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La distancia no es el olvido

  • La vuelta del CCF ya como equipo de élite hace recordar a los cordobeses afincados en Cataluña las historias que sus padres o abuelos, emigrantes, les narraban de pequeños

La distancia no olvida lo que el corazón recuerda. Aquello que se quiere, que se siente, que habita en lo más profundo de uno, permanece imperecedero más allá de kilómetros u obstáculos. Da igual que éstos aparezcan para complicarlo todo, pues nada ni nadie puede arrancar lo que ha cuajado en las entrañas. Es más, a menudo, el retiro hace descubrir sentimientos que quizás no brotarían de otra forma, haciéndolos más sólidos. Aunque eso no evita que cuando el amado se marcha, cuando no ha hecho más que girar la esquina, el nudo en la garganta e incluso esas lágrimas que llaman a la puerta de los ojos sean todo uno. Pero nada es eterno. Todo llega, todo vuelve, y el mantenimiento de esa ilusión es lo que te ayuda a permanecer fuerte para hacer del reencuentro el momento soñado, un instante que se prolonga más allá del tiempo para clavarse en la memoria para siempre.

Como aquel que en la búsqueda del amor se detiene en recolectar en el pasado, en escuchar al que ya antes pasó por ese trance para tratar de reconocer el camino, los cordobeses y cordobesistas que ayer estuvieron en el Camp Nou sintieron que ya habían vivido esa historia que era única para la mayoría. Porque muy pocos habían comprobado con anterioridad en sus propias carnes la sensación de ver al equipo por el que no duermen, por el que lloran y ríen, por el que la cordura se vuelve locura en la ciudad que les da cobijo desde que, en muchos casos, sus progenitores decidieron hacer las maletas con el anhelo de encontrar una vida más plácida. Eso sí, casi todos ya presagiaban la sensación por las vivencias narradas durante cuatro décadas, las que han tenido que pasar para que aquello volviera a hacerse hermosa realidad. Unas historias que ellos, que no tienen la suerte de poder ir a El Arcángel cada quince días, tienen que experimentar sólo cuando al equipo le toca viajar a la zona de Levante o, en el caso de los más valientes, de Madrid para arriba, que tampoco es que aumente las oportunidades en demasía.

Cierto es que hace escasamente dos años, en enero de 2013, el CCF también subió a Barcelona y jugó en el Camp Nou. Incluso un año antes fue el Espanyol, también en la Copa del Rey, el que tuvo el honor de recibir al conjunto blanquiverde. Pero nada es igual a lo que se experimenta en la Liga, la competición que te equipara al resto de rivales de la élite. Porque baste ver los clasificados para la ronda de octavos de final del torneo copero para comprobar la desigualdad existente entre los grandes y los modestos con el formato actual que defienden desde su cortijo la Federación Española de Fútbol (RFEF) y la Liga de Fútbol Profesional (LFP).

Con todo, aunque entonces todo estaba decidido tras el 0-2 de El Arcángel, esa sensación de no saber qué deparara el futuro, hizo que miles de cordobesistas minimizaran la distancia entre ambas ciudades para estar junto a los suyos en un día por entonces histórico. Ese desplazamiento masivo, jugó en contra de que ayer hubiera mucho blanco y verde en las gradas. Apenas un par de centenares de aficionados trató de hacerse notar en un escenario cinco estrellas que no se llenó por el horario y el poco tirón del rival entre los culés, lo que trajo a muchos aficionados poco habituales. Entre ellos también llegados desde Córdoba, la mayoría por tierra y algunos hasta barcelonistas, como la peña de Villa del Río. Porque las inclemencias meteorológicas jugaron una mala pasada a los que optaron por el avión desde Sevilla (a los de Granada o Málaga no les afectó), pues la niebla hizo que sus vuelos se retrasaran hasta el punto de llegar a la Ciudad Condal cuando el balón ya rodaba en el Camp Nou. Con todo, los que estuvieron lo dieron todo, como siempre, pues hubo marcha, recibimiento y la reedición del cántico del himno a capella. La carta de presentación de un club que luego encontró respaldo en el buen hacer de su equipo en el campo que, como escribió Queco en su día, es donde se encuentra la verdad.

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