Córdoba CF - Real Oviedo

Una borrachera de pura felicidad (4-2)

  • El Córdoba se queda a sólo un punto de certificar su permanencia tras una sobresaliente actuación que le sirvió para golear a un Oviedo, mutilado por su propia zaga, al que deja virtualmente fuera de la lucha por el 'play off'.

Las imágenes del Córdoba-Oviedo

Las imágenes del Córdoba-Oviedo / J. Martínez

Ya era hora de tener una tarde feliz en El Arcángel, un estadio que en las tres últimas temporadas ha padecido bastante más que celebrado. Pero ayer disfrutó de lo lindo, con una actuación sobresaliente de un equipo que está a sólo un paso de abrochar su permanencia en la categoría de plata. No es para hacer la ola ni sacar pecho, pues es sólo la obligación con la que todos parten al inicio del curso, si bien hay cuatro que no llegarán a la meta con la sonrisa que ya luce en el rostro del cordobesismo. La goleada ante el Oviedo, al que deja virtualmente sin opciones de jugar el play off, coloca el objetivo a tiro de un simple empate a falta de dos jornadas, la primera ante un Rayo que ya está matemáticamente salvado y la definitiva ante un Girona que el próximo domingo debería estar en Primera. El escenario no puede ser más positivo, y eso es un notición difícil de imaginar hace un puñado de semanas.

Pero ese panorama empezó a divisarse ya conforme avanzó el domingo, con la derrota del Alcorcón y los pinchazos caseros del Elche y el Mallorca que dejaron en anécdota el triunfo del Nàstic. Y con esa motivación, que esta vez fue de todo menos presión, el Córdoba salió al campo enchufadísimo. Algo a lo que ayudó que el primer error, grosero, de una zaga carbayona que tuvo una tarde aciaga lo aprovechara a la perfección Piovaccari para poner el 1-0 a los 37 segundos de partido. A alguno seguro que lo pilló andando aún por los pasillos o acomodándose en su asiento, aunque lo festejó igualmente. Porque mejor no podía empezar la enésima final de este último tramo del campeonato que ha convertido El Arcángel en un fortín inexpugnable para cualquier visitante, también para uno de los peores equipos a domicilio de la campaña como el Oviedo. Un equipo, el de Fernando Hierro, que insistió en demostrar su endeblez cuando tras unos tímidos intentos de Susaeta y el ex blanquiverde Nando, encajó el 2-0 a los 11 minutos. Otra vez Piovaccari, aprovechando los agujeros de la retaguardia visitante, acertó a batir a un Juan Carlos que ya había temido nuevamente por su integridad con un centro-chut de Alfaro y otra arrancada al espacio del italiano.

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Porque el Córdoba dominaba sin acumular posesión, dejando jugar a su enemigo y saliendo rápido a la contra para mayor lucimiento de una pegada inusualmente efectiva. Un planteamiento posible merced al compromiso, intensidad y concentración defensivas que mostró el equipo de Carrión al que se sumó un inspiradísimo Pawel, determinante para cortar cualquier atisbo de reacción cuando detuvo una pena máxima a Toché. El golpe para el cuadro asturiano fue brutal, más si cabe cuando acto seguido una nueva desaplicación defensiva permitió a los blanquiverdes hacer más grande la brecha con el tercero, obra de Alfaro. En poco más de media hora, el partido estaba finiquitado. Fue la mejor forma de cortar las alas a un rival que empezaba en esa fase a jugar más en campo rival y que ya frenaba las salidas a la carrera del cuadro cordobesista, que respiró cuando en la última previa a tomar el camino a los vestuarios el tiro de Nando murió en el larguero.

Si duro fue el palo en el primer tiempo, la frustración ovetense no cambió un ápice tras el paso por los vestuarios. El esperado paso al frente tras la bronca segura de Hierro en la caseta quedó en nada porque al poco de reanudarse el choque Javi Lara amplió la goleada con un libre directo que tocó levemente en Carlitos para dejar con el molde a Juan Carlos. El técnico carbayón agotó entonces los cambios, si no ya para meterse de lleno en un partido ya sentenciado, sí al menos para lavar la imagen de su equipo, empeñado en demostrar con más argumentos si cabe sus problemas para dar la talla lejos del Carlos Tartiere.

Con el CCF replegado y dejando hacer, el Oviedo pasó a estar más en campo contrario y hasta se atrevió a pisar área con asiduidad, reflejando que sus verdaderos problemas no están en el juego de ataque. Eso sí, sólo Saúl Berjón pudo batir al acertado Pawel, que se encargó de frenar la emoción con otro paradón abajo a cabezazo a bocajarro de Erice. Carrión decidió entonces refrescar el bloque con cambios en todas las líneas y el equipo se mostró siempre entero, con fuerzas incluso para salir por fuera alguna que otra vez.

Pero sobre transmitió una notable sensación de seguridad en las proximidades del arco propio que ni siquiera el tanto de Linares ya sobre la bocina y después de otro riguroso penalti minimizó. El Arcángel ya disfrutaba entonces de una fiesta, merecida, y que tuvo su parte de crítica a la gestión de la familia González. Porque la afición no olvida ni siquiera en el disfrute de una borrachera de pura felicidad que debe servir de lección para el futuro. Eso sí, antes hay que cerrar la faena, si es posible el domingo en Vallecas.

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