Córdoba

Las Cuetas, destacadas imagineras de la Ilustración de la Campiña

  • María Feliz y Luciana Cueto desarrollaron toda su carrera artística en Montilla y, con el paso de los años han recibido el reconocimiento merecido de las instituciones

Las Cuetas, destacadas imagineras de la Ilustración de la Campiña

Las Cuetas, destacadas imagineras de la Ilustración de la Campiña

Montilla fue durante los siglos XV al XVIII capital del estado de los Fernández de Córdoba, linaje que ostenta el marquesado de Priego y ducados de Feria y Medinaceli, entre otros. Gracias a estos mecenas, en el siglo XVI en la localidad de Montilla comienzan las monumentales obras de los monasterios de San Lorenzo, Santa Clara, San Agustín, el colegio de la Compañía de Jesús y también la gran reforma de la parroquia mayor de Santiago Apóstol. La ciudad se convierte así en referencia para artesanos y artistas, que emigran desde otras tierras.

A finales del siglo XVII llega a la localidad el tallista y artesano Jorge de Cueto y Figueroa y fija su residencia en la calle de La Enfermería, donde conoce a Inés María Pantoja y Enríquez de Arana y contraen matrimonio en el convento de las religiosas de la Concepción de Córdoba. Fruto de este enlace nacieron seis niñas y un varón. La tercera de ellos María Feliz, nacida en 1691, y la cuarta, Luciana, en 1694, despuntan pronto por sus dotes artísticas en el taller de su padre, llegando a ser notables imagineras. Tras la muerte de éste, se hacen cargo del taller y se traslada a la calle Alta y Baja, junto al antiguo colegio de niñas huérfanas de San Ildefonso -hoy denominado San Luis y San Ildefonso-, a una casa cercana al conocido como Rincón de las Beatas, donde pasarían la mayor parte de su vida. La tradición popular cuenta que en este lugar ponían a secar las imágenes que ellas trabajaban. En una época en que las mujeres estaban recluidas en el hogar, exentas de independencia y de capacidad jurídica propia, su labor fue notable y prolija. Prueba de ello es que pronto crearían estilo propio dentro de la imaginería barroca, realizando todo tipo de imágenes de diferentes tamaños y técnicas de ejecución, cargadas todas de adornos florales y vegetales, plenas de espiritualidad y dulzura.

Sus primeros trabajos documentados datan de 1727, unas pinturas para la iglesia patronal de San Francisco Solano de Montilla. La imagen de Jesús de Medinaceli, conocido popularmente como El Rescatado, que presenta una serie de características que la hacen atribuible a las hermanas Cueto. También otras dos obras: la imagen de San Ignacio de Loyola y la de San Francisco Javier.

Estas mujeres y su familia eran cofrades y devotos de Nuestra Señora del Rosario. En 1739, y por encargo de Lucas Jurado y Aguilar, mayordomo de la cofradía, realizaron la talla de la Virgen del Rosario (en la actualidad desparecida). En 1741, para la procesión claustral que la cofradía organizaba en las fiestas de la Purificación, realizaron la imagen de la Virgen de la Candelaria. También para los padres franciscanos del monasterio de San Lorenzo, que se encontraba en las afueras de Montilla, realizaron la talla de vestir de San Juan de Capistrano y San Luis Obispo. Además, llevaron a cabo la restauración de la Inmaculada Concepción, imagen que las escultoras revistieron con encolados y revisaron la mascarilla de cara y manos. La cercanía de la vivienda de las escultoras a los monasterios de Santa Clara y de Santa Ana favoreció encargos de estos y de los familiares de las religiosas, la mayoría figuras de Niños Jesús, para regalar a las novicias que ingresaban en estos.

En Aguilar de la Frontera, por su parte, se atribuyen a Las Cuetas las imágenes de San José, que se venera en la parroquia del Cristo de la Salud, y también la de Nuestra Señora del Rosario, patrona de Moriles. El 11 febrero de 1766 fallece María Feliz y el 5 de febrero de 1775 Luciana, la menor de las imagineras; la parroquia de Santiago acogió su cuerpo. Durante toda su vida trabajaron en Montilla, donde se conserva la mayor parte de su obra artística.

En su prestigioso taller se han pintado, tallado y modelado incontables obras de arte que guardan celosamente los templos y monasterios de la Campiña y que es una buena muestra y ejemplo de la tradición plástica montillana del siglo XVIII.

En el año de 2000, el Ayuntamiento de Montilla rindió un homenaje a estas paisanas dedicándoles un pleno extraordinario. Además, organizó una exposición antológica que fue visitada por miles de cordobeses y se publicó un libro catálogo de sus obras en el que se recogen todos los datos y documentos encontrados hasta entonces, relacionados con la biografía e iconografía que estas mujeres dejaron por testigo de su presencia en el arte y la historia de su tierra natal, siendo un buen ejemplo de la Montilla dieciochesca.

Entre los elogios dedicados a lo largo de los siglos a las escultoras montillanas destacan las palabras de su contemporáneo, el presbítero Antonio Jurado y Aguilar, quien afirma "cómo son y cómo fueron las señoras Cueto, que en escultura, perfección, simetría de las imágenes apenas se le encuentra cotejo en las dos Andalucías, llenas ambas de prodigiosas hechuras sus virtuosas manos". Lucas Jurado reseñaría de ellas: "Entrar en su oratorio es hacerlo en un retrato del Cielo".

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