LaLiga 1|2|3

Hasta que haya vida (2-4)

  • El Córdoba cae ante el Huesca y se aleja a cuatro puntos de la permanencia después del empate del Almería en Tenerife

  • Los de Sandoval pagan en exceso una mala primera parte

Sergi Guardiola, de espaldas, observa la celebración de los jugadores del Huesca.

Sergi Guardiola, de espaldas, observa la celebración de los jugadores del Huesca.

El Córdoba se acerca al abismo. La derrota ante el Huesca (2-4) deja a los blanquiverdes casi sin margen de error en las cuatro jornadas que restan y rompe las cábalas de los que defendían que con ganar los tres partidos que faltaban en El Arcángel sería suficiente para la permanencia. Ahora ya no. El conjunto blanquiverde tendrá que dar al menos una sorpresa y sacar algo positivo en los dos partidos que le esperan ante dos serios aspirantes al ascenso directo como son el Rayo Vallecano y el Sporting de Gijón, además de imponerse al Almería en el duelo directo de la antepenúltima jornada y a un Reus que vivirá un plácido final de curso al superar ayer los 50 puntos. La primera lectura de la derrota de ayer es desoladora. La permanencia se aleja a cuatro puntos para los de Sandoval, después de que el Almería raspara un punto en Tenerife. Y todavía pudo ser peor, pero la derrota del Barça B ante el Reus descarta prácticamente a los azulgrana y deja al Córdoba con la mirada puesta en el frente, en lo que se ha convertido ya en un duelo a vida o muerte con el conjunto almeriense. Gran parte del crédito que el Córdoba había recuperado durante los últimos meses se quedó ayer en la derrota ante un Huesca que fue mejor en la primera parte y que demostró que las dinámicas en el fútbol lo son todo –sólo hay que ver su tremendo acierto en ataque en El Arcángel–, pero que sufrió ante la furiosa reacción del conjunto cordobesista tras el descanso. Ese carácter con el que los jugadores blanquiverdes afrontaron el 0-2, la mirada inyectada en sangre de Sandoval en la sala de prensa mientras asegura que el equipo se va a salvar. Son apenas detalles, muestras de orgullo, pero a ellas se tiene que agarrar el Córdoba para no tirar la toalla antes de tiempo porque si algo ha aprendido a lo largo de su historia este club es que ni las victorias ni las derrotas son definitivas hasta el último minuto del último partido.

Si había una cita marcada en el calendario para dar un golpe sobre la mesa era el duelo de ayer y Sandoval sorprendió de nuevo introduciendo hasta tres novedades en el once inicial, con la presencia de Aguza, Álvaro Aguado y el recuperado Sergi Guardiola. El técnico madrileño quiso hacerse dueño de la medular y reservó a Reyes como quien guarda su carta maestra para la jugada final. Y de salida el equipo interpretó a la perfección lo que le pidió su entrenador. Presión alta, intensidad y atrevimiento. Así llegó el Córdoba al área del Huesca en la primera jugada del choque, en la que Aguza disparó flojo, para dos minutos después sacarse un remate de espuela que salió alto. El Huesca, confiado en su verticalidad y en la vertiginosidad de sus hombres de banda, esperó su momento y pasado el primer arreón local se hizo con el mando del choque. Un primer acercamiento del Cucho Hernández a los diez minutos dejó paso a un cómodo dominio de su equipo en la medular, que se tradujo en el primer gol del choque. Gallar remató de manera inverosímil en el área del Córdoba y los de Sandoval se tambalearon. Como un boxeador jugueteando con su aturdido rival, el Huesca monopolizó el balón en la zona ancha y asestó otro golpe a la mandíbula del CCF con el gol de Melero. Para entonces el Córdoba ya había perdido su frescura inicial y se había convertido en un equipo temeroso e incapaz de descolgarse con peligro en ataque, por lo que el descanso llegó como agua de mayo en busca de una reinvención a la desesperada.

Sandoval, poco amigo de las medias tintas, no especuló ni un minuto más y puso en el campo a Reyes, su hombre más desequilibrante. El utrerano entendió que era su momento y se echó al equipo a la espalda, retrasando su posición de partida para ser el monopolizador de la posesión local. Tanto Javi Galán como Loureiro perdieron el temor a asomarse al área rival y el Córdoba dejó de ser ese rival manso que el Huesca había manejado a su antojo en la primera mitad. Tras algunos intentos conjurados por la defensa oscense llegó el tanto de Guardiola, que hizo creer a la grada en otra remontada épica. Pero los anhelos del cordobesismo se encargó de destrozarlos Ferreiro, que volvió a superar a Loureiro y cedió a Cucho Hernández el 1-3 un minuto después de que los locales hubiesen recortado distancias.

A partir de entonces, el Córdoba se lanzó a tumba abierta, sabedor de que tenía que quemar todas sus naves. Sandoval dio entrada a Jauregi y Quim Araujo y descolgó definitivamente a sus laterales, para dejar atrás únicamente a la pareja de centrales. Apoyado en un Reyes brillante, el Córdoba vivió sus mejores minutos en el partido desde la rabia y la anarquía, embotellando al Huesca en su área. En uno de esos ataques en avalancha llegó el penalti sobre Álvaro Aguado que transformó Reyes y El Arcángel recuperó las ilusiones. Pero ni siquiera pudo el conjunto blanquiverde asediar la meta de Remiro cuando Cucho Hernández forzó un penalti de pillo ante Javi Galán y heló los corazones del cordobesismo. Ni así tiró la toalla el Córdoba, que tuvo en las botas de Guardiola meterse otra vez en el partido, pero el jumillano se encontró con el poste. Para entonces, Rubi ya había reforzado su centro del campo con Sastre y Luso y el cansancio terminó con las opciones de los de Sandoval.

A falta de cuatro jornadas, la salvación se aleja para los blanquiverdes, que deben agarrarse al espíritu mostrado ayer, soltar la presión y pelear contra los elementos. Hasta que haya vida.

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