Cultura

El apócrifo como tradición 'holmiana'

EEUU, 2009, Aventuras, 128 minutos. Dirección: Guy Ritchie. Guión: Mike Johnson, Guy Ritchie, Anthony Peckham. Intérpretes: Robert Downey Jr., Jude Law, Rachel McAdams, Robert Maillet. Música: Hans Zimmer. Fotografía: Philippe Rousselot. Cines: Arcángel, Guadalquivir, El Tablero, Artesiete-Lucena.

Convertir a Holmes en un superhéroe de cómic, recrear la era victoriana con aires tecno-sombríos de videojuego y fundir las intrigas detectivescas con tramas apocalípticas herederas tanto de la tradición del folletín como de las novelas de espías de los años 60 y la literatura de aventuras esotéricas actuales es, por mucho que pueda molestar a los holmianos integristas, no sólo una opción creativa y una estrategia comercial legítimas, sino que se inscribe en la más antigua tradición holmiana. Y esto, hay que añadir, es el mayor homenaje que se pueda hacer al personaje: Holmes es tan grande que desborda el canon original escrito por Conan Doyle entre 1887 y 1927 en cuatro novelas y cinco colecciones de relatos breves. De una parte la razón comercial de la demanda de nuevas aventuras del detective y de otra la razón creativa de jugar con el personaje animó a oportunistas y a sinceros admiradores a generar una larga colección de apócrifos que, a su vez, ha creado un segundo canon holmiano en el que se reúnen los mejores apócrifos escritos por grandes o muy populares nombres de la literatura de fantasía y evasión. Han escrito relatos apócrifos de Holmes el propio hijo de Conan Doyle en colaboración con el maestro del relato detectivesco John Dickson Carr, Sir James M. Barrie, Gaston Leroux, Jardiel Poncela, Barin-Gould, Ellery Queen, Nicholas Meyer o Stephen King. Y en estas u otras novelas se le unido a personajes de ficción, como Arsenio Lupin o Fu-Manchú, e históricos, como Marx, Freud, Wilde, Jack el Destripador, Chaplin y hasta el mismísimo Franco.

Antes de existiera el cine las aventuras de Holmes fueron visualizadas por los dibujantes que se encargaron de las portadas e ilustraciones de las ediciones por entregas en The Strand (de hecho son ellos quienes fijaron la iconografía holmiana) y dramatizadas por las adaptaciones teatrales, forma victoriana de explotar los éxitos populares literarios. Nacido el cine Holmes vivió en las pantallas desde 1905 (Aventuras de Sherlock Holmes del pionero Stuart Blackton, con Maurice Costello -que lo había representado sobre los escenarios- como el primer Holmes conocido de la historia del cine) y ha seguido viviendo hasta este estreno: 104 años de vida cinematográfica no es un mal récord. En este siglo largo en la pantalla se han visto Holmes doylianos y apócrifos, serios y burlescos, victorianos y actualizados. El respeto al original nunca ha sido una marca de diferenciación. Uno de los Holmes más recordados, el que interpretó Basil Rathbone entre 1939 y 1946, fue trasladado a la Norteamérica de la época; y uno de los mejores, el La vida privada de Sherlock Holmes de Billy Wilder que interpretó Robert Stephens, es una parodia.

Con estas credenciales no es de recibo acusar a Guy Ritchie (a quien se deben las apreciables Snatch, cerdos y diamantes y RocknRolla) de desfigurar a Holmes. Ni es el primero que lo ha hecho ni quien peor lo ha hecho. Su película no tiene las calidades y cualidades del canon doyliano que hizo exclamar a Jorge Luis Borges que "pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una de las buenas costumbres que nos quedan". Su Holmes no tiene la gracia en fidelidad al original del de Wilder, ni la presencia monumental de los que interpretaron Raymond Massey o Basil Rathbone, ni la modesta fidelidad de los creados por Peter Cushing. Pero este Holmes fundido con James Bond, dibujado como un personaje de los comics Marvel y rodado con el estilo frenético de cámara y montaje propio de actual cine de acción, sirve para crear una entretenida película de acción que se sitúa por encima de la media actual; para recrear un victorianismo visionario muy atractivo (la diseñadora de producción, Sarah Greenwod, creó las atmósferas siniestras de una estupenda versión televisiva de La piedra lunar de Wilkie Collins); y para proponer un apreciable detective recreado con provocativa energía por un excelente Robert Downey Jr. y un curioso Watson esombrecido por Jude Law.

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