Puerto del Calatraveño

Los tiempos y las formas en la política

  • El episodio vivido en Pozoblanco el pasado viernes revela que la clase política no está en su mejor momento, aunque tiene por delante el mes de agosto para reflexionar e intentar mejorar su imagen

SUELE ocurrir que los grupos políticos minoritarios sorprenden a veces con discursos tan sumamente coherentes, lógicos y de tan sentido común que uno se pregunta cómo es posible que esa opción ideológica tenga tan escasa representación, bien sea en un Pleno o en cualquier otro foro de debate. El último ejemplo de ello lo pude vivir en primera persona el pasado viernes en Pozoblanco, en la sesión de debate de la moción de censura que dio al traste con las aspiraciones del actual alcalde, Baldomero García (PP), y elevó a la Presidencia de la Corporación a su primo Pablo Carrillo, del PSOE.

Por desgracia, ni los dos primos, ni el grupo andalucista -socio de los populares- ni el CDeI que conforman los ex socialistas que lidera Benito García de Torres hicieron gala de esa lucidez de las que les hablo, más bien todo lo contrario, los cuatro prefirieron la zafiedad frente la oratoria inteligente. En ese Pleno había una concejal más, Manuela Calero, de Izquierda Unida, a la que le iba muy poco en esta rocambolesca historia del reparto de sillones de Pozoblanco y que fue la única que aportó algo de racionalidad a la situación.

La edil de IU vino a decir que hay unas reglas legales y otras éticas y que en esto de la cosa pública, las formas son tan importantes que a veces te quitan la razón que puedes llevar en el fondo. O lo que es lo mismo, que por muchas razones que avalen la necesidad de un gobierno estable en Pozoblanco, la elección del momento y la manera de hacerlo ponen en tela de juicio la aceptación moral de la moción de censura, por muy legal que esta sea. A buen seguro que si Calero fuera la impulsora de ese voto de censura o la que sufriera en su carnes sus efectos su discurso hubiera sido otro, pero hay que reconocerle que puso sobre la mesa que en esto de la política la ética y la estética no pasan precisamente por uno de sus mejores momentos.

Pozoblanco ha sido el escenario en el que en las últimas semanas se ha puesto de manifiesto ese escaso apego de la clase política en general y cordobesa en particular de cuidar las formas tanto como el fondo, pero bien podría aplicarse a otros municipios -léase Fuente Obejuna o Lucena- o incluso las diputaciones o el Parlamento andaluz. A partir de mañana, 1 de agosto, comienza el mes de vacaciones por excelencia, cuatro semanas en las que por regla general se reflexiona sobre el curso político que acaba y se trabaja mentalmente en lo que está por venir.

Como la esperanza es lo último que se pierde, confiemos en que nuestros políticos tengan capacidad de reacción y, al margen de solucionar los no pocos problemas que padecen las administraciones públicas, tengan a bien cuidar sus comportamientos y mejorar un poco su imagen, deteriorada en gran medida por sus propios despropósitos.

Volviendo al episodio de Pozoblanco, a un servidor le llamó la atención ver cómo los 17 concejales de la Corporación permitieron que se celebrara la sesión en un clima tan enrarecido, tenso y bronco. Una parte del público no estuvo a la altura que merece una institución como el Ayuntamiento de esta ciudad de Los Pedroches, pero parece que algunos encontraron en ese rechazable comportamiento la justificación para, precisamente, desatender los buenos comportamientos que deben primar entre quienes representan a los ciudadanos.

Dicho de otro modo. Que no estuvo nada bien que Benito García de Torres se dirigiera en varias ocasiones hacia quienes vociferaban, puesto que sólo logró caldear más el ambiente, ni que Pablo Carrillo dejará entrever quién estaba detrás de la convocatoria, ni que Emiliano Pozuelo justificara la reacción del público acusando al PSOE de crear un esperpento, ni que Baldomero García dijera que entendía la indignación de la gente allí presente. Todos debieron poner un poco más de su parte para que la imagen de Pozoblanco hubiera sido otra y, por añadidura, la suya propia.

Pero claro, para ello podrían haber empezado por saludarse y felicitar al contrincante político públicamente, por muchas dudas éticas que despierte su acción, puesto que como dice el refrán, lo cortes no quita lo valiente, por mucho que la cortesía y la valentía les suene extraño a muchos.

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