Córdoba cf - cd leganés

¿Por qué hay que dar lugar a esto? (2-3)

  • Con el partido encarrilado, el Córdoba da vida de forma incomprensible a un rival con diez que voltea el marcador en diez minutos finales caóticos.

A mucha gente le costó conciliar el sueño ayer, en una de esas noches en las que la cabeza no para de dar vueltas. Antes, un mal bocado para cenar, malas caras de camino a casa y ninguna gana de entablar la mínima conversación con nadie. Apenas el deseo de meterse en un pozo y no salir de él. ¿Por qué? ¿Por qué hay que dar lugar a este sinvivir por el fútbol? ¿Por una derrota? No puede ser. Menos aún cuando el mal rato pudo haberse evitado con una mejor lectura mejor de un partido que llegó a los diez minutos finales mucho mejor de lo que podía esperarse por lo visto sobre el verde y se torció de manera cruel. Y hasta inesperada. Porque el Córdoba había encarrilado la contienda con un par de penaltis y, cuando estaba en ventaja y con superioridad numérica, optó por darle vida al enemigo de turno como otras veces. Craso error. Sobre todo porque en este caso el Leganés ya venía demostrando que era un muy buen equipo y aprovechó el regalo, ese paso atrás casi enfermizo de los locales para tomar aliento y esperar su oportunidad, que llegó provocando el caos más absoluto. Una nueva pena máxima, con la rigurosa expulsión de Razak apenas un cuatro minutos de haber gastado el último cambio, firmó las tablas y puso en bandeja de plata la victoria al cuadro pepinero, que abusó de la bondad de Luso como portero para voltear el marcador y, de paso, alargar su racha triunfal y arrebatar la plaza en la zona de ascenso directo a los blanquiverdes. Del todo a la nada. De la alegría a la frustración, dando paso a otra semana de una penitencia que, como acertó a decir Oltra, sólo puede terminar de una manera: ganando. Y ya toca. 

Sin embargo, para que eso ocurra el Córdoba tiene que volver a ajustar conceptos, sentirse de nuevo seguro y jugar a lo que sabe: dureza de diamante cerca del área propia y golpes letales en la rival. Es el camino que, aunque pudo divisarse en algún pasaje de ayer, no termina de cuajar en este 2016 que de momento ha dado más disgustos que bondades. El Leganés, un equipo que con la modestia por bandera y sin dar una voz más alta que otra ya está ahí llamando al ascenso, sabía perfectamente qué partido tenía que hacer para tener opciones en El Arcángel. Y lo hizo a la perfección, tal vez con más control que descaro al inicio, y más descaro que control al final. Momentos. De hecho, su apuesta de visitante con cinco atrás no está reñida con la valentía. Los cuatros de arriba presionaban casi en el área contraria, complicando la salida de balón local y, en esta ocasión, el recurso del balonazo encontraba una maraña de piernas enemigas que frenaba a Florin. Eso liberó en parte a Raúl de Tomás, que necesitaba mucho más que espacios para soltarse. Necesita goles como los que encontró, aunque le costara. Estuvo en todas el hispano-dominicano, que se fabricó la primera en el minuto 4 (zapatazo desviado desde la esquina del área), probó fortuna con un libre directo que se fue a la grada, no conectó un servicio de Abel Moreno que pintaba muy bien y se topó con el cuerpo de un zaguero a una volea desde el punto de penalti. Al margen de eso, un disparo desde la frontal de Víctor Pérez y una jugada individual de Florin que Mantovani abortó in extremis fue el balance ofensivo, no precisamente escaso para el juego desarrollado, de un Córdoba que no estuvo nunca cómodo. A decir verdad, tampoco exigido, pues las buenas maneras albiazules morían en la frontal o en las manos de Razak, que apenas intervino, con acierto, a un disparo blando de Gabriel y para quitar de la cabeza de Rubén Peña un balón franco. 

Así estaba el partido, entretenido en lo táctico y movido en lo combinativo, cuando al filo del intermedio empezó a romperse. Antes de tirar a vestuarios con un penalti que Florin sacó de la nada y Raúl de Tomás hizo bueno para empezar a quitarse lastre. Después, con una volea de Alexander para dejar las cosas como al principio, pero con la mitad del encuentro por disputar. Si el descanso evitó que la euforia del gol contagiara el juego local, no ocurrió lo mismo con el del Leganés, que pasó a ser mejor aprovechando el desconcierto de un Córdoba inquieto que no conectaba con su gente de arriba y sufría atrás, donde Abel Moreno tuvo que sacar debajo de los palos un cabezazo de Víctor Díaz que ya había superado a Razak. Serantes no necesitó ayuda para sacar poco después un libre directo de Fidel con una manopla espectacular. Fue lo último que hizo el onubense, que se fue cabreado al ser relevado por Nando. Oltra quería refrescar las bandas para encontrar, ahora que empezaba a haber espacios, algún agujero por el que seguir percutiendo sobre el área albiazul. Pero un equipo que tiene a Florin, necesita muy poco para asustar, y el rumano aprovechó un mal envío atrás de Bustinza para anticiparse a Insua y obligar a Serantes a hacer otro paradón. El encuentro se puso bonito, con los madrileños teniendo más balón y los blanquiverdes, ocasiones. Faltaba el gol. 

Y éste lo puso de nuevo Raúl de Tomás, de nuevo desde los once metros, esta vez tras un penalti fabricado por él mismo y que llevó aparejada la expulsión de Bustinza. Con algo más de 20 minutos por delante, el Córdoba tenía el partido cocinado como más le gusta. Con ventaja y con un hombre más. Era cuestión de matarlo, bien con goles o bien con posesión y control. Pero el equipo no fue capaz ni de una cosa ni de la otra. Y eso que, mientras Garitano modificaba el dibujo para jugar con cuatro atrás, Oltra hacía lo propio para dejar un solo punta y poblar la zona ancha. Aparecieron en ese momento los mismos ingredientes que en el primer tiempo, aunque el cuadro cordobesista ya se olvidó de llegar. Los pepineros se lo fueron creyendo, ganando metros, esperando una oportundidad que, curiosamente, le llegó en una contra de Omar que terminó con Razak derribando a Rubén Peña en el área. Penalti y expulsión... y cambios agotados. Luso se puso bajo los palos y el partido se convirtió en un chiste de mal gusto para el cordobesismo, que en apenas dos minutos vio cómo el mediocampista encajaba la pena máxima y una falta lejana en la que no midió bien su despeje. Él, que bastante tenía con estar en un sitio que no es el suyo, se derrumbó en el suelo, hundido. El público, que había apoyado durante todo el partido, empezó a desfilar, hundido. Y el equipo buscó con el resuello que le quedaba un empate que ni siquiera acarició antes de quedarse con nuevo por una absurda expulsión de Rodas. Todo para quedar hundido cuando minutos antes tenía la cabeza bien alta. Fútbol. La semana que viene otra oportunidad para levantarse, ya con el mercado cerrado y con las cartas levantadas. ¿Habrá alguna sorpresa de última hora? Quién sabe, porque lo único que está claro es que no hay que dar lugar a esto. 

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios