera. Las molestias de Romera llevaron al técnico a meter a Carrillo, un ariete con buen juego de espaldas que le vino de perlas para tirar al equipo a campo propio, dejando la presión alta para contadísimas ocasiones. Como cabía esperar, con menos metros que tapar el entramado defensivo amarillo multiplicó su efectividad. El Córdoba, sin cambios, se perdía en pases horizontales y hasta hacia atrás, incapacitado para romper líneas, negado a la hora de filtrar balones verticales, sin huecos por los que penetrar. Pero aún con esos problemas, Cifuentes tuvo que volver a aparecer con una mano salvadora para sacar una volea de Jovanovic, que pasó a ser la principal vía de escape cordobesista. La chispa del balcánico pasó a ser el clavo ardiendo, aunque sin continuidad por el buen hacer de Bijker en la contención. Con todo, ante la falta de movimientos en el banco, suyas fueron las dos siguientes llegadas, con otra volea que en esta ocasión no encontró portería y un disparo de exterior que repelió otra vez el meta.

Con algo menos de media hora para el final, Jorge Romero empezó a agitar el equipo. Primero con la entrada de Alfaro, luego con la de Waldo, que terminó por descoser al CCF. No por la actuación del debutante, sino porque la salida de Loureiro supuso un caramelo que Álvaro García no tardó en aprovechar. La primera carrera sin el gallego enfrente supuso el 2-0, tras una maniobra de Carrillo y un nuevo error a la hora de tirar el fuera de juego. Mirar hacia adelante sin mirar hacia atrás nunca puede ser bueno, sobre todo cuando los problemas ya ha quedado claro que está en el balance defensivo, en la dificultad para cerrar esa sangría. Ese segundo mazazo ya dejó sin respuesta a los blanquiverdes, que apenas si lo probaron con un zurdazo lejano de Jaime Romero otra vez bien repelido por Cifuentes antes de lamerse las heridas tras un nuevo tropiezo que dificulta aún más el camino hacia la liberación. Un partido menos para el final, dos puntos más de déficit. La ecuación continúa sin salir...

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