El otro partido

Una semilla que espera frutos

Decía el blanquiverde Deivid al final del partido entre el CCF y el Real Madrid que los aficionados que andaran dudosos a la hora de decantarse se cargaron ayer de motivos para ser un poquito más del Córdoba que del conjunto blanco. Y no andaba desencaminado el canario, porque el ambiente que se respiró ayer en El Arcángel es altamente contagioso y a buen seguro ayudará a incrementar el apego de una parte de la ciudad hacia su equipo. Una escuadra que con su valentía demostró que los humildes pueden pelear con los ricos y que, aunque al final se caiga en el camino, la sensación de orgullo compensa el sofocón final.

En los días previos a la visita del Real Madrid se levantó en Córdoba cierto recelo hacia esa parte de la ciudad que hasta la fecha ha preferido vivir a espaldas del CCF, celebrando los éxitos del Real Madrid o el Barcelona. El sector madridista estuvo ayer ampliamente representado en El Arcángel. Aficionados al fútbol, tan respetables por supuesto como los blanquiverdes, pero que a buen seguro ayer sintieron un pellizco con lo vivido en el coliseo ribereño.

 

La demostración de apoyo incondicional de la grada a unos jugadores que dejaron todo en el campo, el emotivo canto del himno al comienzo del choque, el minuto de silencio en homenaje al Litri que quebró los corazones en la grada... fueron muchos los momentos que quedarán en la retina de todo aquel que ayer pisara el estadio. Ese sentimiento tan bonito de ver a un equipo humilde pero orgulloso como el que más de defender los colores y el escudo de tu ciudad, al final debe acabar calando. La consolidación del equipo en la máxima categoría también debe ayudar a que el número de blanquiverdes se multiplique y, a la vez, se reste importancia a las preferencias del sector de aficionados que se siguen identificando con los grandes del fútbol español. En todas las ciudades cuyos equipos han estado un largo período en Primera División, ese recelo ha terminado por superarse de la forma más natural.

 

Lo que ayer se vivió en El Arcángel no fue sólo la exaltación del orgullo blanquiverde. La jornada fue trepidante desde el inicio hasta el fin y cabe señalar que el club estuvo a la altura en cuanto a organización se refiere. Experiencias pasadas que no salieron tan bien como se esperaba ayudaron a limas errores y estar a la altura de las circunstancias. Porque ayer era un día especial en la ciudad y se notó desde mucho antes del partido. Apenas eran las 13:00 y los accesos a El Arcángel ya eran un hervidero de gente. La gran mayoría del público con entrada para el partido atendió a las recomendaciones del club y por suerte el acceso no fue demasiado problemático. Muchos de los que iban a presenciar el partido lo hacía con abonos cedidos por familiares, pero el proceso de comprobación no provocó demasiados retrasos.

 

Era una jornada para disfrutar desde bien temprano y la hora invitaba a una previa con los amigos en los bares cercanos al coliseo ribereño. Una cervecita con el aperitivo y para el campo pronto a esperar a los jugadores. En las tertulias entre amigos previas al partido se mascaba el ambiente de partido grande. Los más osados mostraban su confianza en la victoria del CCF, sin saber todavía que el equipo iba a cargarlos de razones (gol incluido a los dos minutos de juego).

La llegada al campo de los equipos concentró en torno a las cocheras del estadio a gran cantidad de seguidores y muchos curiosos sin entrada atraídos por el revuelo. Una marea blanquiverde esperaba ya a su equipo, aunque el primero en hacer acto de presencia fue el autocar del Real Madrid. Esta vez el recibimiento poco tuvo que ver con el que los blancos tuvieron un día antes a su llegada a la ciudad. Con deportividad pero dejando claro quién manda en El Arcángel, la hinchada cordobesista metió presión a los merengues desde el primer minuto. El partido también se jugaba en la grada y el cordobesismo captó el mensaje desde primera hora. El delirio llegó con la entrada de los jugadores blanquiverdes, recibidos como auténticos héroes por su afición. Ese último aliento a buen seguro ayudó a que el equipo saltara al césped tan enchufado como lo hizo.

 

Media hora antes del encuentro, las gradas presentaban ya un ambiente espectacular. Prácticamente todas las localidades ocupadas y la gente aprovechando desde el primer minuto la jornada. La mezcla de ambas aficiones, por cierto, resultó cordial y respetuosa. Cada cual animó al equipo que quiso y, como debe de ser, no sucedió absolutamente nada. Un comportamiento ejemplar del que Córdoba puede presumir porque, tristemente, no es tan común en todos los campos como debería ser. La previa estuvo animada en la grada, entre los curiosos atuendos de algunos aficionados madridistas más vikingos que nunca o la demostración de que Florentino Pérez es un galáctico más del Real Madrid. El presidente blanco no dio abasto en los prolegómenos del encuentro y en descanso a fotografiarse y saludar a los muchos seguidores que se le acercaron.

 

Pero lo mejor estaba por llegar y el vello comenzó a ponerse de punta con el salto de los jugadores y el cántico del himno por un estadio repleto. Los más nuevos aguantaban la respiración en la grada, como queriendo evitar romper aquel mágico momento. Con el corazón aún en puño llegó el minuto de silencio en honor al Litri, justo en el primer aniversario de su muerte. Un nudo en la garganta difícil de superar, en un homenaje que cada cual dedicó a los suyos, a aquellos cordobesistas que se quedaron por el camino sin ver a su equipo de vuelta entre los grandes. Uno de los más ilustres seguidores blanquiverdes como es el querido Litri seguro que disfrutó allá donde esté del homenajo de los suyos.

 

Aún no había sonado el pitido inicial del partido y las emociones estaban a flor de piel. Lo que no sabía la parroquia blanquiverde es que lo mejor estaba por venir. 90 minutos en los que su equipo plantó cara al campeón de Europa, negándose a dar la razón a aquellos que no encuentran el sentido a una competición tan desigual. La demostración de fe del equipo blanquiverde fue más allá del resultado final, tristemente truncado por un penalti en el último minuto. La sensación que dejó el partido es que el Córdoba ha vuelto para quedarse entre los grandes y que días como el de ayer son los que se necesitan para que el germen del cordobesismo se instale definitivamente en todos aquellos que ahora ven al CCF como su segundo equipo.

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