Adiós al nieto del abuelo Palancas
"El flamenco es la canción protesta más irrompible y duradera". Fue la última frase lapidaria que le escuché a Félix Grande a propósito de la conferencia que vino a pronunciar, en la Cátedra de Flamencología de la Universidad de Córdoba, con motivo de la inauguración del curso 2013-14 el pasado 28 de octubre. Última frase porque el pasado jueves tuvimos noticias de su inesperada y sentida desaparición. Ojalá que, como él relató, "dormidito", siguiendo los pasos de aquel ofendido mozo que, a la sazón, sería su futuro abuelo, un día comidilla de buena parte de La Mancha a cuenta de la afrenta prostibularia que -encolerizado y "con su autoestima desbaratada"- le encendió para empujar haciendo "palanca", más allá de un kilómetro y toda una madrugada, un totémico cilindro de granito que le ayudó a desfogar y ya más sereno retirarse hasta su catre a descansar, con el asombro por tal proeza de la vecindad llegada la siguiente mañana y el consiguiente temor durante semanas de aquellas desconfiadas meretrices a quedarse sin su fiel y recurrente clientela.
Pero supongo que no será así, pues a Félix Grande, ese grandísimo poeta, rapsoda, narrador, flamencólogo, lo tendremos ya para siempre por la imponente obra que nos ha legado. Y es que, para quien suscribe, la presencia de este emeritense de Tomelloso, andaluz por vocación, ha quedado indeleble desde que un día lo atendiese por los 70 del siglo pasado, en la hermosa grabación de Persecución que protagonizase Juan El Lebrijano. Y ya, luego, fueron muchas las ocasiones en las que con su sensible y apasionado verbo hizo más legítima la afición de quienes estábamos cada vez más llevados por la labor de ser incondicionales de ese arte que, Antonio Gala mantiene como una queja, es el flamenco como "forma de expresarse un grupo de oprimidos". Él mismo lo sostenía definiendo que "el cantaor lo que hace es protestar. Cuando canta grita su rabia y dolor por ser el resultado de la afrenta y la humillación". Plasmando en toda su obra una postura que en Memoria del flamenco rubrica, consiguiendo que quienes sienten algún interés por esa música vean que este autor que se nos ha ido ha tenido mucho que ver con su clarividencia. Caballero Bonald en el prólogo lo sintetizó afirmando que "Félix Grande ha sabido asimilar con creces tan arduo aprendizaje. No ya porque entendiera que también pernoctando con papeles o tocando la guitarra podía asumir una porción de ese magisterio popular, sino porque logró identificarse con la atroz peripecia humana de los grandes transmisores del arte gitano-andaluz".
Ya no tendrá que desplazarse de un sitio para otro para sintonizar con nosotros, porque estará presente siempre. Pues, con Alejandro López Andrada, sentimos "… la voz de Félix Grande, tan suave y frágil como el talle de un junco cimbreándose junto a un puente, la voz misteriosa del poeta narrando en un disco la inhumana persecución de los gitanos, o el rasgueo cristalino de Paco de Lucía fulgiendo como un arco iris entre dos aguas". Descanse en paz tan preclaro congénere.
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