Cultura

¡Qué siga la música!

Tercer concierto de la temporada de abono. Solista: Carlos Rafael Martínez Arroyo, violín. Programa: Ludwig van Beethoven, Obertura de Coriolano, op. 62; Felix Mendelssohn, Concierto para violín op. 64 en mi menor; Wolfgang Amadeus Mozart, Sinfonía n. 40, k. 550 en sol menor. Director: Joost Smeets. Fecha: jueves 7 de noviembre. Lugar: Gran Teatro. Lleno.

Los atractivos del concierto del jueves se centraban en el disfrute de tres grandes obras, presentadas por el ganador del primer premio del Concurso de Dirección de la Orquesta de Córdoba 2013 (el holandés Joost Smeets) y por el jovencísimo violinista egabrense (¡catorce años!) Carlos Rafael Martínez Arroyo. Parte de la atención de la velada, y una de las más largas ovaciones, fueron no obstante para la lectura de un emotivo texto en el que los miembros de la Orquesta de Córdoba lamentaban la significativa reducción, por parte de la Junta de Andalucía, de su aportación presupuestaria al Consorcio que, junto a la del Ayuntamiento de Córdoba, dan sostén económico a la ya veterana formación orquestal, que cumplió el pasado año su 20 aniversario. Los músicos anunciaban una serie de acciones encaminadas a reivindicar la digna supervivencia de la Orquesta, acciones de las que irán dando cuenta a través de los medios de comunicación y a las que invitaban a sumarse al numeroso público que sigue su trayectoria. Pero vayamos a la música.

Desde mi punto de vista, la calidad musical más alta se logró en la interpretación de la Sinfonía 40 de Mozart. Smeets hizo una lectura de maravillosa claridad y expresividad, con numerosos y novedosos aciertos (la intensificación en el fraseo de las repeticiones del motivo inicial, para comenzar) que crearon magia en el escenario. Magistrales las versiones de los dos primeros movimientos. Y una delicia toda la sinfonía llena de momentos de verdadera emoción.

Justamente, emoción, admiración y sorpresa fueron también los sentimientos que hizo brotar en la audiencia el arte de Rafael Carlos Martínez Arroyo, un músico al que sin duda espera una extraordinaria carrera. Tocó el difícil concierto de Mendelssohn con una facilidad pasmosa; y no menos valentía y temperamento mostró en la propina: nada menos que el preludio de la tercera Partita de Bach.

La maravilla de la armonía que, en todos los sentidos del término, brota de la música estuvo perfectamente representada en la velada. Un día del extraño otoño cordobés, al buen puñado de nacionalidades, edades y personalidades distintas representadas en los atriles de la Orquesta, suman sus enormes talentos un niño de Cabra, un joven director holandés y unos compositores que llevan mucho tiempo muertos. Y con sólo escucharlos nos hacen ser mucho más felices.

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