Provincia

El microembalse se ahoga

  • El pequeño pantano de Santa María sufre de abandono; con escasez de agua, las carpas agonizan en la orilla, la basura se acumula y las nutrias han huido o muerto

El microembalse de Pozoblanco se está ahogando. Las decenas de carpas que lo habitan se apiñan bajo una pequeña lámina de agua, los peces más débiles agonizan en la orilla y la basura acumulada en cualquier rincón hacen difícil el recuerdo de lo que un día fue el gran rincón de la ecología de Los Pedroches.

En pleno verano y con la tortura del canto de las chicharras de fondo, el microembalse del paraje de Santa María lucha por sobrevivir. Este pequeño pantano retiene menos de un 10% de agua de su capacidad, sufre una superpoblación de peces, la invasión de especies foráneas -como el temido cangrejo rojo- y hasta las dos nutrias que un día fueron el orgullo de la asociación ecologista Guadamatilla han huido o muerto.

La agonía del pantano de Santa María se está produciendo casi de la misma forma que su nacimiento: por casualidad. Hace algo más de una década, se proyectó la construcción de este microembalse para regular las aguas del arroyo -que nace unos 150 metros más arriba- y sobre todo para garantizar el suministro del campo de golf municipal. Además, se pensó que alguna vaqueriza también se podría aprovechar de sus aguas. Sin embargo, el campo de golf logró un riego más simple aprovechando las aguas de la depuradora de Covap y al final ninguna vaqueriza optó por aprovechar este pequeño lago artificial.

Fue así como nació este rincón de la ecología de Los Pedroches. En torno al microembalse, se creó un club municipal de pesca y la asociación ecologista Guadamatilla lo usó para llevar a cabo sus iniciativas. El club pobló las aguas de peces -carpas, barbos, bogas y tencas- y los ecologistas construyeron una isla artificial en la que habitó una pareja de nutrias y cuidaron la vegetación de ribera. "Se llegó a contar con una gran diversidad ecológica", recuerda Pedro López, uno de los responsables del colectivo Guadamatilla. Además, el Ayuntamiento habilitó toda la zona como un lugar recreativo, con unos columpios en los que hoy pocos padres se atreverían a balancear a sus hijos y espacios para meriendas y visitas escolares.

Sin embargo, la falta de agua -el microembalse es muy inestable y depende de las tormentas para llenarse- y la ausencia de cuidados está convirtiendo este espacio en un rincón poco apetecible para la visita.

Pedro López tiene claros los síntomas de la enfermedad del microembalse: "La basura no hay quien la recoja y el paraje está muy sobrecargado de peces y especies invasoras". Y también su solución: que llueva y se llene, que se recoja la basura y que se relaje la población acuática "para que los peces puedan respirar".

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