Liga Adelante

Un ramo de ortigas (0-2)

  • Con sólo un tiro entre los tres palos, una preocupante incapacidad para reaccionar y múltiples regalos defensivos, el Córdoba confirma su crisis con su segunda derrota seguida en El Arcángel8.

En un día reservado para las orquídeas y las rosas, las velas y los gestos de cariño, a El Arcángel llegó un ramo de ortigas. No era la primera vez, pero ahora sí pincha. Tanto que hasta aquellos que en un primer momento aceptaron de buen grado la elección de esa flor sólo apta para gustos especiales, ya lo ven casi como una afrenta. Sobre todo al ver que otros que no hace mucho tenían menos aceptación ahora disfrutan sobre el verde, gustándose incluso, haciendo que el dolor del cordobesismo se atisbe más doloroso aún. Simplemente porque no hay por dónde coger a un equipo que lleva muchas semanas a la deriva, viviendo de la manida pegada que tantos y tantos disgustos ha evitado y que, hoy en día, se mantiene en pie por los réditos del pasado. Hoy en día, que quede claro porque el futuro no está escrito, este Córdoba no puede pelear con los mejores, con esos con los que se ha codeado durante tiempo, a los que ha controlado y dominado en las distancias cortas. Hoy en día, todos demuestran estar un punto por encima, en lo futbolístico, en lo táctico, en lo técnico y, sobre todo, en lo moral. Porque es por ahí precisamente por donde se desangra un conjunto que al más mínimo revés baja los brazos y que semana tras semana muestra su falta de respuesta ante la adversidad. Ante el Zaragoza, se marchó con un solo disparo entre los tres palos, incapaz de igualar la chispa del contrario, aumentando la nómina de regalos defensivos y sin capacidad para imponer un punto de criterio en un juego con abundancia de balonazos sin sentido que impedían conectar tres pases seguidos. Todo ante un rival que va creciendo, en la tendencia contraria de menos a más, que se encontró con un gol tempranero y a partir de ahí bailó a su antojo sobre el verde, dando una lección de cómo ocupar los espacios con movimientos sin balón y ajustando control y velocidad cuando tocaba cada cual para hacer un segundo tanto y manejar durante muchos minutos la opción de la goleada. Con esos argumentos, no hace falta decir cómo se le quedó el cuerpo a la gente, que sueña con una reacción pronta para dejar todo en mera anécdota. Porque queda tiempo y este equipo ha demostrado saber competir con sus armas, aunque previsibles, durante gran parte del campeonato. El problema es que las sensaciones en estos momentos no son ni mucho menos buenas. Toca recapacitar, pensar desde la tranquilidad en soluciones urgentes y ponerlas sobre el campo para que el mundo idílico que se avistaba hace un par de meses vuelva a aparecer por debajo de los borrones que hoy ensucian este cuadro.

 

Con el campo en esa mezcla entre lo pesado y lo rápido consecuencia de las lluvias, Oltra tiró de Razak y Rodas para tratar de encontrar la perdida seguridad atrás, y de Markovic, Nando y Xisco para mantener cierto criterio ofensivo. Ni una cosa ni la otra le funcionaron al técnico, que ha perdido la conexión a la red y por muchas teclas que toque, unas por obligación y otras por propio convencimiento, no es capaz de arreglar la situación. No todo es culpa suya, pues los elementos también juegan en su contra. Sin tiempo para ver cómo encaraba el equipo el partido, llegó el primer bofetón. Un córner, el viento que deja colgada en el aire la pelota y Razak que se hace un lío antes de despejar hacia su propia portería. ¿Hubo falta previa? Sí, de Cabrera a Markovic. Y eso hará que muchos se detengan de nuevo en el árbitro. Pero, ¿por qué Razak no saltó bien arriba como hace la mayoría de porteros para atrapar la pelota, imponiendo su autoridad en el área pequeña? Dudas y problemas también hay dentro. Y no son pocos. Es más, esos son los que deben ocupar y preocupar, pues son los únicos sobre los que hay capacidad de cambio. Ya se vio en Alcorcón, entonces con Falcón en el arco, que la estrategia empieza a ser un calvario sin defensa. Entonces las tocaron todas, y volvieron a sacar petróleo de dos acciones que terminaron en gol. Ayer, más de lo mismo. La primera fue dentro y la segunda, poco después, casi, porque ni la zaga supo despejar ni Razak tampoco y el remate de Cabrera se fue junto al poste.

 

Ahí no acabaron los problemas para el Córdoba, perdido, con un punto menos de frescura física y mental y que corría siempre tras el rival. Un Zaragoza que dibujaba un 4-3-3 de salida que a la hora de defender la renta se convertía en un 4-5-1, con Ángel enganchado arriba para facilitar la salida. De él partían las contras, como un cuatro para dos que Pedro resolvió con un chutazo desde fuera. O el juego por las alas, especialmente la de un Hinestroza que hizo un siete a Stankevicius, creando el miedo cada vez que miraba al portal local. Todo aparentemente muy sencillo. Toque, toque y toque para mandar el balón al espacio y al compañero que corría hacia allí en clara ventaja. Una forma de jugar que ahogó por completo a un conjunto blanquiverde desconocido que siempre iba un segundo tarde, quedando al descubierto. Tanto en defensa como en ataque, pues con el recurso del juego directo que siempre da ventaja al rival tuvo que esperar a pasada la media hora de juego para que un robo de Pedro Ríos permitiera a Florin probar a Manu Herrera, que sacó una mano en el primer palo para despejar el peligro a córner.

 

El paso por la caseta sirvió de poco. Carreras, como era de esperar, no tocó nada; Oltra hizo lo propio, buscando que la arenga surtiera efecto antes de quemar balas de fuera. No fue así. Es más, en apenas dos minutos el agujero se hizo más grande tras un error en la salida de Markovic que el Zaragoza aprovechó para entrar como un cuchillo en mantequilla en la endeble zaga y hacer el segundo. Demasiado fácil. El Córdoba quedó tocado y hundido, y ya no se levantó. Es más, jugó con encajar una goleada ante su gente. De hecho, recibió un tanto más con una genialidad de Ángel anulada por un fuera de juego que no era y se libró poco después de otro por la falta de tino del punta, al que dejó solo ante Razak ¡Eddy! en el primer balón que tocaba. 

 

La afición no daba crédito a lo que estaba viendo, que era todo un despropósito. El Zaragoza jugaba cómodo y ni siquiera el arreón de los minutos finales, con Florin y Xisco tratando de hacer despertar a los suyos, le inquietó lo más mínimo. Sobre todo porque los dos intentos de Florin y otro más de Pineda no encontraron ni siquiera el portal de Manu Herrera, un espectador de excepción en un encuentro que confirma la depresión de un conjunto blanquiverde de capa caída que sigue sin conocer la victoria en una segunda vuelta en la que ya ha perdido los cuatro goal averages jugados. Por eso, y pese a la quinta plaza, su regalo fue un simple ramo de ortigas, porque más no merecía. 

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