Cultura

La esencia de Romero de Torres llega al Bellas Artes de Sevilla

  • El museo acoge hasta el 12 de enero 'Entre el mito y la tradición', procedente del Carmen Thyssen

Procedente del Museo Carmen Thyssen Málaga, donde recibió 53.000 visitas entre abril y septiembre, la muestra Julio Romero de Torres. Entre el mito y la tradición es la gran apuesta otoñal del Bellas Artes de Sevilla. Un sugerente recorrido por los temas más característicos de la producción de este cordobés (1874-1930), amigo de literatos como Ramón María del Valle-Inclán -quien fue su mentor y le dio categoría de personaje- e inmortalizado en la copla como el artista "que pintó a la mujer morena". Las imágenes femeninas son mayoría en este conjunto de 28 obras, procedentes de museos y colecciones particulares, incluido el lienzo que le introdujo en el bolsillo de todos los españoles: Fuensanta, la hermosa muchacha con las manos sobre una tinaja que ilustró el famoso billete de cien pesetas que estuvo en circulación hasta 1978 y fue el de mayor tirada en la historia de dicha moneda. El lienzo fue vendido en 2007 por Sotheby's de Londres en 1.173.375 euros, estableciendo un récord en subasta para la obra del cordobés. Hasta ese momento, cuando lo adquirió el coleccionista privado español que lo ha cedido para la muestra, la pintura, presentada por Romero de Torres en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, meses antes de su muerte, permanecía en Argentina.

Sin embargo, para la secretaria general de Cultura de la Junta, Montserrat Reyes, encargada también de inaugurar la cita en representación del consejero Luciano Alonso, "el billete, además de hacerlo tan famoso, ocultó su discurso plástico". Son esos valores estéticos los que quiere reivindicar esta muestra superando la "figura distorsionada" y ligada al tópico que a menudo se tiene del artista.

Para la comisaria y directora del Thyssen de Málaga, Lourdes Moreno, "Romero de Torres es el creador de una corriente estética propia dentro del simbolismo". Un pintor, añadió, "a la altura de sus coetáneos Zuloaga y Gutiérrez Solana" y del que en Sevilla, mediante un recorrido que abarca "las temáticas más representativas de su imaginario poético", pueden abarcarse todas sus etapas creativas: desde sus inicios en Córdoba a su vinculación con Madrid, donde gracias a su amistad con importantes literatos y artistas logró la difusión y el reconocimiento, o su decisivo viaje a Italia de 1908, donde da el giro definitivo al simbolismo y se obsesiona con el concepto de dualidad, con la noción antagónica de la vida que plasmó en obras como Amor sagrado, amor profano, cuyo título le inspiró precisamente Valle-Inclán.

Hijo del conservador del Museo de Pinturas de Córdoba, la primera etapa de Romero de Torres está marcada tanto por la influencia paterna y de la pinacoteca cordobesa como por las aulas de la Escuela de Bellas Artes y el conservatorio de música de su ciudad. Una pintura muy luminosa y de técnica suelta, donde se perciben las influencias del modernismo, el prerrafaelismo y el simbolismo, le ocupa en sus inicios y con ella arranca la muestra, que inmediatamente da paso a sus figuras más melancólicas, donde plasma sus preocupaciones sociales (Mal de amores, A la amiga), y a la génesis de su peculiar concepto femenino, místico y ensoñador, que más tarde cargaría de sensualidad.

En la sección titulada Retratos y símbolos el recorrido se detiene en varias de las obras que compuso en las dos primeras décadas del pasado siglo por encargo de la burguesía madrileña. Abundan los retratos de personajes femeninos de diferentes estratos sociales: desde ensimismadas damas burguesas a mujeres castizas que representan la tradición andaluza. "Su preocupación por la moda femenina de la época es admirable. Su elegancia y detalle en el tratamiento de los tejidos y encajes, la precisión técnica y la creación de luces suaves en la piel, en contraste con la extrañeza de los paisajes de fondo, convierte la realidad en alegoría", subrayó la comisaria delante de obras tan icónicas como La bella Otero o Carmen.

Gracias al prestigio social que suponía en la época ser inmortalizado por Romero de Torres, sus retratos de familia, con su carácter teatral, ocupan una parte considerable de su producción, como demuestran los lienzos protagonizados por la familia Basabe.

A la mitad del recorrido puede admirarse una de sus obras cumbre: Poema de Córdoba, completada en 1915. Es un retablo de seis paneles verticales y uno central, de mayor tamaño, donde representó varias visiones de su ciudad. La Córdoba guerrera, judía, barroca, cristiana, romana, religiosa y torera se suceden en este trabajo, que el artista definió como "la reencarnación del pasado en el presente" y que marca, según Moreno, la transición de su pintura hacia lo alegórico.

En la sección dedicada a Poemas y alegorías, el trasfondo místico convive con los asuntos folclóricos en obras tan celebradas como La consagración de la copla, propiedad de la colección Prasa de Córdoba, que aporta al proyecto otras cinco piezas más. "El autor repite en este período un esquema heredado del Renacimiento italiano, con la obra protagonizada por una escena principal y detrás un fondo que muestra espacios urbanos de Córdoba. Él se sentía heredero de una tradición pictórica que comenzó en el Trecento y que quiso continuar de forma natural bajo la inspiración de grandes maestros españoles como Goya", reflexionó la comisaria. El agua, las barajas de cartas, la fruta o los utensilios domésticos de cobre son elementos que se repiten acompañando a los personajes femeninos, "una reiteración que acentúa el valor irrepetible de estas obras", incidió.

A través de sus desnudos femeninos, Romero de Torres elevó la imagen de la mujer andaluza a la categoría de símbolo erótico de una cultura. La tipología del desnudo femenino recostado, "posible herencia de Tiziano", según la comisaria, la cultivó con frecuencia, como ilustra La musa gitana (1907), propiedad del Museo Nacional Reina Sofía pero depositado en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.

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