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Faasa: crecer desde el cielo

  • En cuatro décadas, la empresa ha pasado de fumigar cultivos a ser una firma líder en España

Una mañana cualquiera, el cielo de Palma del Río tiene casi el mismo tráfico que la ciudad en hora punta. Sentado bajo un naranjo junto al Guadalquivir, se escuchan susurros de motores y si se levanta la visa no se tarda en divisar helicópteros o avionetas dibujando figuras imposibles en la bóveda celeste. Esa mañana cualquiera, a unos 2.000 pies de altura, se desarrolla una clase magistral de vuelo, se prueban las prestaciones de un aparato o se practica el vuelo en una situación de emergencia sanitaria o forestal. Pero también se crece, se crece desde el cielo.

Faasa Aviación es el nombre de una de las empresas más singulares de Córdoba y quizá también de las más fuertes. El acrónimo de Faasa significa Fumigación Aérea Andaluza SA, porque ese fue el principio de todo en 1966, cuando el prestigioso aviador Sebastián Almagro eligió el cielo de Palma del Río para poner en marcha una pequeña empresa de avionetas que fumigaban y abonaban grandes extensiones de cultivos en toda España. Hoy, la firma sigue siendo una empresa familiar, pero emplea a más de 300 personas, factura 50 millones de euros al año, tiene una flota de 70 aeronaves en España y Chile y trabaja en la lucha contra el fuego y las emergencias sanitarias en toda la Península.

Pero Faasa es mucho más. Desde 1966 no ha parado de crecer e invertir. En 1984, la firma fundada por Sebastián Almagro decidió dar un salto adelante e incorporar a su flota de avionetas fumigadoras helicópteros para la lucha contra el fuego. En 1988, era la única empresa aeronáutica española que disponía de dos divisiones: ala fija y helicópteros. Desde entonces, la empresa con sede en Palma del Río ha puesto en marcha un ambicioso plan de inversiones que se traduce en 80 millones de euros en los últimos años, según explica uno de sus directivos, Miguel Ángel Tamarit.

Con ese dinero, Faasa ha conseguido situarse en la vanguardia aeronáutica europea. Hoy, la antigua empresa de fumigación tiene la única escuela de pilotos y mecánicos de España en la que puede estudiar cualquiera, ya que la Junta beca a sus alumnos, dispone de un centro de mantenimiento de aeronaves que este mismo año ya va a ser utilizado por una multinacional italiana, una delegación en Chile (también con su respectivo centro de mantenimiento) y una flota moderna de helicópteros y aviones compuesta por 70 aeronaves. De hecho, el propio Tamarit reconoce que las instalaciones de Faasa en Palma del Río tienen más tráfico aéreo que el aeropuerto de Córdoba.

Y todo sin perder la vista del cielo y su unión con la tierra. Desde hace más de dos décadas, el gran compromiso de Faasa es la lucha contra el fuego. Es su principal negocio. La entidad empezó trabajando para la Consejería de Medio Ambiente de la Junta, pero ahora también lo hace para el Gobierno de Castilla-La Mancha, Castilla y León o La Rioja, entre otros. Pero no sólo.

En 2005, la entidad buscó dar solución a su gran problema. La lucha contra los incendios forestales y las correspondientes labores de vigilancia sólo se llevan a cabo durante seis meses al año. El resto del tiempo, los helicópteros vuelven a los hangares y “nuestra fuerte inversión” no se rentabiliza, explica Tamarit. ¿Solución? Buscar el verano. Hace cuatro años, Faasa decidió apostar por el verano austral, el del Hemisferio Sur, e instalarse en Chile para trabajar allí en la lucha contra el fuego forestal durante los seis meses en los que no lo hacía en España.

En el país andino, Faasa ha construido unas instalaciones similares a las de Palma del Río en la ciudad de Concepción, ha firmado contratos con las principales empresas madereras y se ha hecho con el 25% del mercado de helicópteros contra el fuego en los bosques de la zona. Ahora mismo, Faasa tiene seis helicópteros “fijos”, cinco que “van y vienen” y siete avionetas que hacen lo mismo. Es decir, cuando no ha trabajo en España, Faasa sube en barcos a sus helicópteros en dirección a Chile. Los aviones vuelan por sí mismos en una travesía de cerca de una semana de duración, ya que un aeroplano de este tipo no tiene más de nueve horas de autonomía. Para cruzar el Atlántico, Faasa traza una ruta similar a la de los pioneros de principios del siglo XX. El avión sale de Sevilla y para en las Islas Canarias, la Isla de la Sal, la Isla Margarita y Brasil antes de aterrizar en Santiago de Chile. Una aventura.

Y también un negocio. Actualmente, el sector aeronáutico de Andalucía es el único que genera puestos de trabajo de forma importante, a pesar de la crisis financiera que azota al mundo. En Sevilla, en el parque tecnológico de Aerópolis, dedicado fundamentalmente a la construcción de parte del Airbus A-380, se emplea a más de 5.000 personas y cada día se demandan profesionales especializados. Y eso lo sabe Faasa.

Por eso, desde que en 1999 fundó el Centro Andaluz de Enseñanza Aeronáutica (Caena) y en 2003 se puso en marcha el centro de formación de pilotos, cada año salen de Faasa 56 mecánicos y a 14 de pilotos con un grado de inserción que se aproxima al 100%. Además, las instalaciones palmeñas gozan de una peculiaridad que hace su oferta formativa mucho más atractiva: ayudas públicas en forma de becas para garantizar que pueda estudiar todo el mundo, ya que los cursos de piloto –sobre todo por la necesidad de contar con costosas clases prácticas de vuelo– son caros. La Junta, a través de la Consejería de Educación, subvenciona el 100% de los cursos de mecánicos y el 50% del de pilotos.

Las clases destinados a mecánicos constan de una duración de 2.900 horas entre teóricas y prácticas, de las que el 40% se desarrollan en la misma sede de Faasa y el resto en la fábrica EADS CASA de Sevilla. Cuando concluyen el curso, los alumnos obtienen dos titulaciones: técnico de mantenimiento de aeronaves y el grado superior en mantenimiento aeromecánico. Esta última titulación permite acceder a los estudios de una ingeniería.

En el caso de los pilotos, también se ofertan clases teóricas y prácticas en unas de las instalaciones más modernas de Europa. Faasa cuenta con aeródromo propio y tanto aviones como helicópteros diseñados para las clases de vuelo prácticas. En total, la escuela de pilotos se extiende sobre una superficie de 1.000 metros cuadrados y dispone de una ventaja casi única en Europa: la posibilidad de uno de los cielos con más días despejados del continente.

Pero ahora, Faasa ha dado un nuevo paso en su constante crecimiento. Mañana, la consejera de Medio Ambiente, Cinta Castillo, presidirá la firma de un acuerdo entre la empresa y la multinacional de los fabricantes de helicópteros Augusta Westland. El objetivo del acuerdo es convertir a las instalaciones de Palma del Río en uno de los cinco talleres de mantenimiento que esta firma tiene por todo el mundo. Según Tamarit, es “colocar a Palma del Río en el mapa mundial de la aeronáutica”. A partir de mañana, en Faasa se repararán y mantendrán los modelos de helicópteros civiles más modernos del mundo, los Koala A 109. Estos helicópteros se usan sobre todo en la lucha contra el fuego, por su alta capacidad de transporte, su livianidad y su bajo consumo. Faasa ha conquistado así otro trocito de cielo.

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