Huesca-Córdoba

Feo, fuerte y... triunfal (0-2)

  • El Córdoba se mantiene en la pelea por el ascenso con un triunfo solvente gracias a la vuelta al pragmatismo más absoluto. El equipo estuvo más junto, equilibrado e intenso, y eso le bastó.

Tenía que ganar y ganó. Lo demás es secundario en el presente, que quizás no en el futuro. Lo más importante es que el Córdoba sumó tres valiosos puntos en Huesca que lo mantienen en la pelea por el ascenso, sea por la vía que sea. Y lo hizo de manera solvente, con un partido sobrio y pragmático, sin florituras y en muchos momentos feo, pero que era el desarrollo que se le exigía. Porque este equipo que conduce y seguirá conduciendo hasta el capítulo final José Luis Oltra no ha jugado nunca bonito, aunque sí muchas veces bien.

En El Alcoraz, le faltó mucho para acercarse a la perfección, pero encontró la siempre bienvenida incompetencia ofensiva del rival para terminar tres meses después con la portería a cero, algo que con la pegada que atesoran Florin, Xisco y compañía es sinónimo de éxito en la mayoría de las ocasiones. Aunque también hay que dar la cuota de mérito que se merece al conjunto blanquiverde, que con la recuperación del 4-4-2 se pareció en algunos pasajes a la mejor versión de la temporada. Líneas juntas, bloque ordenado y equilibrado, intensidad para ir a por cualquier balón dividido y las ideas clarísimas: los laterales deben centrarse en defender, el pivote defensivo en cortar y tocar, el organizador en lanzar los ataques, y los extremos y los puntas, salir con verticalidad, calidad y velocidad. Eso sí, todos con la obligación de desgaste y trabajo para las tareas defensivas, con compromiso y entrega para dejarse hasta la última gota de energía en el verde. Eso bastó en el Alto Aragón, aunque habrá que ver si también es suficiente en otros escenarios y con otros enemigos de más entidad, que también vendrán.

 

Ya fuera por convencimiento propio u otros factores externos, Oltra volvió a lo que más y mejor le había funcionado para echar el cierre a su semana más complicada como técnico cordobesista. 4-4-2 con la defensa formada por los veteranos, un doble pivote mixto con un stopper puro y el único creador sano, y la delantera de siempre.

Teniendo en cuenta que la mirada a la portería contraria era secundaria porque el Córdoba marca prácticamente siempre, la duda estaba en ver la respuesta de la zaga -y el resto del colectivo- en las labores de contención. Porque todos los mensajes de unión y confianza que se han oído esta semana en El Arcángel han terminado en la necesidad de cerrar la sangría para recuperar el paso, pues el equipo que más goles encaja de la liga es materialmente imposible que pueda aspirar a estar en la élite. Sin embargo, la puesta en escena no fue la mejor ni mucho menos, pues una falta de entendimiento entre Stankevicius, Rodas y Razak terminó siendo casi la ocasión más clara de los oscenses, al menos la única que buscaba portería de manera directa. No quedó ahí la cosa, pues poco antes del ecuador, Alexander encontró un agujero por el costado de un distraído Cisma, aunque luego no acertó a poner el pase de la muerte a Machís ni Samu Sáiz, que llegaban con claridad y ventaja sobre sus respectivos pares.

 

Pero prácticamente ahí se acabó el Huesca. Con los dos equipos más pendientes de proteger su meta que de ir a buscar al rival, la mayor calidad del Córdoba le permitía dominar los tiempos del duelo. Aunque sin suficiencia, y eso que entre los blanquiverdes eran varios los que se alternaban en esa responsabilidad de inquietar, mientras que los oscenses vivían apenas de la clarividencia de Samu Sáiz. Así, poco a poco, las apariciones de los de arriba fueron creando nervios en el cuadro local. Xisco no encontró portería tras un buen centro de Fidel y Pedro Ríos se topó con la manopla de Leo Franco en una volea tras un saque de banda larguísimo de Stankevicius. Pero no hubo tiempo para lamentos ante tan clara oportunidad, pues de ese córner nació el 0-1 tras un flagrante error de toda la cobertura local que aprovechó el capitán, con pillería y recursos, para romper el empate. 

 

Como en las últimas salidas, el CCF golpeaba primero. Y parecía ahora tener la lección aprendida. Porque el equipo se conjuró para no perder la renta. Con Luso comiéndose él solito a la medular azulgrana, la unión de líneas y ese espíritu para correr como si no hubiera un mañana dejó al descubierto todas las carencias de un Huesca que habita en posiciones de descenso a Segunda B. Era el momento de defender con todo y no sufrir, y si a la contra caía algo... Pero todo con seriedad, un arma vital ante la falta de juego y la posibilidad de controlar a través de la posesión. Hasta ahí, todos de acuerdo.

 

El siguiente punto de interés estaba en ver la salida del equipo tras el descanso, que más de una vez había dado lugar a una extraña metamorfosis. Y casi lo pareció, pues de salida Machís midió a Rodas y cayó en el área. ¿Penalti? Pudo serlo, pero el árbitro lo obvió, y agradecidos. Pero esa acción dibujó unos minutos de incertidumbre que invitaban a pensar en lo peor. El Huesca volcó el juega al lado de Machís, que exigió al límite a Stankevicius para generar peligro constante... pero con nulo acierto. Como el que demostró Alexander, que mandó al limbo una jugada iniciada por Aguilera. Y cuando más negro estaba el horizonte, la fe de Pedro Ríos le llevó a llevarse un balón en inferioridad y ceder el 0-2 a Florin que terminaba de romper el partido. Defensa, fe y pegada, la combinación del éxito.

Y eso que a pesar de que Anquela empezó a quemar sus naves con una defensa de tres incluso con un pivote haciendo las veces de central, fue la vuelta al 4-2-3-1 de Oltra con la entrada de Eddy por Xisco la que más aire dio al Huesca para la media hora final. Porque el mensaje de amarrar hizo mella en el equipo, que empezó a dar pasos atrás y a salir cada vez menos. ¿Lo bueno? Que el CCF se mantuvo en pie sin grandes agobios, aunque en gran medida por la incompetencia ofensiva de los oscenses. Héctor Figueroa tomó el relevo y, tras ver cómo le anulaban -bien- un gol por fuera de juego, mandó otro tiro en posición clara muy lejos del marco de Razak. Lo mismo que un cabezazo picado de Arruabarrena que terminó de demostrar que era el día propicio para devolver el cero a la portería cordobesista. Y con eso, ya hasta dio igual que Florin fallara una volea clara para hacer el tercero. No hizo falta. Con orden y el cerrojo el Córdoba se mostró como un equipo feo, fuerte y triunfal. Y que siga así hasta el final, pues ya sólo quedan ocho episodios y el fondo importa más que la forma. 

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