Palabras prestadas

Pablo García Casado / Www.casadosolis.com

Interinos a la espera

ESPERAN estas horas como los minutos de la basura. Los miles de opositores de secundaria han dejado a sus espaldas cientos de horas delante de los folios, pensando en programaciones didácticas, en estructuras de contenidos. Una pesada bisutería retórica, que tiene mucho de mester de la obviedad, de contar lo sencillo en palabras esdrújulas, en poner contra las cuerdas al propio Juan de Mairena. Ahora están exhaustos, liberados del peso de las horas, pero todavía con la espada de Damocles sobre su cabeza.

He vivido este año en mi propia casa esa sensación de incertidumbre. El mes de julio aparecía como una frontera de dudas que hacía girar gran parte de las decisiones colectivas para el futuro. Todo formaba parte de un plan que empezaba un año atrás cuando convertimos una parte del salón en un despacho para opositora. Poco a poco la mesa se fue llenando de un colorido de subrayadores que yo tenía perdido desde la época de la Universidad, cuando mi mujer y yo íbamos a la Facultad de Medicina. Esa posadolescente de veintitrés se había convertido en madre de dos hijos, en excedencia, que retomaba los ejercicios de memoria, y volvía a pasar por el mismo camino, asignatura por asignatura, que le llevaron los cinco años de carrera. Los niños no comprendían por qué mamá tenía que estar tanto tiempo metida en el cuarto, con los libros. Y en el fondo, una parte de mí, tampoco lo entendía demasiado.

Yo la he visto salir durante varios años los domingos por la tarde hacia Almería, hacia La Línea de la Concepción, hacia Adra, hacia Villamartín. Cogía su coche y sus arreos de interina y se metía en un piso a compartir con personas con las que apenas conviviría unos meses, y que serían sin embargo toda su familia. Porque la vida era eso, y no los fines de semana, dispuestos siempre para la fiesta, para el cine, para el ocio en definitiva. Cuando por fin pudo hallar un destino más cercano, pasaba más tiempo en la carretera que en el sofá de casa. Pero ella nunca se quejó demasiado, al margen del cansancio puntual. Siempre ha estado agradecida, y fue un obrero fiel en la enseñanza de la tecnología.

Para Cristina y para muchos profesores interinos, la convocatoria de 2008 supone la penúltima oportunidad de restaurar una situación paradójica. Al fin y al cabo, interinidad es sinónimo de provisionalidad, de situación transitoria, de período finito. Pero la situación de los docentes interinos ha sido contradictoria. Para unos pocos, era vivir en una arcadia más o menos feliz de institutos de capital de provincia, sin otra preocupación que la de saber cuál era el orden para elegir los horarios. Para la mayoría, como es el caso de mi mujer, era vagar de un destino a otro, un año en un pueblo de Sevilla, otro en uno de Granada, como auténticos misioneros del saber sin pretenderlo. Y en los peores casos, estar pendientes de una lista, sin saber a ciencia cierta dónde vas a dormir la noche siguiente. Por eso esta solución parecía la más adecuada. Es verdad que es un agravio comparativo para quienes se presentan por libre, y de que aquellos que aprueben vivirán con el estigma de que se les benefició para acceder a la condición de funcionario. Llevarían razón si todos los funcionarios públicos -todos- hubieran accedido a esa condición mediante una oposición libre. Pero eso no siempre ha sido así en el pasado. En cualquier caso, no cabe duda de que esta solución va a dar más estabilidad a las plantillas de profesores, y que eso es bueno en todos los sentidos. Y esa perspectiva de estabilidad es la que los tiene en vilo este fin de semana, mientras esperan la salida de las primeras calificaciones. Creo que mi mujer, como muchos de los que se han presentado a estas oposiciones, merece por el esfuerzo realizado que el Estado les reconozca el tiempo que han dedicado, sin que ello suponga perjudicar a los funcionarios que llevan dando "cochazos" desde hace décadas. En cualquier caso, entienda el lector que no puedo ser imparcial en este caso -y en ninguno- y que le ruegue a los hados y a los santos que sean favorables a la madre de mis hijos.

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