Cultura

Una grata noticia de invierno

Teatro El Mercado. Dirección: Paco Piñero. Reparto: Anabel Maurín, Javier Carmona, José Delgado-Llergo, Marisol Membrillo y Manuel Pérez. Escenografía: Lydia Torres. Iluminación: Francisco Ceslu. Vestuario: Francés Jalo. Música: Alberto de Paz. Audiovisuales: Pedro Gálvez y Paco Romero. Fecha: sábado 29 de enero. Lugar: Gran Teatro. Casi lleno.

Magnifico ambiente el que había la noche del sábado en el Gran Teatro. Estrenaba ese día una compañía cordobesa, los chicos del Teatro El Mercado de Paco Piñero, y el hecho de que el coliseo estuviese prácticamente lleno ya unos minutos antes de que se alzase el telón daba para algunas reflexiones a vuela pluma. La principal: que, pese a lo que digan los muchos agoreros que en la vida hay, Córdoba cuenta ahora mismo con un público ávido de propuestas teatrales y, al mismo tiempo, con varios grupos de profesionales capacitados para impulsar propuestas dignas de atraer la atención del respetable. La conclusión por ello parece evidente, que lo inusual, que una compañía profesional cordobesa estrene en su ciudad con los mismos parabienes y atenciones que una compañía madrileña, debe de convertirse en usual. Quizá no sea mal momento incluso para soñar y comenzar a creer que Córdoba puede tener una pequeña pero coqueta industria escénica local promovida desde el ámbito privado gracias a proyectos como éste de El Mercado, que confía en tener pronto sede fija en La Madgalena, o el de Avanti, que ha logrado estabilizarse en María Auxiliadora. Sea como sea, parece que algo está cambiando en la ciudad.

Con este ambiente optimista comenzó el sábado la propuesta que traía El Mercado al principal teatro de la ciudad, El invierno bajo la mesa, una obra con claras resonancias del teatro del absurdo y de trasfondo social. El texto lo escribió Roland Topor, miembro fundacional del grupo Pánico junto a los inclasificables Arrabal y Jodorowski, en las postrimerías de su vida, a mediados de los 90 y, tras estrenarse en la Comedia Francesa de París, goza todavía de plena actualidad ya que aborda, con una mirada al mismo tiempo crítica y tierna, el drama de la inmigración y de la respuesta, a menudo cínica, que Europa, y en general los países desarrollados, han dado al problema de las migraciones, útiles en lo económico e incómodas en lo social.

El Mercado, con unos recursos económicos limitados, logra sin embargo poner en pie una obra sólida y emocionante. Todo se enfoca así hacia un mismo lugar: la transmisión de emociones al público a través de un concienzudo trabajo actoral. No es teatro efectista ni espectacular, tampoco es el teatro frívolo e insustancial que tanto abunda, sino que se trata de teatro de la palabra, del teatro de siempre. Y es ahí donde la dirección de un veterano como Paco Piñero, curtido en mil batallas durante las últimas décadas, consigue transmitir vida a una pieza que al mismo tiempo provoca la reflexión, la risa cómplice y la ternura. Derrocha, en suma, humanidad y lanza un mensaje claro de creencia en el amor entre los hombres como camino esencial para huir de las cadenas de la soledad, la introversión y, principalmente, la injusticia.

Mención destacada merece el trabajo de un reparto que ha preparado a fondo un texto en el que se nota a la legua que cree y respalda; o sea, existe un compromiso que dota a los personajes de una alta capacidad de convicción. No siempre es así. Magnífico resulta por ejemplo el trabajo de Anabel Maurín en el papel central de esta obra, Belén, la joven que aloja en su piso, bajo su mesa, a dos inmigrantes con los que poco a poco va estrechando una humanísima relación, y también la aportación de la siempre solvente Marisol Membrillo, que saca lo mejor de su personaje secundario y protagoniza algunos de los momentos más divertidos de la función. Sólidos están también los miembros del reparto masculino y especialmente brillante resulta la escenografía de una Lydia Torres que, de forma sencilla y sin grandes alardes, consigue crear un espacio sugestivo en el que, con una fusión de elementos de siempre y otros más novedosos, permite abrir espacio tanto a lo real como a lo onírico sin que nada chirríe, y eso no es fácil.

El invierno bajo la mesa se convierte con todos estos componentes en una pieza de teatro de valor evidente y rigurosa, a la que lastran si acaso unas transiciones subrayadas en exceso y un final que quizá requeriría algo más de reposo y capacidad de evocación. No son impedimentos sin embargo para concluir que Teatro El Mercado, tras su debut con El hada de Abu Ghraib, lanza signos inequívocos de coherencia y seriedad, de saber lo que se quiere, que hacen confiar en un futuro importante para esta compañía cordobesa. Lo suyo es un teatro necesario, y muy necesario en especial para la Córdoba cultural, en la que parece que al fin algo está cambiando de verdad. Cruzaremos los dedos.

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