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Si la barriga está llena...

  • Sin el hambre y la ambición necesarios para aspirar al máximo, el Córdoba se deja dos nuevos puntos en una cita en la que fue de más a menos Otra vez el partido se hizo demasiado largo

El Córdoba sigue sin convencer. Hace mucho tiempo que perdió ese halo que lo dibujaba ante los rivales como un equipo invencible. Ahora es frágil, vulnerable, y se viene abajo ante la mínima adversidad, incluso cuando el decorado está pintado para que crezca y recupere la confianza que le falta para volar. Pero no termina de soltarse. Es lo que le pasó en Soria, ante el Numancia más débil que se recuerda en Los Pajaritos, un equipo al que sin brillo pudo matar en una primera mitad en la que dio síntomas de sobriedad, sobre todo a raíz de verse en ventaja. No lo hizo y lo terminó pagando, al regalar el empate al filo del descanso en otra desaplicación defensiva por falta de concentración, dando paso luego a un segundo periodo que reflejó a un conjunto pequeño, sin soltura ofensiva y con inseguridad constante cerca de su área. Al menos, esta vez pudo salvar un empate gracias a una mano salvadora de Razak y un fallo increíble de Dalmau que recordaron lo mal que lo pasa este equipo cuando el minuto 90 se ve en el horizonte. Un mal endémico este curso, que no identificativo del club, que todavía nadie acierta a resolver desde dentro.

En esa ansiada búsqueda del equilibrio y la seguridad en la que Oltra lleva trabajando varias semanas, Soria fue el escenario elegido para agitar nuevamente el dibujo. Vuelta a los cuatro atrás, pero esta vez con Florin como único estandarte y dos volantes de distinto perfil (Eddy y Caballero) jugando a su espalda. ¿El objetivo? Volver a dar sensación de robustez, proteger el portal propio y tener mucha gente cerca del balón, para el menos así tratar de tenerlo más. De salida, a la ecuación le faltaron un par de factores, pues es cierto que el Córdoba parecía serio y concentrado -¡hasta ganó un primer balón aéreo tras un córner a favor!-, conteniendo bien a los sorianos con una buena presión adelantada. Pero seguía sin tener posesión sobre la que dar forma a todo, algo a lo que ayudó bien poco un terreno de juego rápido, pero tremendamente impreciso que provocaba pérdidas y recuperaciones constantes. Sólo la aparición de Caballero, cada vez con mayor asiduidad, aliviaba en parte esa carencia.

Sin embargo, este equipo ha demostrado ya durante gran parte del campeonato que sin sobar el balón y lanzando rápido arriba es como se siente más cómodo. Si a eso se le une una defensa rival muy blandita, el recurso de buscar los desmarques de ruptura de Florin a la espalda de los centrales o la superioridad por fuera pasó a ser el mejor abastecimiento para el ataque. Pero de nuevo faltaba finalización, definición, algo a lo que no ayudaba tampoco la gran cantidad de metros entre líneas y la poca presencia en el área de la segunda oleada. Eso provocó, en parte, que Fidel eligiera mal en un par de acciones que pintaban muy bien antes de que Eddy lo intentara con un testarazo que pasó cerca del palo. Sin brillantez, el Córdoba acumulaba llegadas y daba sensación de peligro ante un Numancia que se agarraba al buen golpeo de Julio Álvarez para mantenerse en pie. El madrileño probó a Razak con un libre directo y poco después habilitó a Luis Valcarce a la espalda de Stankevicius para obligar a Deivid a erigirse en salvador in extremis. Poco más.

El partido tenía ritmo, pero escasa calidad. Ni siquiera arbitral, pues Eiriz Mata dejó jugar, pero no acertó a medir bien las tarjetas. Así, perdonó a Orfila la roja en una acción que desencadenó el 0-1, con buen origen en la pizarra y esa chispa de suerte necesaria en el toque leve de Valcarce a tiro de Ríos que burló a Munir. La ventaja sirvió para ver por unos momentos a un Córdoba superior, bien en la presión, protegiendo de manera notable su área y amenazando con romper el partido del todo. Pero no terminó de ir a por un rival herido, no supo oler la sangre que derramaba el Numancia, al que con un leve zarandeo derribabas con facilidad. Sólo Stankevicius, a la salida de un córner, dio trabajo al meta rojillo. Y con tanto perdón, pues al final los locales se levantaron de su lecho de muerte y terminaron por dibujar otro escenario muy diferente. Todo a raíz de un balón a la autopista del carril derecho, con Pedro Ríos dormido y el resto mirando que terminó haciendo bueno David Concha con un doble remate ante Deivid y Bijimine. Quedaban un par de minutos para el intermedio, pero el tanto sentó como una patada en ciertas partes a los visitantes. Tanto que ni siquiera el parón y las obligadas palabras de Oltra, según se vio luego, sirvieron para cambiar la tendencia.

Porque la segunda parte volvió a traer a un Córdoba dubitativo atrás y sin ese espíritu valiente que se le exigen a un aspirante a estar en Primera en unos meses. Cierto es que tampoco el Numancia parecía gran cosa, sufriendo mucho con cualquier zarandeo atrás y sin claridad para ver de cerca a Razak. Los sorianos, más cómodos en el intercambio de imprecisiones, fueron dando pasos hacia adelante ante un cuadro blanquiverde impaciente, que a la mínima levantaba la cabeza y lanzaba a Florin por si el rumano era capaz de sacar algo. Así, al menos, el balón estaba lejos de su campo, pensaría más de uno. Pero salvo una carrera de Andone que cortó Callens jugándose el tipo y un tiro blando de Ríos tras la única combinación larga del segundo acto, poco más se supo del CCF en campo local.

Entonces, Arrasate leyó mejor lo que iba requiriendo el choque que Oltra y con los cambios fue virando el guión. El Numancia pasó a sentirse ganador. Le apretó en el pecho la posibilidad de engancharse al play off con una victoria y fue ganando metros. El Córdoba, al que ganar lo metía de lleno en la pelea por el ascenso directo y, sobre todo, le permitía enterrar fantasmas de todo tipo y volver a creer en sí mismo, optó por el otro perfil. Se vio bien con el punto y pecó de conservador, viéndolas venir. Y así, viendo correr el crono, a punto estuvo de quedarse sin nada en los minutos finales, en los que una manopla salvadora de Razak mandó un libre directo de Julio Álvarez a córner, desde donde llegó la última y más clara ocasión del choque. Suerte que Dalmau, el del Numancia porque el blanquiverde hace tiempo que ni se viste de corto, hizo lo más difícil y echó la pelota fuera solo a un palmo de la línea de gol. Respiración profunda. El punto se quedó en el zurrón de un CCF que demostró escasa ambición. Y ahora que todo camina hacia el fin, presumir de tener la barriga llena es lo peor que le puede pasar a un equipo. Hay que tener hambre.

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