Por irracional que resulte el fútbol, hay situaciones que se ven venir de lejos. Y ayer la victoria del Córdoba no parecía nada clara viendo el desempeño de los blanquiverdes sobre el césped. La falta de tensión en la primera parte fue alarmante, pero no tanto como la incapacidad para serenarse y cerrar el triunfo en el tramo final del partido.

No pareció de inicio que en el partido de ayer hubiera tanto en juego para ambos equipos, por la poca intensidad con la que comparecieron y de la que se contagió rápido el público. Y eso que el Mirandés no tardó demasiado en dejar claras sus limitaciones, sobre todo en defensa, y a pesar de su innegable voluntad. El Córdoba, que empezó atacando bien por los costados, pronto se vio contagiado del ritmo cansino que impuso el conjunto burgalés. Las imprecisiones de Javi Lara lastraron mucho a su equipo, incapaz de atacar con fluidez y aprovechar el excesivo espacio entre líneas del Mirandés.

El tanto de Caro, en una jugada aislada, espabiló al Mirandés y los nervios se comieron literalmente al Córdoba. Carrión reforzó al equipo con dos mediocentros defensivos pero ni eso bastó para tener el balón (bastaba eso simplemente) y dejar morir el choque. Ni una contra con el Mirandés volcado, y pasó lo que tenía que pasar. El pánico ya se ha instalado en El Arcángel.