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¿Se saben el cuento de la pipiripava? (1-0)

  • En un decepcionante encuentro que comenzó bien, el Córdoba entierra gran parte de sus opciones de pelear por el ascenso con otro desajuste defensivo y su nulo acierto. No hubo reacción ni dentro ni fuera del campo.

¿Quieres que te cuente el cuento de la pipiripava que nunca se acaba? Esa pregunta sin respuesta ha martilleado la niñez de muchos adultos de hoy, que por aquello de las modernidades y las modas han decidido a dejar la expresión en desuso. Era una cuestión en bucle, sin un final posible. Y que casi siempre acababa bañando de sonrisas el diálogo. Sentimiento de alegría que sin duda hubiera agradecido el cordobesismo en su paseo por la Costa Brava. Porque en Palamós, el Córdoba se dejó gran parte de sus opciones de pelear por el ascenso a Primera División.

La derrota ante el Llagostera deja a los blanquiverdes décimos, a tres puntos de la zona de play off, pero con una sensación que agria las cuatro fechas que restan de fase regular. Seguro que aún hoy habrá quien quite el polvo del ábaco y haga cuentas con las pocas bolitas que quedan, pero en lugar de matemáticas parece que lo único que puede mantener el aliento es la fe. Y eso que ahora está tocadísima. Porque si el equipo es incapaz de superar a un rival que se agarra como y con lo que puede a sus opciones de permanencia, parece complicado creer en un cuatro de cuatro, y ante enemigos mucho más cualificados. Soñar es gratis, pero hacerlo con argumentos siempre será mejor. El CCF expuso los suyos durante el primer cuarto de hora, acumulando llegadas por fuera y ocasiones claras como para pasar a mandar. Pero el enésimo error defensivo dio paso a un nuevo episodio de impotencia y falta de recursos. Dentro y, lo que es peor, fuera del campo. Una lluvia de decisiones erróneas que provocaron un segundo acto calamitoso, sin capacidad para crear verdadero peligro a un adversario tremendamente débil. Y así cuesta muchísimo creer.

 

¿Recuerdan aquello de las flores de mayo y el tener los ojos puestos en lo que se juega el equipo? Alguno debió borrar esa parte del archivo de su memoria. Porque mientras el eco de la penúltima salida de pata de banco -habrá más, no lo duden- aún retumbaba y el pecho del mandamás seguía rojo de tantos golpes sin criterio, el Córdoba afrontaba otra final, sin margen de error, y sabiendo en el inicio que una victoria podía devolverle a la zona de privilegio. De hecho, el ímpetu inicial puede que tuviera que ver con eso. Con la única novedad de Nando po Pedro Ríos, el equipo salió intenso, y como si se conociera a la perfección el campo, se adueñó del partido en un santiamén. Velocidad, combinación, claridad y juego por los costados con balón; agresividad y solidez sin pelota. Todo para que el medio campo del Llagostera acogiera todo el protagonismo. Con Cisma y Stankevicius llegando bien por fuera, con Nando y Fidel pisando el área para aparecer por sorpresa, al igual que los mediocentros y con Xisco en plan playmaker, los blanquiverdes empezaron a hacer méritos. Un carrusel de saques de esquina, casi todos con uys en los rechazos -Caballero y Eddy aparecieron por el balcón para disparar-, dio paso a la ocasión más clara en mucho tiempo. Fidel, solo entre el punto de penalti y la frontal del área pequeña mandó arriba un balón suelto. Increíble, pero cierto.

 

Aunque para terminar de echarse las manos a la cabeza con motivos hubo que esperar algún minuto más. Y es que en plena fase de insultante dominio, una pérdida de Eddy en campo contrario originó una transición vertical entre Pitu e Imaz que puso el 1-0. ¿La defensa? Pues Stankevicius y Rodas no siguieron al extremo para dejarlo en fuera de juego... que rompía Deivid. El gol, que evitó la roja de Razak por su toque con las manos del balón fuera del área en primera instancia, fue una bisagra al encuentro. Desde ese momento, el Llagostera empezó a estirar algo las posesiones, muchas veces con riesgos innecesarios que sólo la poca maldad ofensiva cordobesista dejó en anécdota. Eso o el acierto de René, determinante a un punterazo de Xisco tras una jugada individual desde campo propio y un disparo flojo de Nando que no encontró la colocación deseada. Pero el aluvión del CCF ya había menguado. El choque se equilibró y hasta los excordobesistas Natalio y José Carlos se atrevieron a intentarlo desde lejos antes de un descanso que a más de uno dejó el cuerpo cortado.

 

Quedaba la segunda mitad por delante para buscar la remontada. De primeras, con los mismos hombres, pues parece que a Oltra le estaba gustando la actuación de todo el mundo... Sí, incluso la de Eddy y Nando, a los que poco después tuvo que retirar en busca de la chispa ofensiva que desde el primer cuarto de hora no encontraba el equipo. En parte, por un encabezonamiento inexplicable en jugar por el centro, abandonando el arma que tan bien le había funcionado entonces. Pese a estar mucho en campo contrario, la nulidad de ideas facilitaba el trabajo defensivo del Llagostera, que agradeció como nadie el cambio de banda de Fidel para hacer sitio a Pineda, reduciendo aún más el flujo por fuera. La posesión era visitante; la ola de ataques, también. Pero sin criterio y sin acierto, sin velocidad ni mental ni física. Equipo bloqueado y sin recursos, incluso previsible en el acoso final.

Porque con el cronómetro consumiendo minutos a un ritmo mayor del deseado y ya con Markovic para buscar la ruptura total y la aparición de espacios, llegó el momento de Raúl de Tomás. Línea de tres atrás, línea de tres adelante. Y a correr. Pero sin cabeza, y eso casi cuesta la sentencia en un par de contras con Fofo, Natalio o Ríos Reina. No la hubo, y por eso el CCF estuvo vivo hasta el final, agarrado también a las imprecisiones locales en forma de regalos. No aprovechó uno Pineda, en una transición en la que parecía díficil entender que el cuadro local estuviera tan desubicado; tampoco Fidel, que lo intentó con un zurdazo desde lejos. Aunque el que más cerca estuvo de lograr el empate fue Rodas por partida doble en las últimas pelotas colgadas que permitió el Llagostera en su fortín de Palamós, donde el Córdoba enterró gran parte de sus opciones de pelear por el ascenso. Queda el consuelo de las matemáticas, pero uno empieza a hartarse ya de escuchar una y otra vez el cuento de la pipiripava que nunca se acaba. 

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