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Queremos otro Córdoba (0-2)

  • El Córdoba entra en descenso tras una nueva tragedia en El Arcángel, en un partido que acabó otra vez con diez y a merced de su enemigo. Carrión aguanta pese a las seis jornadas sin ganar.

El Córdoba ha tocado fondo (o no). Después de enlazar su sexta jornada consecutiva sin ganar y sumar su octavo partido seguido en El Arcángel sin victoria, el conjunto blanquiverde ya habita en puestos de descenso a Segunda B. Y lo peor es que la sensación de descomposición del equipo, la incapacidad de reacción que se ve desde el banquillo, la fractura emocional con la grada y la nula reacción que se aprecia en los que tienen que tomar decisiones, a los que parece que poco o nada les va en esta triste historia, tiñen de negros nubarrones el futuro más inmediato. Ahora mismo es difícil pensar que los mismos protagonistas que ante el Huesca prolongaron esta tragedia en un duelo que el CCF acabó de nuevo en inferioridad numérica y a merced de su enemigo puedan revertir la situación. Es duro pensar así, pero es la realidad. No hay motivos a los que aferrarse y nadie parece dispuesto a tomar el timón para virar el trayecto hacia ninguna parte de esta nave que hace ya demasiado tiempo viaja sin patrón ni rumbo. Queda la duda de si será por desconocimiento, simple dejadez o ausencia de soluciones en el horizonte -¿habrá un técnico que quiera venir sólo días después de agotar la bala del mercado invernal?-, si bien todas las posturas son igualmente graves porque en juego está algo más que la temporada.

Habrá quien aún con la resaca se agarre a la mala fortuna o al arbitraje, pero detrás de la enésima decepción del curso hay mucho más donde rebuscar. Como bien apuntó en la previa Carrión, que a día de hoy y aunque no se lo crean sigue al frente del proyecto, este equipo sigue haciendo muchas cosas mal, y esas las hace tan rematadamente mal que minimizan las virtudes que aún aparecen sobre el terreno de juego. Ante un rival que llegaba igualmente mermado tanto en lo anímico como en lo deportivo, el Córdoba se apuntó el tanto como queriendo copiar a su mandamás en ser los primeros en todo, ya sea bueno o malo: sólo el Mirandés aguanta ya sin ganar en el 2017 tras seis capítulos consumidos. No fue peor durante la primera hora de juego, aunque tampoco mejor, porque la mayor posesión no se correspondía con tener el control de la situación bajo su manto. Ni siquiera ante un Huesca temeroso que daba sensación de derrumbe al mínimo vaivén. Un panorama que cambió con la absurda expulsión de Aguza, rigurosa pero correcta reglamento en mano, y la entrada de Vadillo, que se redescubrió en su vuelta a Andalucía con dos buenos tantos ante un rival desarbolado por el buen hacer de Samu Sáiz, el mismo que en la primera vuelta, en la mediapunta. Luego, otra ración de nervios, de no saber qué hacer, de impotencia y precipitación a partes iguales en un estadio semivacío, hastiado tras ver un capítulo más de la descomposición hacia la que camina sin remisión el club.

En su noveno encuentro al frente del equipo, Carrión agitó nuevamente el once. No sólo por contar con una referencia ofensiva (Piovaccari), sino porque Caballero relevó a Luso para dejar a Aguza la labor de contención. La consigna era clara: jugar el mayor tiempo posible en campo contrario, dejar hacer poco al Huesca, como si eso le importara mucho a los azulgranas, que se mostraron cómodos en su papel de dominados, jugando cerca de su área y viviendo de la conexión entre líneas que se pudiera inventar un Samu Sáiz que muchas veces se perdió en regates de más. Bajo un clima poco propicio, con un silencio sepulcral presidiendo el arranque, los blanquiverdes encontraron pronto un camino para dañar a su enemigo en la profundidad de Antoñito. El lateral llegó una decena de veces hasta el área visitante, aunque sin capacidad para dar un último pase decisivo que intentó Aguza con Ríos igualmente sin suerte cuando el jerezano ya avistaba a Herrera. Luego vinieron un par de tiros de Javi Lara que murieron en el muro defensivo azulgrana y un latigazo de Juli repelido por el meta.

El Huesca apenas había podido decir esta boca es mía por la acumulación de imprecisiones a la hora de enlazar, pero la primera vez que conectó bien en el agujero existente entre la zaga y la medular, Melero probó de fuera a Pawel. El partido estaba abierto y miraba a las áreas, lo que dio opciones de lucimiento a Samu Sáiz, primero con un derechazo blando y luego tras una jugada de Borja Lázaro a la que no supo poner el lazo solo en el área pequeña (tiró muy arriba). La respuesta cordobesista llegó antes del intermedio con sendos a mano a mano de Antoñito (tras maniobra genial de Pio) y Caballero a los que les faltó la guinda de la finalización, en la del madrileño por un paradón de Herrera.

Ese toma y daca se repitió en los compases iniciales del segundo acto, con el volante oscense y el italiano nuevamente como protagonistas sin suerte, especialmente Piovaccari con un centro-chut que se paseó por la línea de meta y un cabezazo ligeramente alto interrumpido por la protesta airada de la grada. El Córdoba llegaba bien por fuera, buscando centros constantes a la espera de que surgiera un rematador acertado. Carrión buscó variedad con Donoso, pero el equipo estaba ya demasiado largo, partido ante ese ansia de buscar el gol del triunfo, lo que dejaba numerosos espacios para la contra visitante. Una primera, tras un fallo clamoroso de Caballero, la mandó a las nubes Samu; la segunda, lanzada ya por Vadillo, provocó la expulsión de Aguza que terminó de destruir los cimientos blanquiverdes.

Porque ya en superioridad y sin variar un ápice su estilo, el Huesca hizo dos goles a la contra y pudo hacer alguno más en las botas de Samu ante un Córdoba que, cierto es, tuvo el empate -antes de la sentencia final- en un remate de Cisma que incomprensiblemente se marchó fuera con todo a favor. Quizás hubiera sido lo más justo para lo visto sobre el terreno de juego, pero no lo que se llevó un CCF que desde ayer es equipo de descenso. Ahora empieza otra liga, la de la permanencia, con una primera parada en el feudo del líder. Y para entonces, en la medida de lo posible, y sea con la decisión que sea, todos queremos otro Córdoba. ¿Será posible?

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