Cultura

Muere Aurelio Teno, el escultor telúrico que abrazó al mundo

  • El artista pedrocheño, que tenía 85 años, articuló un mundo propio a partir de un lenguaje que hunde sus raíces en el expresionismo y llevó sus obras a Washington y Buenos Aires

Era un artista y se sabía nada más verlo. A pesar de que tenía 85 años lucía una larga melena, gafas oscuras y sus medallones que se dejaban ver con la camisa desabrochada. Una dolencia cardiaca acabó ayer con la vida de Aurelio Teno, un escultor que cinceló un mundo mitad real, mitad imaginario que con su desaparición ya es leyenda y nostalgia. Difusor de técnicas avanzadas de diseño e investigación artística, Teno moldeó materiales que nadie quería con formas que nadie imaginaba. Tenía las obras en su cabeza. Y como todos los inventores de mundos fantasiosos, veía continuamente cosas donde los otros creen que nada existe. El funeral se oficiará hoy en Villaharta a las 11:00.

Nacido en 1927 en las Minas del Soldado (Villanueva del Duque) en una familia de dedicación minera, Teno consagró su vida como artista a construir un mundo a su medida, para unos hermoso y para otros indescifrable. Sus halcones, insectos y fieras llevaban tiempo viviendo en la tristeza. Decía recientemente el escultor que se había cansado de vivir. Poco quedaba ya de aquel joven pedrocheño que se marchó a donde hiciera falta para labrarse un destino atendiendo a su ambición artística. Era todavía un niño cuando se trasladó a Córdoba, donde comenzó a trabajar como aprendiz en el taller del escultor Amadeo Ruiz Olmos y más tarde en un taller de platería. En 1939 ingresó en la Escuela de Artes y Oficios de esta ciudad para estudiar dibujo y pintura hasta 1943.

En 1950 marchó a Madrid a trabajar como orfebre y más tarde se trasladó a París, donde amplió estudios de bellas artes y conectó con artistas apasionados también por la vanguardia. Celebró con éxito varias exposiciones de pintura en espacios como el Palais des Beaux Arts. En paralelo se dedicó a la creación de joyas-esculturas que fueron rápidamente reconocidas por el público y la crítica.

En 1965 regresó a Madrid y poco después se instaló en el Molino del Cubo (Ávila), donde investigó nuevos procedimientos plásticos. Expuso en el Ateneo de Madrid esculto-pinturas que llamaban poderosamente la atención y a partir de este momento fue noticia permanente en el mundo del arte con sus exposiciones en lugares como Copenhague, París, Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos y Rabat.

En 1976 su arte alcanzó su más alta dimensión con el formato de la escultura monumental. En competencia con Salvador Dalí y José De Creeft ganó el concurso para realizar la colosal escultura de Don Quijote que se levantaría ante el Kennedy Center de Washington, inaugurada por los Reyes de España. Siete metros de altura y 60.000 kilos de piedra y bronce. Es el periodo de consolidación internacional de su obra.

Tras este monumento realizaría otros de gran relevancia, entre ellos un Don Quijote para Buenos Aires y El rapto de Europa, situado en Nerja y conmemorativo de la incorporación de España a la Comunidad Económica Europea.

Teno consolidó un estilo que hunde sus raíces en el expresionismo y el informalismo de los 50. Ganador de distintos premios, en los últimos lustros estableció su residencia y estudio en el antiguo Monasterio de Pedrique, cerca de Villaharta, en el que instaló una exposición permanente de su obra y trabajó tanto la pintura como la escultura. Y concibió una fundación que tras su puesta en marcha en 2003 no tuvo el desarrollo que él esperaba como espacio para que jóvenes artistas de todo el mundo pudieran estar en contacto con el arte y la naturaleza.

En la última década realizó varias exposiciones en Córdoba, una de ellas en los jardines de Orive (2005) y otra en las salas Cajasur-Gran Capitán y Cajasur-Reyes Católicos, entre 2010 y 2011.

Para Teno la naturaleza no era tan sabia como se cree. Él tenía una propia, la que se había hecho con el arte de la observación y la interpretación del propio yo. Su infancia fue la de un niño de campo y de minas. De niño ya intuía que alguna cosa extraña le sucedía. Era el arte que le llamaba.

En realidad, todo cambió el día en que llegó a París. Allí, frente a frente con el arte, encontró su estilo, su guía. Aurelio Teno es sobre todo conocido por sus interpretaciones de Don Quijote, como aquella en la que lo imagina montado en el corcel Clavileño, el primer cosmonauta de la Historia. Para él no había viaje sin que en la maleta estuvieran la Biblia y un Quijote. Se consideraba un héroe rebelde capaz de soñar con mundos donde monstruos y héroes convivían en sus formas y vidas. "Mi Quijote es distinto, no digo ni mejor ni peor", dijo en muchas ocasiones en su larga trayectoria, en la que fue un loco muy cuerdo aunque su arte no lo pareciera a veces. Un genio que era el escultor cordobés vivo de mayor proyección internacional.

Afable y con sentido del humor, Teno confesó en una entrevista con este periódico en 2002 que cuando era pequeño no le gustaba el nombre que sus padres le habían puesto, pero luego se dio cuenta de que alude a los metales y al oro y de que contiene las cinco vocales. "Hay mucha magia ahí", indicó el creador, que aseguraba que casi todos los días leía un pasaje del Quijote "porque es actualidad, contiene todos los problemas sociales que hay hoy en día". "Sobre él he hecho ilustraciones, esculturas, pinturas..., y cada día lo desguazo más. Voy a la síntesis, a la espiritualidad del Quijote".

Teno pensaba que "hace falta mucha anarquía para elaborar una obra de arte" y que el creador "no se puede sujetar a unos cánones porque el arte es inspiración". Liberar la mente, no ajustarse a conceptos previos, dejarse llevar... Teno mostraba también su sabiduría cuando desmitificaba los sueños de la juventud: "Cuando eres joven te crees que te vas a comer el mundo, te vas a París, luchas, te crees que eres más importante que Picasso, que vas a arreglar el mundo del arte... Con el tiempo tu concepción de la vida es otra, te vas bajando del pedestal, aunque sigas teniendo que sacar lo que llevas dentro y estés comprometido siempre, porque si no, te mueres".

Se declaraba "un insatisfecho de toda la vida" y no pensaba en la posteridad. Para él, la vida era el presente. "Yo he vivido intensamente. Ya lo que quiero es que me dejen en paz, no tengo grandes pretensiones. Nunca me he sometido y no lo voy a hacer ahora, a mis años...". Ayer le llegó a Aurelio Teno la hora del adiós. Un artista que hizo de la libertad su hoja de ruta y del contacto con la tierra su gran estímulo.

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