Francisco José Jurado. Escritor

"A Benegas y al género negro se lo debo todo"

  • El escritor firma mañana ejemplares de su segunda novela, 'Sin epitafio', la segunda parte de la saga que empezó en 2009 protagonizada por un inspector de policía cordobés

Su carrera novelística comenzó en 2009 con Benegas y cinco años y medio después, Francisco José Jurado vuelve a las librerías con Sin epitafio (Algaida), otro libro de género negro en el que continúa con las andanzas de su inspector de policía cordobés, que esta vez se enfrenta a dos asesinatos que tendrán conexiones con la conquista de Córdoba en la Edad Media. Mañana, a las 19:30, firmará ejemplares de esta obra en la Feria del Libro.

-¿Ha evolucionado el inspector Benegas en esta novela?

-No, es el mismo pero desde el punto de vista literario el personaje ha ido creciendo y madurando; tiene más carne literaria. En ese sentido, a lo largo de estos cinco años los lectores me comentaban que Benegas era para unos de una manera y para otros de otra porque es cierto que no se describía físicamente, tampoco se contaban cosas de su pasado ni de su psicología. Sin embargo, en ésta sí se dan pinceladas de su físico, su edad, su visión de la vida, su punto de vista cultural, político, religioso, por qué se hizo policía... Al mismo tiempo, en este tiempo yo he madurado como escritor. El personaje es el mismo pero mejor.

-¿Se acerca más Benegas al lector?

-He intentado mantener el mismo tono. Una de las críticas que más me gustaba de la primera novela era cuando la gente me decía que es un personaje tan cercano que se iría a tomar una caña con él, o que escribo como hablo, y eso es muy difícil. Eso he intentado mantenerlo. Ésta novela es más sólida y su estructura es muy compleja porque se trata de dos casos distintos de asesinato que ocurren en la Córdoba del siglo XXI pero cuyo modus operandi se remite a la Córdoba medieval, de forma que se articula en capítulos que ocurren en ambas épocas y se intercalan. Esto me ha obligado a documentarme sobre la conquista medieval. Ha sido un ejercicio muy divertido pero me ha costado mucho trabajo.

-¿Le cuesta hacer de Córdoba una ciudad de novela negra?

-No me ha costado. Cuando salía por ahí a festivales me decían 'pero hombre, ¿Córdoba una ciudad de novela negra?', muy incrédulos. Y mi respuesta, en el año 2009, era que Córdoba era la única capital con un Ayuntamiento comunista, el poder financiero estaba dominado por la parte más rancia de la Iglesia, que tenía todas las empresas del pelotazo inmobiliario y que las mafias de la Costa del Sol estaban a 120 kilómetros y con autovía. Y me decían: 'pues sí que es verdad, es una ciudad muy de novela negra'. Además, hay que tener en cuenta que el peor mal que hay es quitar la vida a un ser humano y eso ocurre por muy pocos móviles (dinero, poder, sexo, despecho...) y en todos los lados del mundo esos móviles funcionan más o menos igual. Córdoba tiene una serie de pecualiaridades como ciudad bimilenaria que es y eso también me ha servido para articular esta novela.

-¿Qué comparte usted con Benegas?

-Hay muchas cosas. Físicamente no, pero muchas de mis manías y visiones de la vida se trasladan al personaje. Intento que sea lo menos posible pero es inevitable que en lo que uno escribe se trasluzca un poco de lo que has asimilado a lo largo de tu vida. El escritor escribe sobre lo que ha vivido, lo que ha leído, lo adereza con la mala leche que tenga y un poquito de talento.

-Ésta es su segunda novela y sigue con el género negro. ¿Qué le aporta?

-Mucho. No sé si la tercera será de género negro, probablemente no, pero al género negro se lo debo todo. Escribí la primera, que era Benegas, y me sirvió para darme a conocer y para situarme en el panorama nacional. El segundo me ha servido además para que me fiche una multinacional, que es el Grupo Anaya. Nunca creí que iba a llegar a esto. Y que el 30 de abril salga la primera novela traducida al alemán... Ahora mismo estoy sobrepasado. Continuaré con Benegas, aunque no sea en el próximo libro.

-Desde 2009 a la actualidad Córdoba ha cambiado. ¿Qué visión tiene ahora de la ciudad?

-Socialmente creo que no ha cambiado mucho. Creo que Córdoba tiene un gran lastre y la culpa no es de los políticos ni de las élites, sino de los ciudadanos, que hemos permitido que durante mucho tiempo, décadas, los mediocres hayan accedido a los puestos clave. Cuando me refiero a la mediocridad, no hablo sólo de políticos, sino a las entidades como sindicatos, patronales, directores de periódicos, empresas referentes a nivel provincial... Cuando analizas los últimos 30 o 40 años te das cuenta de por qué no hemos dado el salto cualitativo que deberíamos haber dado por potencial. Luego podemos llorar, pero es culpa nuestra.

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