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Dame pan y dime tonto (3-1)

  • Cuando más lo necesitaba, el CCF recupera el pulso con pegada y suficiencia defensiva para sumar tres puntos que lo dejan segundo. La claridad de las ocasiones pudo dibujar una goleada.

Durante mucho tiempo, el Córdoba ha intentado jugar y dominar a su rival a través de la posesión, vieja aspiración de Oltra desde su llegada. En algún que otro partido lo ha conseguido, si bien esa apuesta ha salido más mal que bien. Porque cuando el equipo se ha arropado, ha corrido tras un balón en los pies del enemigo y ha salido rápido, el rendimiento ha sido exponencialmente mayor.

Con la vuelta al once tipo, dejando experimentos con chavales con mucho futuro pero bastante menos presente, el equipo también se reconstruyó volviendo a sus orígenes, esos que allá por septiembre y sobre todo octubre le permitieron enganchar una racha que desde entonces lo tiene asentado en los dos primeros puestos que en junio se convertirán en ascensores con parada directa en la élite. Es la victoria de un pragmatismo que apareció mejor que nunca ante un Mallorca al que noqueó en un primer tiempo fiel reflejo de lo que este CCF: solvencia defensiva y pegada brutal que pudieron firmar una goleada. Con todo, el 2-0 al descanso dio paso a un segundo tiempo plácido por la falta de recursos ofensivos de un rival tremendamente blando atrás que apenas si pudo dibujar un intercambio de golpes suficiente para que los blanquiverdes recuperen el pulso a la competición y se mantengan una semana más en la zona de ascenso directo.

 

El Mallorca, un conjunto que no se sabe muy bien hacia dónde camina, tiene buenos peloteros cerca del área contraria, pero es lo más parecido a una hermanita de la caridad defendiendo la propia. El regalito que todo delantero desea encontrarse delante para lucir su pegada, que en el caso del cuadro cordobesista ya ha quedado demostrado que es sencillamente letal. Los bermellones salieron a mandar, teniendo la pelota ante un cuadro local que se dejaba dominar, siempre a muchos metros de Razak. Era el plan trazado, porque mientras más cómodos se sintieran, más huecos habría a sus espaldas para hacerles daño. Florin, que ese juego lo entiende como nadie, encontró un agujero por el lado de David Costas por el que el Córdoba decantó el encuentro. Lo hizo al paso por el cuarto de hora con una jugada de tiralíneas que diez minutos más tarde repitió para que la brecha fuera mayor. Con todo, pudo hacerlo mucho antes, pues la primera aproximación blanquiverde terminó con un penalti de Joan Oriol a Nando que Fidel mandó al limbo con una frivolidad a lo Panenka que no venía a cuento.

 

Porque el CCF arrancó el partido quinto, tras la victoria de todos sus rivales directos, y obligado a vencer y romper su mala racha para mantenerse en la segunda posición. No era momento de andarse con chiquitas, sino de plantear un encuentro serio y eficaz. Dos argumentos que ante un enemigo descosido fueron suficientes para sentirse cómodamente sobre el verde. De hecho, salvando un tiro de Campabadal y otro de Pereira tremendamente desviados, hubo que esperar al minuto 42 para que Brandon probara a Razak con un derechazo envenenado que el ghanés mandó como pudo a córner; acto seguido fue Damià el que copió a su compañero con idéntica suerte por la buena colocación del cancerbero cordobesista. Pobres argumentos para tratar de dar la vuelta a un choque muy cuesta arriba, que pudo ponerse imposible si Alberola Rojas hubiera validado un tanto de Florin tras otra transición de libro y asistencia de Fidel; el asistente levantó el banderín, pero tanto el onubense como el rumano estaban en posición legal. Hubiera sido la sentencia en un primer tiempo práctico y efectivo.

 

Pero no lo fue, y eso trasladó algo de inquietud al segundo periodo, sobre todo en unos primeros 20 minutos en los que el equipo, como tiempo atrás, reculó más de la cuenta, quizás empujado por la comodidad que le da sentirse cerca de su portería y dejó metros y balón a su oponente. ¿Qué hizo el Mallorca entonces? Pues bastante poco. Apenas un disparo de Sissoko que no halló portería y un par de envíos siempre bien resueltos por la zaga de un equipo al que la pelota le duraba un suspiro. Y eso, a decir verdad, no terminó de entenderse, pues si hay un método casi infalible para no sufrir es precisamente acumular posesión, aunque este Córdoba no la necesite para asustar al más pintado. De hecho, un robo del incansable Florin a Aveldaño casi lo rubrica Xisco ante Wellenreuther. Fue el preámbulo de la necesaria tranquilidad, que terminó de llegar tras una primera combinación larga que dejó muestras al cuadro balear de que remontar era una misión imposible.

 

Oltra se percató de que era el momento de ajustar las piezas y tiró de Markovic para jugar con tres centrocampistas por dentro y tener más pelota. La apuesta salió a pedir de boca, pues el serbio en el primer balón que tocó hizo el tercero sacando las vergüenzas a una defensa de chiste. La rápida respuesta del Mallorca dejó todo como un minuto antes, pero con la sensación de que el encuentro estaba más que resuelto por mucho que quedara un cuarto de partido. El Arcángel cambió los pitos de poco antes por la ola y el estadio entró en una fase de ebullición en la que los minutos se fueron consumiendo con serenidad y sin el más mínimo apuro -Pedro Ríos tuvo el cuarto tras una contra bien resuelta por Wellenreuther y Moutinho poner algo de pimienta al alargue con un libre directo al larguero-, disfrutando de un equipo que en su vuelta al pragmatismo se reencontró con un triunfo que lo deja segundo. Y mientras tanto, que los rivales disfruten con el balón. 

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