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La alegría no se comparte

  • Los de Oltra recuperan la sonrisa ante un rival que esta vez se marchó de El Arcángel sin el premio de su última visita. Campabadal, presente en un regreso que se perdió Ferrer.

Apenas año y medio después de su última visita, el Mallorca volvió a El Arcángel envuelto en la misma inestabilidad que entonces sacudía a la entidad bermellona. Según en qué circunstancias se mida, el tiempo cobra especial relatividad y a la vista está que en 18 meses el conjunto balear no ha logrado encontrar el rumbo adecuado que lo acerque de vuelta a la élite. Más bien todo lo contrario porque anda perdido, al borde del colapso y con cambios accionariales constantes que impiden el asentamiento de un proyecto sólido y serio a corto plazo. Paradójicamente, el Córdoba no se encuentra demasiado alejado de su estado en aquel recordado partido ante el Mallorca, enfrascado de nuevo -como entonces- en la apasionante batalla por el ascenso.

Los 18 meses transcurridos dieron para mucho, eso sí. Tanto como para saborear la Primera División de manera efímera y para volver con galones al conocido fango de la Segunda. Con todo, la diferencia principal respecto a la última visita es lo que había en juego. Un Córdoba que mordía para romper su racha de dos derrotas consecutivas y un Mallorca que no puede regalar nada -por más que decepcionara sobre el césped- porque la temporada se está haciendo demasiado cuesta arriba para una plantilla que aspiraba a mucho más.

 

Aquel inolvidable 7 de junio del 2014, el Córdoba selló su clasificación para el play off de ascenso en lo que fue el primer paso hacia el ansiado salto de categoría. Entonces, el empate valía a ambos equipos para sellar sus objetivos y, lógicamente, el 0-0 inicial no se movió en un partido en el que apenas se registraron disparos a portería. Los blanquiverdes siguieron su camino en pos del ascenso y el Mallorca salvó la cara en una temporada horrible. Una situación camino se terminar siendo calcada a la actual.

 

Ayer de nuevo se volvió a vivir un ambiente grande en El Arcángel. La directiva del Córdoba reaccionó rápidamente a la derrota ante el Mirandés y aprovechó para sumar aliados a su causa con una tarifa plana -entradas a 10 euros con independencia de la ubicación- que cerca estuvo de propiciar un lleno en el coliseo ribereño. Una medida que en ocasiones se convierte en arma de doble filo, por el perjuicio que supone para el socio fiel desde el verano, aunque el triunfo bien justifica la apuesta de la entidad. Sea por los nuevos seguidores o por la excitación propia del partido, lo cierto es que la afición vivió el choque de manera muy frenética. 

 

Los goles en la primera parte llevaron el éxtasis a una grada que en el arranque del segundo tiempo se impacientó ante el dominio (estéril, eso sí) del rival. Los pitos dieron paso a la celebración del tanto de Markovic e incluso a la célebre ola, en una montaña rusa de emociones que ayudó a caldear la gélida tarde a orillas del Guadalquivir. Fuera de lugar quedaron los cánticos, censurados por la gran mayoría de aficionados blanquiverdes, que recordaron lo cerca que el rival se encuentra del abismo de la Segunda B. Un desacertado incidente que ya dolió demasiado a los propios aficionados cordobesistas en la larga agonía del curso pasado hasta que se confirmó el descenso, pero que ahora algunos parecen haber olvidado.

 

En el lado amable quedó el regreso de Eduard Campabadal a la que fue su casa durante las dos últimas temporadas. El joven lateral catalán ahogó la tristeza de la derrota compartiendo charla y anécdotas con algunos de sus excompañeros en las tripas de El Arcángel, una vez concluido el encuentro. Más tarde le tocaría dar la cara ante las incisivas preguntas de la prensa balear, con gesto de estar pensando en qué hora se metió en la boca del lobo. El que no pudo volver al que fuera su estadio fue Albert Ferrer, héroe del ascenso blanquiverde que comenzó a gestarse en aquella última visita del Mallorca y que este año quedó noqueado en su última aventura como técnico, devorado por la inestabilidad de un club balear que no encuentra el rumbo a seguir. 18 meses después, el Córdoba navega en sentido opuesto al de los baleares y la alegría, como no podía ser de otra manera, se quedó sólo y exclusivamente en casa.

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