Antonio Martínez Sarrión (Albacete, 1939) es una destacada figura de la poesía española que resalta fundamentalmente por adoptar una forma innovadora de crear versos, ya que introduce en sus poemas conversaciones, citas, digresiones o canciones de jazz. Otra vertiente de su trayectoria la ocupa la traducción literaria. Hoy, a partir de las 13:00, participa en un recital colectivo en la Facultad de Filosofía y Letras enmarcado en la primera jornada del ciclo de Cosmopoética Poetas del mundo en Córdoba.

-En su época destacó como un rebelde en la forma de hacer poesía. ¿Qué inquietudes lo lanzaron a crear ese estilo propio?

-Todo surgió por una afición que se manifestó de una manera muy temprana en mi infancia por la poesía y por el lenguaje. Cuando tenía ocho o diez años pedía de regalo en las fiestas o bien antologías de poesía española, que entonces se llamaban Las 1000 mejores poesías de la lengua castellana, o bien un diccionario, de manera que yo estaba abocado por nacimiento y por una sensibilidad especial respecto al lenguaje. Es lo que creo que caracteriza a los artistas del lenguaje, que tienen una sensibilidad mayor que los demás.

-¿Qué lo lanzó a introducirse en la corriente surrealista?

-El surrealismo todavía era una corriente viva, que privilegió lo onírico, el amor, la rebelión contra la autoridad de todo tipo y la pasión. A mí, quizás porque nací en una familia burguesa y del régimen, por contra, me interesó siempre todo lo que fuera rebelde y encontré en el surrealismo niveles de rebeldía altísimos que me han seguido interesando toda la vida, aunque ya el surrealismo como tal movimiento organizado no existe, está muerto.

-¿Qué puntos débiles tenía la poesía surrealista?

-Podía ser monótona a veces y dejarse tentar por movimientos y adhesiones políticas perversas y lamentables como era el estalinismo.

-¿Y respecto a los lectores?

-Tenía la fascinación que puede tener un foco de luz, un caleidoscopio o una aparición mágica.

-¿Cómo ha evolucionado su poesía a lo largo de su trayectoria?

-Desde un hermetismo, que significa cifras difíciles, cosas demasiado escondidas en la propia poesía y una cierta oscuridad en la manera de escribir, a una tendencia que en los últimos libros se ha abierto paso con un lenguaje más claro.

-¿Cómo ve el panorama poético actual?

-Lo veo bien porque durante todo el siglo XX España y América Latina en conjunto presentan la potencia poética más alta junto a la francesa, la estadounidense o la rusa. La poesía española es potentísima en el siglo XX; esto se arrastra en el siglo XXI, pero es pronto para decirlo. De momento no hay grandísimas figuras como podían ser en su momento Antonio Machado, Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez o Claudio Rodríguez.

-¿Qué le falta a la poesía actual para llegar a ese nivel?

-Una voz potentísima que cambie los parámetros y los rumbos y dé un volantazo a la poesía que se hacía hasta entonces.

-¿Echa en falta algunos valores estéticos?

-No creo que sean estéticos los valores que faltan, quizás sean más bien éticos. Hay un cierto conformismo, fatalismo y una cierta aceptación del mundo establecido.

-¿La poesía ha llegado a una etapa en la que todo vale?

-Sí, desgraciadamente sí. En el plano de la poesía y de la vida. Debido a una laxitud infinita y a la onmipotencia del mercado que nos ha llevado a esta crisis espantosa, se ha llegado a una degeneración moral absoluta en la que más o menos la fórmula sería: tú roba todo lo que puedas y que no te pillen; si te pillan, mala suerte. Y eso está fomentado por los medios de comunicación.

-¿Qué opinión tiene de festivales como Cosmopoética?

-Por lo que conozco, es un macrofestival de poesía que trae a poetas de alta categoría. Si hay gente que por la oferta que hay en Córdoba se quiere acercar a la poesía, habremos captado nuevos públicos para que disfruten de este arte.