Pozoblanco Procesión de San Cristóbal

Los conductores homenajean a su patrón

  • Centenares de vehículos se unen a la tradición y recorren las calles de la localidad

Los aledaños de la parroquia de San Bartolomé de Pozoblanco eran ayer un hervidero de gente, motores y bocinas. Se acercaban las ocho de la tarde y la puesta en escena frente a la iglesia dejaba atónitos a los conductores noveles en la festividad. Entonces, el párroco hizo de la cabina de un camión su púlpito y, con una misa, comenzó a rendir tributo a San Cristóbal.

El patrón de los conductores tiene en la localidad del Valle de Los Pedroches un sinfín de devotos. De hecho, con sus vehículos, los fieles llenaron las calles del municipio y originaron una caravana de kilómetros de longitud. Los originales penitentes engalanaron sus vehículos para la ocasión, dándole un significado muy diferente al que se suele asociar a la palabra tunning.

El párroco bendijo los casi 400 vehículos que participaron en el acto antes de comenzar un cortejo diferente. Los modelos con más solera eran uno de los principales atractivos y captaban muchas miradas, aunque los que más se dejaron notar fueron los camiones, en su mayoría pertenecientes a los numerosos transportistas que operan en la zona y que suponen el grueso central de la cofradía de San Cristóbal.

Como no podía ser de otra manera, el patrón también dispuso de uno de los vehículos más atractivos para los espectadores: Un Land Rover Santana descapotable que cerraba la ruidosa comitiva, que vivió uno de los momentos más significativos del recorrido a su paso por la calle que lleva el nombre del Santo.

Sin embargo, el ensordecedor sonido de las bocinas no dejó de oírse en casi ningún rincón de Pozoblanco, desde las zonas próximas a la parroquia de San Bartolomé, como la calle Llanos o Cronista Sepúlveda, hasta otras zonas como la Carretera de Circunvalación, donde se podía apreciar la verdadera dimensión un desfile.

La celebración se prolongó hasta altas horas de la madrugada, ya que a la conclusión de la procesión le siguieron un aperitivo en la caseta municipal y la tradicional rifa, que pusieron el colofón a un día de convivencia para los aficionados del motor.

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