Córdoba - Elche · el otro partido

La metadona del fútbol

  • La afición acudió al estadio otra vez en masa tratando de olvidar los disgustos, ilusionados por lo que podía venir en caso de triunfo, pero se marchó cabreada tras otra derrota condenatoria.

Ocho días antes, El Arcángel ya empezó a vaciarse mucho antes de que el partido terminara. A la sufrida y quemada afición blanquiverde poco le importaba que el rival fuera el campeón Atlético de Madrid, o que el Córdoba pasara a mandar en los minutos postreros del choque. El 0-2 de la primera mitad y esa sensación de impotencia aliñada de desgana en algunos jugadores invitó al personal a coger la puerta y ahorrarse las colas que siempre se montan a la salida de los llanos de El Arenal en los días de partido. Muchos repetían sobre el albero que no volverían a pisar el Reino esta temporada, que ya no verían ningún partido más de los suyos, que el que quisiera su carné, ahí lo tenía... Ayer, muchos de ellos volvieron a ocupar sus asientos para ver a un equipo con mucho menos tirón pero en una batalla mucho más trascendente sin saber muy bien por qué. 

 

Como si se tratara de una droga dura, parece claro que el Córdoba engancha. Y mucho. Ni siquiera el partido a las nueve de la noche, a pesar de la mejoría de la climatología, frenó el ímpetu con el que la afición acudió al estadio. "Esta vez sí; es el último tren, pero si ganamos nos enganchamos", decían algunos en las gradas mientras escuchaban el final del partido del Deportivo en Anoeta. No hacía falta ni calculadora, porque todos tenían grabada a fuego en la memoria la clasificación, con sus distintas combinaciones que, eso sí, todas tenían como denominador común derrotar al Elche. 

 

Quizás por eso, en el descanso, cuando la mayoría se disponía ya a sacar el bocadillo de la cena para aligerar luego la marcha a la cama y que el lunes no comenzara ya torcido, los pitos fueron la música de fondo. Era la única forma de tratar de evitar un problema a la hora de tragar. Porque el gol con el que los ilicitanos cerraron el primer acto se quedó como un nudo en la garganta durante muchos minutos. Eso no había ni mortadela ni salchichón ni queso ni jamón que lo bajara. Sólo un gol, una reacción o un triunfo -una cosa iba de la mano de la otra- podían ejercer de remedio. Pero lejos de llegar, todo empeoró mucho más si cabe.

 

Y mira que la tarde había comenzado bien, aunque para algunos, eso de los homenajes previos ya no era buena señal. Los tributos a la cantera por los ascensos de los dos primeros equipos juveniles y el benjamín de la Fundación eran sinónimo de que luego algo se torcería, porque tradicionalmente siempre ha sido así en este club. Eso lo sabe lo bien Emilio Vega, cordobés de adopción que ahora trabaja en la secretaría técnica del Elche y que cerró su etapa en el club cordobesista con una dimisión pedida a gritos por la grada hace algo más de siete años.

 

Ayer, el leonés vivió en tercera persona una situación similar. Porque después de pisar el césped junto a su superior, Víctor Orta -éste saludó a los exsevillistas Crespo y Deivid-, tomó su asiento en la grada. Y eso que la primera petición de adiós fue para su presidente, José Sepulcre, tras el 0-1 y por los seguidores ilicitanos desplazados. Nada comparable con lo que se iba a liar después. Y no ya en el descanso con esa pitada, sino tras el 0-2, cuando la grada recuperó unos hits que ya llevan varias semanas sonando. Esta vez, los clásicos "González, vete ya", "directiva dimisión" o "jugadores mercenarios" estuvieron acompañados de algún cántico contra Juan Carlos, señalado como gran culpable por su participación directa en los dos goles. Dos tantos que entierran la ilusión y que provocaron otra desbandada en masa del público de El Arcángel, que a partir de ahora tratará de medicarse con metadona para desengancharse de esta droga que viste de blanco y verde.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios