Córdoba - Barcelona · el otro partido

Volver a verte mañana

  • El Arcángel se despidió de Primera en una jornada de calor sofocante y regusto amargo por lo sucedido en el césped. La grada pidió la marcha del presidente y abroncó al equipo.

Cuando el árbitro señaló el final del partido, permaneció inmóvil en su asiento, observando el desolador panorama que los jugadores dibujaban sobre el verde de El Arcángel. Ahí, quieto, sin hacer nada por combatir el incesante sol que durante toda la tarde le coloreó la piel, fue observando como se vaciaban las gradas. Los pitos dejaban paso al silencio más absoluto. La nada. El protagonista de esta historia es un venerable octogenario que, quieto en su asiento aguantó estoicamente hasta que ya apenas quedó nadie a su alrededor. A falta de un último partido en casa él ya era consciente en ese momento de que la temporada había acabado de manera definitiva. Que este era el golpe que enviaba a su equipo a la lona. Quizás por eso quiso saborear hasta el último instante de un choque que se preveía histórico y que, efectivamente terminó por serlo, aunque por un motivo mucho más triste de lo deseado.

 

Antes, el paciente anciano aguantó una tarde sofocante en las gradas de El Arcángel. El ambiente, deslucido por el mal momento del equipo y la ausencia de muchos abonados, le pareció más amargo que nunca. Él fue uno de esos socios que, contra toda lógica, decidieron pagar un suplemento extra a estas alturas de la temporada para asistir al entierro deportivo de su equipo en la élite. Quizás no lo pensó demasiado y simplemente escuchó al corazón, o quizás es que era consciente de la excepcionalidad de la ocasión.

 

Durante el choque apenas pudo sobresaltarse con el juego de su equipo. Observó el partido resignado, viendo como los blanquiverdes luchaban contra un enemigo infinitamente superior. El constraste lo encontró alrededor, con numerosos aficionados del Barcelona que saltaban de algarabía cada vez que su equipo conducía el balón hasta la red de un impotente Juan Carlos. Cuando la goleada ya empezaba a ser hiriente sintió que sus vecinos de asiento estaban perdiendo el señorío, pero no se atrevió a reprocharles nada. En el fondo él quisiera estar en la situación contraria, poder saltar y celebrar uno tras otro ocho goles de su equipo en un mismo partido. Pero eso no es demasiado corriente por estos lares.

 

Por momentos, la mente se le iba a sus años mozos, que le traen recuerdos de un Córdoba grande, que incluso se convertía en juez de la liga. Recordó el último choque liguero ante el Barcelona y volvió a celebrar en su mente aquel gol de Fermín que tumbó al conjunto catalán en El Arcángel y propició que el Real Madrid se llevara el título.

 

De vuelta a la cruda realidad, el anciano observó como la grada vertía sus iras contra el palco. No se animó a corear los gritos contra González, aunque en parte encontró mucha verdad en ellos. Aunque los achaques y la edad aconsejaban no sobresaltarse demasiado, entendió perfectamente el sentir de la afición. A fin de cuentas, él pudo disfrutar de su equipo en Primera División hace muchos años, pero para algunos el sueño ha sido tan breve y tan cruel que casi preferirían no haberlo vivido.

 

Aunque no se atrevió a comentarlo con nadie, en parte también porque sus conocidos de grada no habían acudido al partido, por una vez sintió unas ganas irrefrenables de que el árbitro señalara el final del partido, de que todo acabara para poder liberar la tensión acumulada y volver a ilusionarse con un futuro que ahora aparece con un sinfín de interrogantes en el horizonte. Cuando el trencilla dio por terminada la faena, observó con tristeza la bronca que recibieron los jugadores blanquiverdes. No la censuró ni mucho menos, aunque personalmente aplaudió a un grupo de jugadores que desde el césped clamaban piedad a su afición. La humillación sufrida durante los 90 minutos ya había sido suficiente dura. Entonces dirigió su mirada hacia el palco, aunque allí no divisó ya al presidente del CCF, para entonces camino al interior del estadio.

 

Y pasada la bronca, ahí seguía. La megafonía dejó de tronar y las gradas se vaciaban progresivamente. Él no acertaba a levantarse a pesar de que 90 minutos de sofoco y sol en la coronilla ya parecían suficientes. 

 

Cuando aún no se había decidido a enfilar el camino a casa observó como un joven aficionado, todavía indignado por el pobre papel de los suyos, permanecía también en su asiento, resistiéndose a marcharse a casa. "¿Tú no te vas a casa, muchacho?", le preguntó de manera afable el anciano, a lo que el joven respondió de manera amable devolviendo la cuestión. En ese momento, el anciano encontró la razón de aquel aparente sinsentido, del dinero extra invertido en el suplemento, que le iba a deparar un mayo menos desahogado, de las cerca de dos horas al sol que mermaron su ya de por sí delicada salud. "Yo he querido aguantar hasta el final para saborear hasta el último minuto en Primera División, porque no creo que viva para la próxima vez". La mirada perdida de aquel hombre mayor, debilitado por el paso de los años y con el ánimo por los suelos, se clavó en el corazón del joven aficionado. Juntos abandonaron el estadio, comentando anécdotas de un año amargo que ha puesto a prueba a todo fiel seguidor blanquiverde.

 

Una vez en la puerta, llegada la hora de despedirse, el joven seguía dándole vueltas a la melancólica respuesta del anciano y apenas acertó a desearle que siguiera disfrutando de su equipo como siempre lo había hecho. En el fondo de su corazón sentía no poder convencer a aquel hombre de que el regreso a la Segunda División iba a durar apenas un año. Él tampoco estaba ni mucho menos seguro de que así vaya a ser. La sonrisa del anciano endulzó la despedida y cada uno se marchó por su lado, deseosos de volver a encontrarse pronto en la grada, dentro de unos meses, para celebrar juntos el retorno del equipo a Primera División, para que el mañana vuelta a traer a Córdoba a las estrellas más lustrosas del panorama internacional. Un anhelo que ahora mismo se plantea lejano pero que alimentará su fe durante los próximos meses. Desde ayer, en sus insensatos corazones blanquiverdes comenzó la cuenta atrás hacia el regreso.

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