LaLiga 1|2|3

La elasticidad del amor (2-0)

  • El Córdoba se reconcilia con su afición con un partido serio que rubricaron los goles de Sergi Guardiola y Carlos Caballero tras el descanso

  • El cambio de actitud devolvió la puerta a cero

Los jugadores blanquiverdes corren a felicitar a Carlos Caballero, autor del 2-0.

Los jugadores blanquiverdes corren a felicitar a Carlos Caballero, autor del 2-0. / José Martínez Asencio

Un segundo, sólo eso, basta para cambiar el desapego por el amor más entregado. Es el tiempo que se necesita para dar un beso, hacer una caricia, decir un te quiero... o anotar un gol y conducir así al placentero orgasmo de manera conjunta a una masa que no pensaba en el feliz desenlace. Pero las situaciones pueden dar un giro por voluntad propia o del prójimo, aunque la manera más corta de alcanzar el fin deseado sea la conjunción de pareceres.

El cordobesismo apareció ayer en El Arcángel deseando la reacción de su equipo, pero temiendo que todo un aspirante al ascenso como el Tenerife torciera otra vez la tarde. Quería confiar en los suyos, aunque le faltaba hallar un asidero al que agarrarse, algo en lo que creer. Y lo encontró por fin, para a la tercera abandonar el estadio con una sonrisa que le permite ver el futuro más despejado, con más luz. Porque el Córdoba firmó una actuación notable, la mejor de largo desde que arrancó el campeonato.

Estuvo más fiero y solidario sin la posesión, apretó con más inteligencia e intensidad tras cada pérdida -hubo alguna laguna de continuidad-, supo jugar a lo fácil y exprimiendo sus virtudes, y con todo eso controló la situación hasta minimizar en gran parte del encuentro a un rival que dio una pobre imagen, con el cero en los marcadores y sobre todo al verse por debajo tras el golazo de Sergi Guardiola al que luego puso la rúbrica Carlos Caballero ya al borde mismo del tiempo de alargue. La guinda a una tarde perfecta.

Como cabía esperar viendo la presencia en el banquillo de Sillero, Carrión apostó por primera vez de salida por juntar arriba a Jona y Sergi Guardiola, dibujando un 4-4-2 con la otras otras novedades de Pawel en la portería, Joao Afonso en la zaga y Alfaro en el costado derecho. La idea, más allá del dibujo, no era otra que presentar un equipo más valiente, más ofensivo, más descarado. Y con todo eso, que apretara con un punto más de intensidad y coherencia, que mordiera y dificultara las tareas ofensivas a un Tenerife que si se caracteriza por algo es por mantener bien el orden, dejando jugar al contrario para hacer daño en transiciones vertiginosas, en pocos pases, buscando siempre el espacio.

El Córdoba firmó su mejor actuación en lo que va de liga, y eso que falló un penaltiMás decidido sin balón y con las ideas claras con él, el cambio de imagen fue palpable

Pero para eso hay algo básico más allá de esquemas y planteamientos. Y de salida el equipo dejó las primeras dudas, pues una primera pérdida en la medular permitió a Malbasic pisar área a la carrera, aunque Pawel, bien colocado, atajó su zurdazo. Era el primer minuto y quien más y quien menos ya se había imaginado en el estreno ante el Cádiz. Por suerte, la continuación fue diferente. Porque el CCF poco a poco fue a más y pasó a controlar la situación con unas líneas más adelantadas, más juntas, y un espíritu combativo mayor. Eso le permitió mandar durante la parte inicial del choque, entrando bien por la izquierda con Javi Galán y Pinillos, y sabiendo exprimir las segundas jugadas a las que obliga en parte la ausencia por lesión de Javi Lara.

Jona fue el primero en avisar con una maniobra dentro del área que tras tocar en Carlos Ruiz obligó a Raúl Cámara a meter el pie cuando Javi Galán estaba ya para empujarla. Poco después fue Aguza el que lo intentó con un zurdazo desde la frontal que se perdió junto al poste y acto seguido repitió el hondureño con un cabezazo excesivamente cruzado tras envío de un Pinillos más incisivo en las tareas ofensivas. El Córdoba estaba bien, pero cualquier movimiento al espacio, en ese juego sin la pelota tan importante como con ella, le descolocaba por la falta de contundencia al corte. Y eso es un peligro ante un enemigo como el Tenerife que necesita de muy poco para crear peligro, todo un especialista en aplacar los ánimos del rival para de buenas a primeras meter una marcha más y hacer mucho daño. Lo intentó Malbasic de nuevo lanzado por Aitor Sanz, pero se topó otra vez con Pawel antes de dar paso a un notable cuarto de hora final del primer acto de los blanquiverdes.

Sin hacer nada del otro mundo en la elaboración, con un juego sencillo y efectivo aprovechando el buen trabajo de espaladas de Jona y Guardiola, y el desequilibrio habitual de Galán, el Córdoba pasó a dominar con relativa claridad. Eso sí, como en otras ocasiones, más de las esperadas en este inicio liguero, el último pase, la definición, se seguía echando en falta. Para muestras, un libre directo y el rechazo posterior de Jona que entre Dani Hernández y la zaga desviaron, un cabezazo de Josema tras un córner y, sobre todo, un penalti que el meta adivinó a Sergi Guardiola -el jumillano se lo había sacado a la perfección a Camille- ya con el tiempo cumplido con una buena estirada.

El error, como suele ocurrir cuando uno está nublado por la frustración, fue la excusa ideal para abrir el libro de las críticas. Que si sin carrera no se puede tirar un penal, que si no iba ajustado, que si iba flojo... Nada que pueda sorprender a estas alturas de la película. Y nada que sirva para mermar el estado de ánimo de un futbolista que se ha tenido que hacer así mismo tragando mucha Segunda B. Guardiola tiene hambre y así se muestra cuando pisa el verde, con más o menos fortuna. Por eso siguió igual, a lo suyo, tras el paso por los vestuarios, que más allá de un doble intento chicharrero en las botas de Juan Carlos a balón parado, dibujó el mismo panorama dominador de la escuadra cordobesista. Quizás con un punto más de fluidez, de intensidad. Porque Carrión ajustó conceptos defensivos, el equipo apretó más diligente, robando más arriba y haciendo que el partido se jugara de manera mayoritaria en el campo enemigo. Sólo faltaba, como tantas veces, finalizar con acierto.

Le faltó a Javi Galán, que lo probó de lejos con un latigazo que no halló portería. Lo buscó Jona al bajar un pase de Josema al que se anticipó luego Dani Hernández. Y por fin lo encontró Sergi Guardiola, quién si no, poco después de la hora de juego para culminar una jugada de tiralíneas, al toque corto. Por primera vez este curso, el CCF mandaba en el marcador en El Arcángel, pues ya lo había hecho en Albacete y Lorca, donde sumó sus otros dos triunfos, el segundo de ellos en la Copa. Quedaba por ver ahora la reacción de un Tenerife maniatado por los locales, sin ideas, que hasta el momento parecía dar por bueno el reparto de puntos. Martí agitó el frente ofensivo, metiendo más compañía para Longo con Casadesús y Montañés, pero apenas se tradujo en un buen disparo del primero al que respondió a la perfección Pawel con una manopla abajo.

Esperando la lógica reacción tinerfeña, Carrión dio aire al centro del campo con Caballero. La idea era buenísima, pero chocó con la aparición del cansancio y el paso al frente de los visitantes, que al fin pasaron a jugar algo más en campo contrario ante un CCF que sufragaba el peligro con carreras, esfuerzo e intensidad. Tocaba sufrir para mantener la renta, aunque a decir verdad las apariciones de los insulares por el área eran escasas, frenadas en su gran mayoría por la excelsa labor de desgaste de Edu Ramos en la zona ancha.

Fueron unos minutos de agobio, más por lo que podía pasar que por lo que presentaba en sí el partido, que terminaron de disiparse cuando al paso por el minuto 90 Carlos Caballero hizo el segundo y definitivo gol. Un tanto reivindicativo para el madrileño -le sobró llevarse la mano a la oreja en la celebración- y para un equipo que empieza a ver el futuro de otra manera tras su segundo triunfo de la temporada, el primero en El Arcángel. Hoy es un día de vino y rosas, ¿mañana? Mañana habrá que trabajar otra vez para que el amor, elástico como es, vuelva a ser compañero de viaje y ya no se apague jamás. Por ahora toca exprimirlo al máximo, que ya habrá tardes peores.

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