Málaga-córdoba · la crónica

¿Y si salimos a ganar? (2-0)

  • El Córdoba cae tras apenas mostrar su necesidad de triunfo ante un rival que maduró el partido hasta hallar el camino del gol. El 1-0, en fuera de juego, y los errores ofensivos, determinantes.

Al Córdoba le aprieta la soga cada vez más, aunque viendo sus partidos pueda llegar a parecer todo lo contrario. Después de ocho derrotas consecutivas, tantas como partidos van de la segunda vuelta -una más son las fechas sin ganar-, y con la permanencia a siete puntos, empieza a ser momento de exponer algo más. Ya sea por convencimiento propio o para, al menos, que la imagen sea la de un equipo valiente que quiere morir matando. Lo que quema la sangre es que no haya una idea predeterminada salvo defender con uñas y dientes todo el tiempo que se pueda, que dar más de cuatro pases se convierta en una quimera y que el físico dure en algunos jugadores lo que tarda un azucarillo en deshacerse en un vaso de agua. Eso, que empieza a ser costumbre sobre todo cuando enfrente aparece uno de los habitantes de la zona media-alta de la clasificación porque la excusa de la diferencia de calidad ya está en la mesa, se repitió en Málaga. Cierto es que el plan de Djukic, conservador y agarrado a que surgiera una contra, aguantó en pie medio encuentro, y hasta pudo ser mejor de no ser por algunos fallos clamorosos -esta vez en ataque-, y que se vino abajo por una acción antirreglamentaria. Pero tan cierto es también que el cuadro local jugó muy plácido en todo momento, fácil, sintiéndose superior y con la plena confianza de que tarde o temprano tendría su oportunidad. Así fue, lo que no desaprovechó para encarrilar y poco después sentenciar a un Córdoba que sigue sin levantarse de la lona y que cada vez tiene menos tiempo para enderezar un rumbo que va camino de conducirlo directamente al infierno.

Los bandazos de Djukic en las alineaciones vivieron otro capítulo en La Rosaleda. Esta vez le tocó a la banda derecha. Apuesta por el músculo, aunque con la incertidumbre de cómo se adaptarían a sus posiciones dos jugadores sin minutos (Luso) y sin experiencia en su ese sitio (Ekeng). El dibujo sí era el mismo de la última cita, con Ghilas y Bebé arriba y el resto buscando una velocidad que ambos se dejaron tiempo atrás en algún lugar. El inicio pareció esperanzador porque el Córdoba salió arriba, adelantando las líneas y queriendo presionar. Incluso buscando el área por el perfil que menos producción parecía que podía ofrecer. Pero el ímpetu duró diez minutos. La primera conducción entre líneas de Samu Castillejo obligó al equipo a dar dos pasos atrás y la pérdida de fuelle de los atacantes, otros dos. La idea se desvanecía demasiado pronto, aunque no la concepción, esa de salir para exprimir los espacios de un equipo sin miedo con el balón, que toca por abajo o por arriba, descarado en todas las líneas y que sale de lujo al primer toque.

Camacho, al auxilio de sus centrales, abortó la primera opción de contra ante un Ghilas al que le ya le cuesta un mundo esprintar. Aunque fue Kameni, ya al filo de la media hora el que resultó providencial ante el remate a quemarropa del argelino tras un pase de Bebé a la carrera. Entre una y otra acción, el Málaga pisó el área con cierto peligro, aunque lo que de verdad era inquietante era la superioridad con la que los locales se plantaban en campo contrario, con los laterales proyectándose y con el resto buscando apoyos continuos para hacérselo más fácil al compañero. En el Córdoba, de eso no hay señales de vida; cuando no sé qué hacer, balonazo arriba y que se las averigüe el que pase por allí. Con todo, los intentos de Juanmi, Horta y Rosales apenas si inquietaron a un Saizar que tembló de verdad -él y toda su portería- con un zurdazo de Boka que repelió el poste. Un cabezazo arriba de Samuel tras un libre directo bien trabajado en la pizarra y una contra mal finalizada por Horta pusieron el epílogo a un primer periodo en el que el conjunto de Djukic corrió más, pero sin saber muy bien qué hacer en cada momento y en el que lo único bueno fue el empate. Porque ni las sensaciones, tanto individuales como colectivas, ni el juego invitaban a pensar en que esto tuviera continuidad. Todo ante un rival comodísimo que no apretó siquiera el acelerador.

De hecho, sí lo hizo al inicio del segundo periodo en sus intenciones, coincidiendo con el paso adelante que intentó Djukic con la entrada de Florin por un desaparecido Ekeng. Después de que Horta pidiera penalti (no era) tras una acción con Vico de esas que el lateral no debe permitir nunca, el Málaga golpeó con un gol en fuera de juego de Juanmi que el asistente validó ante las protestas cordobesistas. Había que ver cómo respondía ahora el Córdoba a otro mazazo, pues en semanas precedentes ya no se levantó. Esta vez sí. Tirando de casta y pese al contratiempo en forma de lesión de Vico que obligó a reestructurar la defensa, la presencia de Florin como referencia permitió un par de llegadas claras, sobre todo una bien hilvanada por todo el frente ofensivo con pase final de Borja a Krhin y aparición sobre la línea de Weligton para evitar un gol cantado. Está claro que cuando la pelota no quiere entrar...

Y eso, lógicamente, afecta al rendimiento. Tras unos minutos de orgullo, el Córdoba perdió fuelle y el Málaga volvió a controlar la situación, ayudado en los movimientos de Javi Gracia. Djukic tuvo la oportunidad de dárselo cuando Luso pidió el cambio -son los riesgos cuando se exige tanto a un hombre que lleva tres meses sin jugar-, pero optó por equilibrar, esa palabra tan de moda en El Arcángel, dando entrada a Campabadal. A falta de 20 minutos, con Fidel o Cartabia en el banquillo, el marcador en contra y la necesidad imperiosa de ganar para meterse otra vez en la pelea por la permanencia, la decisión tiene dudoso entendimiento, pero... De hecho, quitando algún balón colgado al área desde la derecha por Bebé, nunca hubo opción de empatar. Y sí de salir goleado, pues antes del segundo de Amrabat con la ayudita de un Saizar que volvió a descuidar su palo, Horta se topó con el larguero con un derechazo desde 25 metros y, ya sobre la bocina, Luis Alberto mandó al lateral de la red una contra. Así murió el partido, con los blanquiverdes metidos de lleno en el fango y sin esa rabia necesaria para dar un paso al frente que lo saque de ahí. Quedan once finales, ya va siendo de salir a jugar... y a ganar, que de eso se trata.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios