EL presidente del Congreso, José Bono, se equivocó ayer en la argumentación usada para reprender al ministro de Industria, Miguel Sebastián, su presencia descorbatada en el hemiciclo. Bono no debió usar el parapeto de los ujieres sino la propia dignidad de la Cámara Baja, como representación de todos los españoles, a la hora de defender cómo hay que vestir en dicho lugar. El diputado de IU, Gaspar Llamazares, sí estuvo acertado cuando explicó el porqué de la corbata en su cuello y dio la mayor altura del debate. Junto a Bono, quien quedó peor fue, sin lugar a dudas, el ministro Sebastián. Su pijada de que sin corbatas se combate el calor es una teoría que puede tener su fundamento, pero que abre la puerta a cosas peores. Si él ahora considera esto, no me extrañaría lo más mínimo que dentro de un tiempo abandere la causa de los pantalones piratas para refrescar las pantorrillas, que también sufren los rigores del estío. Y ya puestos, por qué no las socorridas chanclas playeras, en sus versiones hawaianas o brasileñas, para ventilar los pinreles, que hay que ver lo que sudan en estos días los pobres míos. En esta progresión de la ordinariez acabará Miguel Sebastián convirtiendo el Congreso de los Diputados en lo más parecido a un paseo marítimo a las dos de la tarde. Que no falten las camisetas de tirantes y las gorras de generosa visera en esta cruzada por el ahorro energético. Todo sea por la sostenibilidad.

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