Liga Adelante

Plegarias de una figura desvalida (1-2)

  • Quinta derrota consecutiva en casa de un Córdoba que no supo traducir en el marcador sus fases de dominio y acabó abatido por la efectividad vitorianas.

Si juega mal, pierde. Si juega regular, pierde. Si juega bien, pierde. La derrota se ha convertido en el denominador común del Córdoba en la segunda vuelta cada vez que afronta un partido en El Arcángel. El problema es que los cinco que acumula perdiendo de manera consecutiva han sido ante rivales directos. Y eso deja en mal lugar a un equipo que empieza a despedirse de sus opciones de ascenso directo, ese objetivo único señalado ya desde el verano y que marca el nivel de exigencia ahora que el campeonato camina hacia su fin. Cierto es que los errores que también cometen el resto de invitados en una fiesta que va camino de sufrir overbooking mantiene con esperanza a un conjunto que acostumbra a gestas al filo de lo imposible. Pero las sensaciones son peores cada día que pasa. Porque hasta haciéndolo casi todo bien, firmando su mejor partido en bastante tiempo, los blanquiverdes volvieron a hincar la rodilla, algo que se viene repitiendo básicamente porque han perdido el dominio en las áreas. Y porque tampoco acaban de saber aprovechar los momentos en los que andan mejor y el rival se tambalea. Le pasó en Soria hace una semana y volvió a ocurrir ayer, de nuevo en una primera mitad en la que los de Oltra mandaron, si bien apenas pudieron contabilizar una doble y clarísima ocasión con sendos remates al palo. Luego, tras el intermedio, el choque se equilibró y ahí el Alavés exprimió mejor sus primeras llegadas para, tirando de efectividad, volcar de su lado un encuentro que acabó con los locales lanzados, pero sin ideas ni claridad para poner en peligro real el triunfo vitoriano. Y así, por mucho que quede aún para que el telón se baje de manera definitiva, parece difícil creer en otro milagro.

 

Como si la realidad del equipo ya estuviera asumida, El Arcángel volvió a vaciarse una vez más antes de tiempo. Lo hizo sin pitos, sin signos de contrariedad ante los suyos. Ni los que están en el verde ni los que se exponen a pie de campo ni los que se acomodan en el palco. La resignación se ha impuesto en el cordobesismo, que se contenta con ver a los suyos pelear y poner todos sus argumentos en el verde. Ayer fueron más que en anteriores ocasiones, pero tampoco fue suficiente para variar el perpetuo 2 en la quiniela. ¿Puede hacer más este equipo? Quizás en una respuesta negativa a esta cuestión pueda resumirse la situación actual. Porque el Córdoba trabaja, entre semana y el día del examen, pero sigue sin erradicar esos errores puntuales que a estas alturas de curso ya no pueden ponerse como excusa. El equipo es frágil, muy frágil. Y eso lo saben sus enemigos. 

 

El Alavés, que tampoco es un dechado de virtudes, dio la sensación desde el inicio de que el empate no le venía nada mal, por aquello del average y mantener la distancia. Sufrió cuando tocó hacerlo y se soltó cuando el cansancio empezó a hacer mella para sacar petróleo de la banda de Stankevicius y la clásica ración de indecisiones defensivas. Hizo dos goles en tres remates, los dos con jugadores libres de marca en el área pequeña y en inferioridad numérica. Hambre y lectura de los espacios a partes iguales. De nada sirvió el tanto de Xisco, en la segunda de las tres llegadas con remate que tuvieron los blanquiverdes en un segundo acto que se fue consumiendo sin remisión, sin que los movimientos de Oltra facilitaran el cambio de un guión que lleva ya muchas semanas con el mismo final. Rezar es un remedio, pero hay que agitar algo más para dejar a un lado lo etéreo como solución a los males y reconducir un camino al que se van sumando peregrinos.

 

Como cabía esperar, Oltra salió con el mismo dibujo (4-1-4-1) que ofreció algo de fiabilidad en Soria, sobre todo en el primer tiempo. Sólo Falcón y Xisco por los ausentes Razak y Florin; Bijimine siguió pese a la vuelta de Rodas. Quedaba por ver la reacción del equipo al volver al lugar de su calvario. Pero salió bien. Y eso no es necesariamente ansioso por llegar al área contraria. Esta vez Caballero tomó el timón y el resto apostó por la paciencia como receta ante un rival que mordía cada vez que olía el balón de cerca. El Alavés es un bloque intenso, que va a por todas y se siente cómodo jugando al límite, sobre todo si el árbitro permite el contacto, como ayer Trujillo Suárez. Eso dibujó un partido aguerrido, con brega, pero escasas ocasiones, algo que no terminaba de interesar a los locales, que en algún momento cayeron en la trampa de pasarse al juego que tan bien domina su enemigo. Fue puntual por las apariciones constantes de Carlos y el buen tono de la banda izquierda de Fidel y Abel Moreno. 

 

Por ahí llegó la ocasión más clara. El zurdo la puso y Xisco cabeceó al larguero tras un leve toque de Pacheco; en el rechazo, la llegada de Caballero obligó a Sergio Mora a un despeje precipitado que murió en el poste. Ver para creer. El Córdoba falló en lo que antes solía acertar y, aunque continuó acumulando posesión, ya apenas llegó con peligro por el buen hacer defensivo de los babazorros, constantes en el trabajo y solidarios en ese juego sin balón que han hecho suyo. Supieron sufrir esa fase de acoso local y se estiraron con cuentagotas, sobre todo a raíz del cambio de banda de Toquero y Juli, que encontró en Raúl García un buen amigo para agobiar a Stankevicius. De hecho, salvando un tiro desde la frontal fácil de Manu García, las otras dos llegadas visitantes antes del descanso llevaron la firma del lateral zurdo, aunque sus centro-chuts se quedaron sin el esperado remate.

 

El intermedio sentó mejor al Alavés, que salió con otro aire, más valiente. Lo corroboró un primer disparo de Bernardello que salió junto al poste. El hecho de que el argentino pisara área contraria ya era noticia de que algo cambiaba. El dominio local se fue disipando y cada minuto que pasaba ya se veía más cómodo al cuadro vitoriano. Entre otras cosas porque supo dirigir mejor la presión, tapó más a Caballero y la calma fue desapareciendo porque Eddy no apareció para cubrir a su pareja. Las imprecisiones fueron subiendo y eso sólo podía beneficiar a los visitantes, a los que sólo un elemento fuera de control podía sorprender. Ese fue Abel Moreno, que llegó en segunda oleada, burló a Toquero y sacó un centro-chut al que Xisco no llegó por un pelo. Le faltó ir al suelo al balear, pues de haberlo hecho seguramente habría repetido el final de Toquero, que acto seguido cazó un envío de Juli con despiste de Deivid para hacer el 0-1. Jarro de agua fría porque era el primer disparo a puerta del Glorioso en una hora de juego. 

 

Sin embargo, Xisco igualó acto seguido para reconstruir la situación y calmar los posibles nervios, que ya llevaban tiempo acercando a los infiernos a Oltra en la banda. Volver a empezar. Y momento para el refresco desde fuera, aunque para cuando el Córdoba quiso tirar de Nando ya estaba la cosa otra vez cuesta arriba. Porque con el valenciano en la banda, otro agujero en el costado diestro de la zaga -antes Barreiro ya había inquietado con otro testarazo a envío de Raúl García desde el mismo costado- terminó en el gol de Bernardello en el perfil contrario, solo, con cinco hombres siguiendo el rastro de Toquero en el primer palo. Segundo despiste y segundo tanto. Y otra vez a reaccionar. 

 

Oltra puso en el campo a Raúl de Tomás para jugar con dos puntas, y luego a López Silva para dejar tres hombres atrás, pero en más de 20 minutos el Córdoba sólo remató en un córner y una falta lateral. En la primera, Deivid conectó mal su cabezazo y en la segunda Pacheco sacó la mano para frenar el intento de Bijimine. Así murió el choque. La quinta también fue mala. El Alavés cortó su crisis de seis jornadas sin ganar y se va a 6 puntos, que son 7 por el goal average. Muchos cuando sólo quedan 33. Aunque más allá de los números, lo que es peor es la sensación de derrumbe de este Córdoba que ya reza para que sus males cesen. Porque otro tipo de soluciones no se atisban a corto plazo.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios