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Semillas de "trascendencia mundial"

  • Los arqueólogos hallan en la Cueva del Ángel restos de huesos y grano de 200.000 años, los más antiguos encontrados que acreditarían el consumo por parte de homínidos

La Cueva del Ángel de Lucena continúa arrojando descubrimientos "de trascendencia mundial". Así lo destacó ayer el arqueólogo Cecilio Barroso, que compareció en el Ayuntamiento para abordar el resultado de las excavaciones desarrolladas durante el verano en el yacimiento. De entre todos los descubrimientos, Barroso destacó el hallazgo de más de 15 variedades de semillas, "muchas de ellas comestibles", de entre 200.000 y 300.000 años de antigüedad y que supondrían los primeros vestigios de consumo por parte de homínidos que los expertos, por el momento, han sido capaces de catalogar en todo el mundo. Algunos de estos restos pertenecían a variedades de aceituna.

Hasta el momento, la semilla más antigua datada posee 20.000 años y, fundamentalmente, atestigua el consumo de piñones. Más tarde, en torno a 10.000 años, empiezan a utilizarse semillas de manera más extendida en Oriente. "Pero de hace 200.000 años no hay nada documentado. Esto supone las primeras evidencias del uso de semillas alimentarias, y eso es inconcebible, nadie lo puede imaginar", destacó Barroso. El arqueólogo avanzó que el hallazgo va a suponer la base de un "macroestudio muy complejo" para concretar la antigüedad de estos restos, que se encuentran en el fondo de la estratigrafía. "Encima hay seis metros de relleno arqueológico, por lo que es inviable que no sean de la época en que vivieron aquellos homínidos", destacó.

La Cueva del Ángel se convierte, de esta forma, en un yacimiento "único en el mundo". A esto se suma la existencia de un hogar de 2,60 metros de diámetro que evidenciaría que estos seres ya utilizaban el fuego. Mientras que sus contemporáneos del yacimiento de Atapuerca, en Burgos, aún no lo sabían emplear, comparó. Un tercer descubrimiento "de relevancia" se referiría al hallazgo de útiles de piedra con restos de resina, que corresponderían a mangos de madera. También datarían de entre 200.000 y 300.000 años, cuando los más antiguos hasta ahora documentados son de hace 150.000 años, documentados en Francia. Esta última investigación ha corrido a cargo de expertos de la Universidad de Oxford. Todos estos descubrimientos se publicarán en los próximos meses en publicaciones como Nature o Science, de difusión internacional, lo que supondrá para Lucena "una campaña de imagen impresionante", aseguró el científico.

Durante el verano, en la Cueva del Ángel ha trabajado el "mayor equipo de investigadores del país", al nivel de Atapuerca, con más de 70 especialistas y catedráticos de universidades españolas e inglesas. También ha habido 60 voluntarios e investigadores del Instituto de Paleontología de París y de la Universidad de Perpignan. "Han trabajado en la época más dura de calor en la parte alta de la estación, sin que funcionara el aire acondicionado", valoró Barroso. En el yacimiento también ha estado el "mayor investigador del mundo" sobre el origen de la agricultura, Dorian Fuller, catedrático de la Universidad de Londres, con trabajos en China, India y Turquía.

El concejal de Patrimonio Histórico, Manuel Lara (PSOE), recordó que la única aportación para trabajar en el yacimiento, de 14.000 euros, corresponde al Ayuntamiento lucentino, por lo que pidió "sensibilidad" al resto de administraciones para cubrir el espacio y facilitar el trabajo de los investigadores. Barroso, por su parte, destacó que sería un "auténtico desastre" para futuros estudios llevarse de Lucena las piezas encontradas. Lara añadió que la localidad cuenta con una "infraestructura municipal suficiente" para custodiar todo el material.

El verano pasado, los investigadores se centraron en los restos pertenecientes a al menos 50 individuos que habrían sido arrojados a la citada cavidad durante las épocas del Neolítico y el Calcolítico, hace entre unos 7.000 y 5.000 años. Inicialmente, los enterramientos se produjeron en una cueva situada encima de la sima -en la que aparecieron los huesos- con la cual se comunica mediante una oquedad. Dado el pequeño tamaño de la cueva, los restos eran arrojados periódicamente a la sima con el fin de dejar espacio para nuevas inhumaciones.

El minucioso estudio de los fragmentos de hueso muestra que en muchos de ellos aparecen marcas de corte e indicios de que fueron quemados de forma intencionada. Los restos pertenecen a individuos del Neolítico, lo que parece indicar la práctica de algún tipo de ritual que implicaba el descarnamiento de los cuerpos.

La Cueva del Ángel de Lucena pasó de ser sólo ser una sima en medio de un olivar enclavado en pleno Campo de Aras a convertirse en uno de los puntos potencialmente más interesantes para la arqueología nacional e internacional, desde que se supo que esta grieta pudo servir de escombrera a los primitivos habitantes de esta zona. La historia comenzó hace unos 20 años, periodo durante el que se han sucedido un interminable número de campañas arqueológicas que han ido arrojando con cuentagotas pequeños destellos de luz sobre este enigma de nuestro pasado. Todo ello gracias al estudio constante de los cientos de miles de pequeños restos que van encontrando en este prehistórico basurero -que sirvió de improvisada fosa donde arrojar a los fallecidos-, situado a los pies de lo que pudo ser un poblado habitado por homínidos que buscaban el refugio de una covacha cercana. Ahora, estos nuevos hallazgos vienen a engrosar la lista de aportaciones arqueológicas que han surgido de la investigaciones en la cueva.

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