Cultura

Samuel 10, 5

"Y cuando entres en la ciudad encontrarás una compañía de profetas que descienden del lugar alto, precedidos de salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos profetizando."

Cuando puse el pie en Metrópolis, Astorga, acústica en cinto, rendía honores a la memoria, al oscuro acento del recuerdo, a los dictados de lo que pudo ser. Altivo y afectado, con esa grandilocuencia sensata que le dio carácter, con la fe en sí mismo con la que ascendió y la resignación con la que vio hundirse un proyecto llamado a calar. Al lado, su banda, la banda que tejió el sueño de trascender, la banda de aciertos y sinsabores, destilando esencias a lo Cure, a lo Bono, a lo Dark… A mi lado, mil recuerdos para digerir. Dejadme que me haga partícipe: intentamos hacer algo grande, pero no nos dejaron; malnacidos. Ahora ya no importa quienes o porqué.

Algo de misticismo cundía en el ambiente. No había sobrecargos en el escenario, plena presencia de ese cuarteto tan peculiar. Simplicidad y efectividad. No voy a dejar llevarme por la cruel trampa de la memoria, ni siquisiera permitiré parecer un prisionero del ayer. Asumo que me dan dolor de estómago los revivals forzados, los regresos suicidas, los reencuentros programados. Pero no es el caso. Parece ser que en estos tiempos inciertos y traicioneros, cualquiera puede tener su propia religión. Si Maradona la tiene, nadie puede prescindir ya de creerse dios. Si Religión regresan, aunque sólo sea una noche, o dos, los que en algún momento nos persignamos con su agua bendita estábamos en la obligación y el derecho de saber qué estaba pasando. Hoy podría escribir chistes de mofa y befa sobre el asunto, como tantas otras veces ante traidores o farsantes. Pero la verdad es otra muy distinta. Y lo peor es que la vedad te hace pensar.

El cáncer que sacude a las religiones, especialmente a la católica, es la incapacidad para evolucionar al mismo ritmo que la sociedad. Pretenden que todo gire alrededor de su doctrina, cuando es su doctrina la que debe dar respuestas al mundo real. Rizando el rizo, Religión se adelantaron en los 80 a su época. Doctrinaron sobre lo que estaba por venir. Visionarios que no perdían de vista sus influencias pero que se nutrían más del futuro que del pasado, al verles ahora, más de veinte años después, es necesario admirarse por su vigencia, por su falta de "sepiedad", por su misteriosa condición de contemporáneos cuando realmente regresan de entre los malditos. Hay muchos zombies que cuando vuelven en sí dan risa, parecen una broma, dan pena. Esta vez la cabeza está bien alta y sobre los hombros, y su recorrido por el único álbum que grabaron, Algunos cuentos, otras tempestedes, con el añadido de diversos temas compuestos en estos años y rescatados para la ocasión, motivó de nuevo la devoción de una clientela ya nada influenciable, curtida, de vuelta, pero capaz de valorar la calidad, vigencia y calado de esta banda, sencilla sobre el escenario, compleja en sus mensajes y rotunda en su repertorio. En su momento dije que eran una burbuja dorada. Me volví visionario y acerté. Explotaron y nada más se supo. Ahora que volvieron no me preguntes por mañana. A estas alturas las cosas se miden con otro calendario. Nos conformamos con esa vía unitiva de la que difícil resulta zafarse porque ya poco importan los profetas.

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