
En tránsito
Eduardo Jordá
Venalidad
Reloj de sol
ALGUIEN pudo seguir a Hermann Tertsch o pudo ser también un encuentro casual. Hermann Tertsch paseaba por la calle Almirante, en el barrio de Chueca, cuando sintió de pronto un golpe muy fuerte en plena espalda, una patada bien ejecutada, que pudo ser de kárate. Ahora, el periodista Hermann Tertsch, conductor del Diario de la Noche de Telemadrid, está hospitalizado, porque las contusiones han sido muy profundas, tanto como las dos costillas rotas y el pulmón encharcado. A Hermann Tertsch le han pegado bien, y por la espalda. Hay que ser muy cobarde para atacar a alguien así, hay que albergar todo un equipaje de vileza, ya sea una agresión premeditada o un cruce azaroso en plena calle, alguien que caminara por la misma acera de Tertsch o la de enfrente, y le reconociera, y poco después cruzara hasta ponerse justo detrás de él, para asaltarle.
Parece inevitable colegir que quien haya atacado a Hermann Tertsch es muy seguidor de su programa. Las sesiones diarias de opinión suscitan estos ánimos adversos. Ahora, todos sus seguidores, los entusiastas y los más fanáticos, van a estar un mes sin ver a Tertsch, mientras se recupera de toda la inmundicia concentrada en ese mismo golpe entre sus vértebras. Siempre que se esgrime una opinión, uno se expone a ser rectificado, porque la comunicación es eso. Sin embargo, siempre hay un reducido grupo de pirados que, generalmente, lo que quieren es estar en el lugar del presentador, del columnista o del escritor, y la emprenden entonces con anónimos que envían a sus casas, cuyos domicilios ya se han preocupado de buscar, o los esperan en la acera de enfrente, o les rompen la luna de los coches o van y les revientan el buzón. Esta gente pirada, que la hay en Córdoba como en Madrid y en el resto del mundo, que a veces hasta logra su sueño y se autoedita el libro, es la que ha atacado a Hermann Tertsch.
Siendo terrible el atentado contra Tertsch, y absolutamente deleznable el modo psicopático en que este tipo de locos dedican su vida al objeto continuo de su odio, de su resentimiento enciclopédico, creo que se ha equivocado Hermann Tertsch. Había demandado a La Sexta, a el Gran Wyoming y a Globomedia por el montaje emitido en El intermedio, que le caricaturizaba después de haber afirmado, con ese verbo recio muy ceñudo, un poco en plan John Rambo más cañí, que "Si pudiera matar a 15 miembros de Al Qaeda para liberar a los tres compatriotas secuestrados lo haría sin dudar". Digamos que la frase no fue demasiado afortunada: la misma libertad de expresión que ampara a Tertsch contempla el derecho del resto a su caricatura, aunque él la logre a veces por sí mismo. Tertsch se equivocó diciendo aquello, y su agresor es un completo miserable.
También te puede interesar
En tránsito
Eduardo Jordá
Venalidad
El balcón
Ignacio Martínez
Energías desobedientes
La esquina
José Aguilar
Corredor, otra que no dimite
A la sombra ?de los olmos
Apagón y democracia
Lo último